domingo, 25 de septiembre de 2011

veintisiete (odio escribir enteros los números)


Un año más. (Después de escribir esas palabras me quedo bloqueada y en silencio, escuchando las campanas de la iglesia y los pájaros sobrevolando el balcón). 

Éste era el primer cumpleaños que celebraba sin mi familia, aunque lo comenzásemos a festejar la semana pasada. Ha sido la primera vez que he soplado las velas sin ellos. Hay gente que pasa su día lejos de los suyos porque está de viaje o porque las fechas favorecen esa distancia. Yo cumplo años al inicio del curso, así que siempre estaba en casa para que mamá me hiciese mi comida preferida, para que me despertasen con las mañanitas y me regalasen cosas al brindar con el champán. Este septiembre decidí celebrar el cumpleaños familiar con mi abuela y dejar el mío para los demás. 

Como estoy descubriendo una nueva forma de amar a través de la cocina, invierto mis horas libres durante la semana en hacer trufas de chocolate de las que te encantan, palmeritas dulces, magdalenas glaseadas como las de Marina, pastel con limón... Y al mismo tiempo voy preparando los poemarios que regalaré durante mi merienda, porque me encanta hacer regalos a los demás el día de mi cumpleaños. Compro flores y preparo el salón con esmero. Tú llegas a prenderte de mí y agasajarme con tus regalos formados de palabras: libros ilustrados que me restan años entre tus manos. Y dejas tu cuento preferido en mí, y leemos con los dedos y me dices: "cerezas, polvo, silla" antes de que llegue nadie. Hago para los dos mi comida preferida mientras Lucía termina sus deberes al otro lado del teléfono, lejos de aquí. 

Manolo, Héctor y Carolina llegan los primeros y, aunque no lo decimos, echamos de menos a Chica, porque le habrían encantado mis dulces. Después aparecen Carmen, Silvia y Claudia, riendo y entre anécdotas. Más tarde llega Jesús y, como último regalo, Belén. Recibo libretas preciosas, un bolígrafo inquietante, un sofisticado sacacorchos, un gorro de lana, marcapáginas hechos a mano y broches para mis abrigos, un anillo de café, chocolaterapia y besos. Jugamos, comemos, soplo las velas y cantamos rápido. 

A las nueve llegamos a la parroquia donde cantan Almudena y Brotes de Olivo. Juan y Leti han venido con mi tortuga ninja para compartir este ratito. Por eso me siento bendecida. Por los besos de JuanPequeño y sus cuatro dientes blancos, por sus gritos, sus pasos torpes e indecisos, sus ojos grises de chico que lo sabe todo y disimula. 

Pero las celebraciones no han terminado todavía, Jose Antonio Delgado da un concierto en el centro y quiere que lea algunos de mis textos en su foro. Para mí es un regalo su admiración, porque lo veo brillar. Subo al escenario temblorosa, pero voy tomando pulso a su terreno y acabo feliz, volviendo a tu abrazo, más completa aún cuando eres quien me sostiene. 

Sí, con la casa patas arriba y el cuerpo cansado, veintisiete me sabe a miel. 

jueves, 22 de septiembre de 2011

más vale tarde...


El fin de semana pasado tuve la suerte de pasar algunas horas con mi familia para la celebración del cumpleaños de mi abuela. Después de disfrutar de mis padres y de mi hermano, nos fuimos en coche al campo. Al llegar, Javi y yo nos escondimos y todos pensaron que no participaríamos de la celebración. Entonces aparecimos y mi abuelo se puso a llorar emocionado. 

Es curioso lo sensibles que nos vuelve la edad. Recuerdo leer una novela en la que una abuela le explicaba esa sensación a su nieta, la de ser capaz de emocionarse con una facilidad pasmosa. Mi abuelo se emociona a la mínima de cambio y a mí me parece entrañable. Sobre todo me parece entrañable que guarde ese rincón secreto  para mí, que con los demás sea un absoluto cascarrabias y se derrita si le cuento mis historias, inventándome cien mil anécdotas para darle qué pensar. Los niños, que siempre lo miran como a un ogro, me observan sorprendidos al pasar, porque estoy sentada con el viejo que les grita y parezco feliz. Así que juegan con el primo Javi mientras yo continúo mi discurso. 

A la hora de comer comienzan las carcajadas. Aunque nos pasen cosas regulares, mi familia es una familia feliz que siempre está dispuesta a reírse. Javi es un mago en hacernos reír a todos y mis tías le celebran cada anécdota, además los niños se crecen junto a él poniéndoselo fácil. La abuela brinda porque lleguemos a tener sus años y también recibo un cumpleañosfeliz por adelantado. 

Tomo algunas fotos con la cámara y, al mirarlas, me parecen irreales. Hay un segundo en el que tengo la sensación de que esta situación ha sido siempre así y lo seguirá siendo por los siglos de los siglos, que no envejeceremos, que nadie se perderá, que continuaremos juntos riéndonos como en las imágenes. Después la realidad me da vértigo y me abrazo a Carmen, que durará más que yo. 

En la piscina jugamos a hacer fotos y a las sirenas y a pescar con palos y cañas, hasta que llegan Luis y Vero para arreglar el mundo mientras se nos hace de noche y no nos damos cuenta de nada. 

Son horas. Quizá no llegan a 48. Pero son ricas, completas, felices. Hasta los últimos segundos de café y recetas en la cocina de mi madre, hasta el segundo que mi padre me explica el funcionamiento de la impresora o corro para montarme en el coche. Felices. 

martes, 13 de septiembre de 2011

mezclas perfectas


Leo el libro de Holan que compré en Madrid y que tanto deseaba mientras Boza canta en el reproductor y una voz de hombre cuenta alto jugando al escondite bajo mi balcón. Sé que Andrea, aunque no sepa quién es, corre a esconderse porque escucho su risa sobre el verso que leo, bajo el acorde de la música, entre el sabor de la infusión que degusto. Leo:  "pero nosotros ni en el centro de nuestro corazón / estamos en el centro". Uno... dos... tres... Y los pasos de los niños. Y la nueva canción. 

Es martes y una luna impertinente y amarilla corona mi balcón recordándome aquel poema en que contaba que te miraba mientras me mirabas leer, esas cosas que nunca hicimos o que hicimos muchas veces en muchos sitios distintos. "Promete fuertes oleajes" escribía entonces y recuerdo ahora la última letra de tu última composición. Siete... Ocho... Nueve... A veces la mezcla de ciertos elementos convierte un segundo en perdurable. 

Entonces el poema, la canción, el sabor, el escondite y tu recuerdo me expanden como si no existiese el fin del mundo, ni el eco de las generaciones, ni las conjugaciones de los verbos. 

 -¡Andrea!
 -¡Que aún no me he escondido! 

martes, 6 de septiembre de 2011

¿qué es gramática?

Es difícil volver al curso, no sólo porque trabajas, sino porque las horas libres de las tardes se hacen largas y te debates entre ocuparlas como si siguieses de vacaciones o comenzar con la tarea del curso.

Una parte de ti quiere que sea invierno y anochezca a las seis para poder ir a la cama antes. Las demás gritan por salir a la calle, bañarse en el mar, escuchar canciones y leer poemas. Pero es tu mente adaptándose a la nueva situación.

Mi mente me ha hecho llegar a las siete de la tarde del trabajo para trabajar hasta las nueve. Para quemar las horas entre gramática y propuestas de mejora. Pero un amigo lo solucionó con el siguiente vídeo:


gracias a Dios, para eso están los amigos. 

domingo, 4 de septiembre de 2011

sin mudanzas


Después de hablar con Carmen, mientras recogía las sábanas tendidas y maldecía al mosquito que me ha estado acribillando las piernas, he caído en la cuenta de que este es el primer septiembre en cuatro años en el que no ando embalando mis cosas para iniciar una mudanza. Mi primer septiembre sin empezar un trabajo nuevo o una nueva vida, sin la oportunidad de reinventarme a través de los demás. Un mes en el que vuelvo al trabajo a encontrarme con gente a la que ya conozco, gente que sonríe al verme llegar. Y es extraño. 

Quiero decir, calculo que a lo largo de mi corta vida he experimentado unas diez mudanzas, y estos años las he estado haciendo sola sintiéndome nómada y atemporal. Pero ahora, hoy, mientras escucho el sonido del agua, del teclado y del reloj, mientras observo las macetas -esta es la primera casa que tiene tantas macetas sobreviviendo- y pienso en los días vividos aquí... no lo sé, supongo que es un vértigo nuevo. Algo dentro de mí se mantiene en constante cambio, necesita retos y, aunque siempre me siento tentada a caer en las garras de lo más seguro y cotidiano, una vocecita clama siempre por mudanzas, proyectos y cambios. 

Será el primer año que no tenga que aprender el nombre de las calles que transito, no tendré que descubrir la mejor panadería, ni la peluquería que sepa dejarme el pelo como me gusta, los vecinos y sus manías no serán nuevos, ni andaré por las aceras buscando esa señal que indique que voy por el camino correcto. El mapa está ya en mi cabeza. Los rincones llevan mi nombre y me presentan sus cambios. No hay nuevos olores ni nuevos sonidos. 

Acampo en mi hogar, soy mi punto estratégico, mi cueva segura, mi mejor guarida. 

jueves, 1 de septiembre de 2011

feliz año nuevo


Como siempre digo, para mí el año empieza el uno de septiembre. ¿Por qué? Pues porque en enero no me cambia la vida, ni empiezo proyectos, ni me hago propuestas. Cuando yo decido hacer limpieza radical y replantearme de nuevo todo, es en septiembre. 

Este año comienza con cambios. El primero de continuidad: es la primera vez que voy a estar trabajando tanto tiempo en el mismo instituto y eso me da un poco de vértigo. ¿Daré clase a los mismos alumnos? ¿A los mismos cursos? ¿Seguirá funcionando igual de bien el departamento? ¿Podré aplicar los cambios que he ido pensando? Siempre había algo de inmunidad en lo de cambiar de instituto cada año, algo de borrón y cuenta nueva, de mudanza. Y este año no tengo ni eso: mudanza. También será la primera vez que viva independiente en un piso durante tanto tiempo. 

Por otra parte, en septiembre se fallan concursos, se cerrará el proceso editorial de mi próxima novela, espero las noticias de otras editoriales y preparo un poemario con vistas también a la edición. Todo eso me hace sentir en una balsa en mitad de la tormenta. Emocionada y aterrorizada al mismo tiempo. Pero quien no arriesga no gana, ¿verdad? 

Tengo exámenes pendientes, proyectos de viajes, mi cumpleaños, nuestro primer otoño con buen pie, fe, esperanza, clases de acuarelas, recetas nuevas que experimentar, lecturas a la espera... Sí, septiembre. Año nuevo, vida nueva. Y lo que tenga que ser, será.