martes, 29 de noviembre de 2011

han llegado a casa


No sé si estoy más nerviosa que la primera vez. Seguramente sí. Mi madre dice que ha sido un embarazo al completo porque han supuesto nueve meses de espera y de trabajo. Yo sólo sé que he echado a mucha gente de menos cuando he abierto la caja y que hubiese querido brindar con los míos en la cocina de casa mientras se metían conmigo. 

Son quince libros que, además de mi nombre, llevan otro dentro. Quince libros que vienen a verme como pájaros, porque yo los acaricio, los huelo, los hago bailar, como se deben bailar los sueños a ritmo de locura. 

Carmen, que está en casa, me mira y se ríe al observar las tonterías que puedo llegar a hacer con un libro entre las manos. Llamo a papá, llamo a Javier, mamá me telefonea emocionada un poco después que tú. Mi voz es como una fuente y mis pies no dejan de moverse por la casa. Finjo un desvanecimiento, confieso entre risas que me había convencido a mí misma de que todo era mentira, para así no tener miedo de lo que pudiese salir mal. Y ahora son quince libros en una caja. 

Los apilo, los recuento, los llamo por su nombre sin dejar de sonreír. ¿Se puede vivir el mismo sueño dos veces? ¿Quién me va a conseguir hacer dormir hoy? Pienso en Marta, pienso en mucha gente, muchos nombres vienen a mi cabeza, algunos dulces, otros no tanto. Pero la casa se llena de libros y recuerdos, y me digo que estoy haciendo un recuerdo nuevo, un bellísimo y hermoso recuerdo nuevo. Porque un día diré: "cuando llegaron los libros" y seré más vieja y tendré nuevos sueños. 

jueves, 24 de noviembre de 2011

cuando pienso en las personas, las pienso en un color


El domingo por la tarde, en casa de Alberto con las guitarras, os hacía preguntas de la entrevista a Quique González. Como era de esperar, estaba la típica pregunta: "un color". Me encanta esa pregunta porque compruebo si los demás se ven a sí mismos como yo los veo. Alberto dijo "rojo" y yo asentí satisfecha, pero tú dijiste "verde" y me chirrió. Así que ayer lo iba pensando mientras conducía. 

Pensaba en las personas que conozco y en el color que les otorgo en mi imaginación. Descubría que era facilísimo con los niños: Lucía es rosa chicle, Carmen es rojo y Manuel es azul mar. Mi madre es color teja, mi padre es rojo también y mi hermano ronda algunos días el morado oscuro y otros el rojo. La abuela es rosa fucsia, el abuelo verde oliva. Marta es naranja. Ana P. es de un azul pálido... Así iba al volante, repasando a todas las personas que conozco. Imaginando el color del que las veía e intentando intuir de qué color se veían a sí mismas. 

Hay personas con las que es sencillísimo, son un color concreto y ya está, no lo tengo que pensar. Hay otras que oscilan o que me lo ponen difícil. Como tú habías dicho verde, intentaba encontrar alguien verde. No encontré nadie del color de los brotes de las ramas y tampoco a ti te encajaba ahí. Verde... no conozco a nadie verde, del verde de las ceras de colores, del verde de los árboles en primavera. Porque tú no eres de ese color, tú eres más como tus ojos y andas, verde pardo, a las fronteras del marrón y el gris -aunque siempre te imagine en rojo. 

Por eso mi próxima tarea será esa: descubrir a alguien verde junco. Así que si alguien verde me está leyendo, que se manifieste. 

lunes, 21 de noviembre de 2011

calendario de adviento 2011



CALENDARIO 2012 (pincha aquí)

Aquí os dejo el calendario que he hecho este año. Algunos ya me estabais amenazando y eso no está bien, pero es que no doy a basto. ¡Espero que os sirva! Feliz Adviento a todos.

viernes, 18 de noviembre de 2011

quiero un abrigo con los bolsillos rotos


Cuando leía El jugador, Claudio me explicaba la parte autobiográfica que tenía esta narración. Me contaba que  Dostoievski comenzó a aficionarse al juego y que perdía todo lo que ganaba en la ruleta para volver a recuperar su libertad. Su dependencia del azar lo hacía sentirse esclavo así que cada vez que ganaba una mínima cantidad, la exponía toda al azar para volver con las manos vacías a la inmunidad de la miseria. 

Anoche cuando volvía en coche a casa me acordaba de esa historia. Iba reflexionando sobre algo que había cantado Mabu y que se me había quedado dando vueltas en la cabeza, era algo así como "nunca hubo nada que perder". Sé que es una expresión que hemos oído en millones de ocasiones, "no te preocupes, no hay nada que perder", "no tienes nada que perder", etcétera. Pero a mí se me quedó colgada de una idea. Y, de pronto, me sentí deudora del mundo y me sentí acumulando todo tipo de cosas, sentimientos, ocasiones, lugares, momentos, libros, vestidos, caricias... Guardando como las hormigas del cuento en algún lugar de la memoria -esa cámara del tesoro, de los secretos-. 

Y entonces pensé que quería un abrigo con los bolsillos rotos, para no poder acumular, para que todo se escapase y no me pesase en las caderas. Para tener siempre las manos libres al recibir, el espacio justo donde resguardar un rato. Fue cuando me acordé de Dostoievski y de Claudio, fue cuando hice un símil con mis mudanzas y su manera de jugar a la ruleta. Cuando recordé aquello de "déjalo todo y sígueme", "que los muertos entierren a sus muertos" y demás. 

Qué difícil nos parece, y qué fácil sería. 

miércoles, 16 de noviembre de 2011

a unos pasos de soñar



Ya queda poco, queda tan poco que no sé si estoy más nerviosa o más relajada. Este magnífico vídeo lo ha realizado mi hermano Javier a partir de las fotos de Daniel Lasalle, de una imagen de Marta Mesa y de la música de Pedro Corredera. Todo un equipo del que no puedo sino presumir. 

Siempre es genial ver cómo un sueño se va convirtiendo en realidad, pero es mucho más genial cuando los que están a tu alrededor lo convierten también en su sueño. ¡Gracias a todos los que os sentís parte de esto!

domingo, 13 de noviembre de 2011

porque somos unas señoras


Porque somos unas señoras, llevo a casa de Carolina una botella de sidra asturiana que degustar con su maravilloso pollo asado sobre una base de cebollas, tomates y patatas. Y, porque somos unas señoras, tomamos de postre uvas con queso. 

Sí, por esa misma razón, decidimos ir al jardín botánico y no sentirnos desfallecer cuando nos avisan de que ya ha cerrado. Las señoras tienen habilidad para cambiar de planes con dignidad y encaminarse hacia la presa para ver el pantano y los árboles. Para contarnos la vida, hacernos fotografías bucólicas, reírnos de la suerte y dejar al viento llevárselo todo. 

Carolina y yo decidimos llenar una tarde de sábado de significado -o de un significado diferente al de "sofá"-. De la mesa a la presa y de la presa al café frente al mar, a la cafetería que ha sido testigo de tantas visitas durante el último año. Notamos la crisis porque no nos ponen chucherías, pero abrazamos las tazas enormes entre las manos mientras olas gigantescas amenazan con llegarnos a los pies y nuestras voces se pierden entre los rugidos de esa fiera llamada Mediterráneo. 

Quizá porque nos estamos sintiendo en equilibrio con el mundo, Carol y yo no estamos dispuestas a abandonarnos tan rápido. Así que volvemos al centro, aparcamos el coche y paseamos hasta mi último descubrimiento: un bar de modernos con banquetas altas de madera blanca con cojines de un rosa estrafalario. Cuando llega el camarero dudamos: ¿cerveza, un refresco, una copa y que sea lo que Dios quiera? 

Pero somos unas señoras y debemos mantenernos. Erguidas en nuestras banquetas, con una dignidad aún no asentada por los años, Carolina y yo pedimos dos copas de vino blanco -que recibimos asustadas pero degustamos sorprendidas por su buen sabor-. A medio día brindamos por Asturias y a las nueve de la noche, brindamos por nosotras, por el paso del tiempo, por los giros de la vida... Y degustamos queso camembert empanado con frambuesa. 

Divinas, satisfechas, enseñoreadas, felices. Carolina y yo, como en los viejos tiempos. 

martes, 8 de noviembre de 2011

literaturizada


Sin culpabilidad vuelvo a este rincón. En estos días no he parado. Dentro de tres semanas saldrá a la venta Los cines somnios, la continuación de mi primera novela publicada. Eso implica que no haya tenido espacio para desconectar: fotografías, correcciones, revisión de la maquetación, nueva web, peleas con la portada, vídeo de promoción... 

Poco a poco he ido pringando a todo el mundo en el proyecto, desde mi familia más directa, hasta todos los amigos que se han puesto por medio. Supongo que porque me quieren y saben la felicidad que todo esto me procura, no dejan de animarme y ofrecerse para echar una mano. 

Son días de nervios, de emoción y de pereza. Porque se ve todo tan cerca y tan lejos, que no sé si quiero que el tiempo pase como una centella o que se vaya desgranando perezoso para que mi corazón siga latiendo acelerado. Al releer la historia siento vértigo, el miedo a que no sea suficientemente buena aparece, también la satisfacción de un trabajo realizado. 

Mientras escribo estas lineas, Claudio se acerca a contarme un proyecto de novela. Pienso en todo lo que cuesta poner en marcha el monstruo de la literatura y me siento agotada y feliz. Pronto, pronto, casi ya.