domingo, 8 de diciembre de 2013

promociones navideñas


Hace ya dos primaveras que Amar es aquí vio la luz de la mano de Ediciones Torremozas. Y como muchos nos volvemos locos eligiendo regalos de navidad, he pensado que sería bonito regalar poemas y palabras. Así que me he lanzado a la vida del publicista y con ayuda de Nacho (para ver si blog pincha aquí) he creado este cartelito para animaros a regalar poesía. 

Si alguien está interesado, puede ponerse en contacto conmigo a través de mi correo electrónico: pgarciarojo@gmail.com. Y si no imagina cómo son mis poemas... pues puede visitar Ridícula Calamidad y echarles un ojito (o dos o tres).  


martes, 26 de noviembre de 2013

calendario de adviento 2013

 Otro año más se acerca el Adviento y otro año más me encuentro con los mensajes y los e-mails alentándome para que me lance de nuevo a la ventura de orar y descubrir algunos retos para que este tiempo de espera sea fructífero. 

Este año también me ha ayudado Nacho Pangua con el diseño (podéis visitar su blog pinchando aquí). Hemos creado una versión en blanco y negro para que al fotocopiarla salga bien -o por si alguien quiere sacar los lápices de colores- y la versión con color, que es mi preferida. 

Leer todos los evangelios del tiempo de Adviento de una sentada, orando para encontrar el mejor reto, es como recibir un chaparrón de esperanza, alegría y ternura. ¡Muchas gracias a todos por insistirme siempre! 

¡Feliz Adviento a todo! Que Dios os bendiga. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

un recuerdo agradecido a nuestros difuntos



Mi abuela Luisa hacía las gachas con almendras tostadas y así es como le gustan a mi padre. Hoy las he hecho yo por primera vez -después de mirar en internet, hacer llamadas de urgencia a mi madre y mandar wasap de comprobación casi a cada paso-. 

Nacho decía que no había comido nunca gachas y a mí me ha parecido imperdonable no prepararle este dulce tan típico de mi familia -y de muchas otras, lo sé- en el puente de los santos. Llevo días enfrascada en un nuevo trabajo que estoy desarrollando para una editorial y me ha costado bastante cambiar el chip para meterme en la cocina. 

Pero, una vez allí, con los ingredientes rodeándome y el recuerdo de mi familia, ha sido fácil. Ha sido como unirme a una cadena que el tiempo hizo a través de las mujeres que me precedieron y ser una más con ellas. Unirme a mi madre, a mis tías y a mis abuelas llevando a cabo una receta que siempre se repite, girando la leche y la harina en la sartén, concentrada en cómo el humo se iba alzando sobre mi cabeza, pendiente del olor de la matalahúva, del sabor de las almendras tostadas. Como si, de pronto, yo fuera todas ellas a la vez y ese momento no fuera sólo mío. 

Conservar estas tradiciones culinarias es como coleccionar anécdotas y recuerdos de generaciones. Me gusta. Me gusta sentirme parte de algo más grande que yo, de algo que no soy capaz de comprender porque se pierde en el tiempo hacia atrás y hacia delante: la familia, la historia, la vida. 

A Nacho le han gustado -es que me han salido muy ricas- y el sabor le ha recordado a su infancia, como si fuese capaz de recordarlo unido a la imagen de su abuela. Seguro que ella se las hizo alguna vez, ha asegurado dando buena cuenta del pan tostado y las almendras, uniéndose también a su propia historia a través de las recetas. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

sábados de septiembre, poemas de papel


En ridícula calamidad me han preguntado si había abandonado este rincón y me ha dado un ataque de culpabilidad mañanero. Lo cierto es que no sé muy bien qué hacer con él porque, pese a mis múltiples intentos de ser disciplinada y seguir escribiendo por lo menos una vez a la semana, casi no le encuentro hueco. 

De pronto la literatura tiene otras muchas formas para mí más allá de contar lo que me pasa. Supongo que el aire autobiográfico se me va olvidando poco a poco. Me encantaba venir a escribir aquí, venir a reflexionar sobre cualquier tontería o cualquier sentimiento. Hablar de milagros, de libros, de amor... 

Pero hay momentos en los que a una le toca estar algo más callada. Un buen amigo me dijo una vez que dejase de ser narradora de mi propia historia y comenzase a vivirla. Me pareció ridículo entonces y ahora mastico su frase y la trago y la asumo, porque vivo. Hace tiempo que no me cuento las cosas, sino que las experimento, las siento, las destrozo, les hago el amor, me las como y las saco a bailar. No es para nada lo mismo. 

Por eso no puedo prometer recuperar las buenas costumbres. Pero pasaré de vez en cuando. Hoy os traigo la fotografía del poemario de papel que he preparado para regalar el día de mi cumpleaños. Se llama somos lo que fuimos y podéis imprimirlo descargándolo desde la sección de imprimibles de ridícula calamidad

Gracias por la constancia y el interés siempre. Muchísimas gracias. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

hermano al rescate


Me tomo un café mientras mi hermano duerme en la habitación contigua. Ha venido a rescatarme del terrible mundo de las nuevas tecnologías en el que, aunque soy hija de informático, no me muevo con demasiada soltura. Estoy contenta porque se está quedando algunos días y me encanta pasar mi tiempo con él. Además, me está haciendo la comida y ha cambiado las fundas del sofá porque se aburría. ¿Cómo no voy a estar encantada? 

Javi se siente en casa como en su territorio y eso me gusta, porque siempre he deseado que esta casa hiciese sentirse cómodo a todo el mundo. Entra y sale a la terraza, inventa en la cocina, observa la obra del zoológico... Está tranquilo. 

La última vez que vino estábamos Nacho y yo en casa, y me gustaba verlos a los dos entretenidos con sus proyectos y sus ilustraciones, hablando de diseño y programas extraños del ordenador, intercambiando ideas sobre materiales y resultados. Que las personas que amas se caigan bien siempre es un regalo inestimable. Y a mí me gustaba observarlos, disfrutar de esa magia cotidiana que transmiten los que aprenden a entenderse -también porque te quieren. 

Así que es bueno tenerlo aquí, esperando conmigo al regreso de Nacho, dándome conversación y carcajadas, escuchando mis aventuras en el trabajo y bebiéndose mi café. Doy gracias a Dios. Estoy contenta. 

Se ha despertado y se va dando golpes contra las puertas, así que voy a hacerle caso. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

de recuerdo cerezas


Las primeras cerezas de la temporada del año pasado las compré con Javi. Habíamos ido a verlo una tarde, en pandilla, dispuestos a sacarlo de casa para dar una vuelta. Yo echaba de menos las cerezas de Alcalá y bajo la casa de su madre había un chino que las vendía. 

Recuerdo que compré un puñado y las fui comiendo mientras llegábamos al pub al que íbamos a tomar un refresco y jugar un billar. Los chicos estuvieron jugando, hice algunas fotos con el teléfono y nos reímos. Después había música en vivo, así que nos enganchamos con aquella banda de ingleses e incluso Rafa y Alberto cantaron algunos temas. Era un jueves, creo, y llegué a casa tarde pensando en el madrugón del día siguiente. 

Hoy he vuelto a comprar cerezas. Volvía de hacer algunos recados y he visto una de estas fruterías de las que proliferan ahora, con las cajas en la puerta y fruta brillante y llamativa. Mi madre me había hablado de cerezas por teléfono y no he podido resistirme. 

En el momento justo de elegir las pequeñas y oscuras cerezas he recordado aquel día, aquella tarde con Javi y los chicos. Como un bombardeo de extrañamiento, ternura, complicidad y un deje de tristeza -o más bien melancolía. Algo así ha sido. 

No había hablado directamente de Javi todavía. Había escrito algún poema incomprensible sobre su marcha. Los chicos han escrito canciones. Yo quería decir... quería contar... algo. Supongo. Pero me siento redundando todo el tiempo. Sé que no hace falta decir nada. O quizá yo no quiera decir nada todavía, realmente, más allá de que compré cerezas y me acordé de él. 

lunes, 8 de abril de 2013

ideas sueltas y la luz


Suena Fabian en la casa y el sol atardece sobre los árboles del zoológico. Casi no se oye nada más allá del sonido de la luz cayendo. He realizado mis tareas. Todo está en su sitio, menos el bolso de la presentación que aún aguarda sobre una de las sillas del comedor para que lo lleve a su sitio. Es uno de esos días en los que hace más frío dentro de casa que fuera y pienso en Andújar y mi pequeño hormiguero de muebles oscuros. En la luz de aquella casa. 

La luz es importante. Me gusta esta hora en la que lo alarga todo y cosas que están lejos se tocan con sus sombras, como si el deseo sólo pudiese realizarse al atardecer. 

Me duele un poco la cabeza después de una tarde de reuniones. He regado las plantas por si eso ayudaba a destensarlo todo y he descubierto nuevos mosquitos comiéndose mis macetas. La parte por el todo. No sé por qué he pensado eso, quizá por la hora de literatura. 

Pienso en Nacho dibujando en Madrid, lo imagino concentrado en su escritorio. Intento imaginar la luz. Entonces pienso en Valle-Inclán, en cómo describe la luz en sus acotaciones. Supongo que es una de esas tardes en que una cosa lleva a la otra y nombres, fechas, hitos kilométricos se van sucediendo en mi cabeza. 

La música amansa a las fieras es mi pensamiento final. 

miércoles, 27 de marzo de 2013

La Última Musa es el tercero


Estos últimos meses he estado algo más desaparecida, pero los proyectos literarios ocupan casi todo mi tiempo libre. Por eso aparezco por aquí, para mostrar la fantástica portada que Marta ha diseñado para La Última Musa, que es la tercera entrega de mi saga de literatura juvenil Los Portales de Éldonon

Mientras que trabajábamos en el lanzamiento de esta novela, corrigiendo los últimos detalles, revisando la maquetación, peleando con la portada... He estado encerrada escribiendo la cuarta parte, por eso no he podido dar señales de vida. Ahora estoy corrigiendo esa última entrega de las aventuras en el mundo de la imaginación, pero espero terminar pronto. 

Supongo que me sentiré tan aburrida que entraré aquí cada dos por tres a contar mi vida y mis milagros. Por ahora os tengo que dejar sólo con mis novelas, ¡no doy para basto! 

martes, 12 de febrero de 2013

el calendario de cuaresma


Este año me he visto en la tesitura de tener que resucitar un viejo calendario de cuaresma. Entre una visita de inspectores en mi trabajo, el lanzamiento de mi próxima novela y la redacción del libro que finalizará mi saga juvenil, no he podido rezar con paz las lecturas del tiempo de cuaresma. Mi amigo Fer (http://odresnuevos.wordpress.com/) me propuso la posibilidad de contar con las propuestas de cuaresma de hace tres años y mi hermano Javier (http://javirojo.portfoliobox.net/) se puso las pilas con los cambios en el calendario. Así que sólo puedo estar agradecida porque, sino hubiese sido por ellos, no habría podido compartir nada con vosotros. 

La cuaresma es un tiempo perfecto para las limpiezas de primavera, las limpiezas espirituales, para mí es un tiempo de luz y orden. ¡Ojalá vosotros también podáis disfrutar de estos cuarenta días de reflexión! 

lunes, 4 de febrero de 2013

cuando a las diez se me gastan las pilas


Da igual lo que haga, llegan las diez de la noche y empiezo a quedarme frita. No importa que me ponga una serie o una película, que lea o charle, no importa. Mi cuerpo se va relajando y empiezo a llorar de sueño -sí, de sueño-, comenzando a emborracharme de mí misma, torciendo las palabras al escribir y las ideas al pensar. Descubro, entonces, que he ido perdiendo la elegancia en el sillón y que, poco a poco, me he derramado sin darme cuenta hasta que mi cabeza ha descansado en el respaldo. Mis piernas largas llegan más lejos, la luz me molesta, el reloj se hace sonoro como si quisiese recordarme algo. No importa cuánto me resista, sé que lentamente me irá ganando, convirtiéndome en territorio de bostezos, con ojos entrecerrados. 

Entonces enfilo el camino hacia la cama, reuniendo las fuerzas que me quedan para desnudarme y ocultarme dentro del edredón blanco, tapada hasta las orejas, con un libro, el que sea, para convocar el último resquicio de vigilia y abandonarlo entre las páginas. 

Mi sueño no entiende de sábados y domingos, no distingue días entre semana. Llega a las diez, saluda y se acomoda, a sus anchas. Haciéndome la peor para una fiesta, la primera en despedirse. Mis padres cuentan que un día, esperando a sentarnos en un bar, me dormí de pie. Me lo creo. Buenas noches. 

viernes, 1 de febrero de 2013

un anónimo me asalta con mil dudas


Anónimo Anónimo dijo...

Qué alegría!!! Así da gusto un Febrero y sus visperas!! 
Ánimo con esa 4 parte, qué ganas de leerla (y de que salga la 3).
Por cierto, cuéntanos un poco más tus manías al escribrir, me ha gustado saber ese poquito que pones.
¿Escribes en papel y luego lo pasas al pc? parece que sí. Y esas fotos de las ilustracionestu misma haces y que que te inspiran para los libros... y ¿prefieres pc a mac? veo qeu tienes un acer... ¿oyes música mientras escribes?, ¿te haces fichas con los personajes? y... y... y...

Este ha sido el comentario que he encontrado en la entrada de ayer, así que, como me ha hecho sentir una estrella acosada por la prensa -y me ha hecho mucha gracia también-, voy a responder a todo lo que pueda. Lo primero, las manías. 

Iba a escribir que no soy muy maniática, pero de pronto he pensado en varios detalles y he decidido que cada uno valore según sus parámetros. No tengo un ritual a la hora de escribir, pero sí que me gusta, por ejemplo, recogerme el pelo. Me molesta casi cualquier cosa, así que me hago un moño en lo alto de la cabeza y, para más inri, me coloco una diadema para que no se escape ni un rizo. Necesito llevar ropa cómoda y me quito siempre el reloj. Me gusta prepararme un café al empezar e ir bebiéndolo mientras releo el capítulo anterior. Desde que descubrí la tienda Muji, utilizo un modelo de sus libretas para los esquemas de las novelas, me he vuelto una sibarita y no me sirve el folio blanco de toda la vida. Al principio hago esquemas generales y luego, conforme escribo, voy revisándolos en nuevos esquemas para cada capítulo. Me gusta utilizar rotuladores de colores y dibujar tonterías para convocar a mi inspiración. Por otro lado,  al utilizar pinterest, me doy un paseito por mi carpeta de Éldonon para coger fuerzas. No soporto que me interrumpan mientras escribo y soy incapaz de atender a quien me habla. ¡Ah! A veces me entra la neura de lavarme muchas veces las manos, suele ocurrir cuando estoy atrancada. 

Siempre escribo en el ordenador. No me daría tiempo a seguir el ritmo de mis ideas a mano. Así que a mano sólo realizo esquemas, como he dicho, y apunto algún diálogo o alguna idea. No sé a qué fotos de ilustraciones se refiere el comentario. A veces Marta ilustra mis portadas o hace algún dibujo que me sirve para Éldonon. A veces es Nacho el que se dedica a esa tarea. Yo hago algún bocetillo cutre de los lugares para situarme y descargo imágenes de internet para hacer mapas conceptuales que me ayudan bastante. 

Con respecto al tipo de ordenador, no soy nada tiquismiquis. Utilizo un portátil que compré por su autonomía y su poco peso. Pero no escribo las novelas en él. Suelo escribir en mi sobremesa que es una mezcla de varios ordenadores que montó mi padre. Me ayuda que esté en una habitación a parte en la que puedo aislarme de la casa y del mundo. Así me concentro mucho mejor. 

¿Qué me quedaba? ¡Ah, sí! La música y los personajes. Lo cierto es que sí que escucho música escribiendo. Antes me hacía carpetas de reproducción según la novela en la que estuviese trabajando. Pero tuve un trauma con un disco de Milow y desde entonces sólo escucho eso. En cuanto a las fichas de los personajes, para nada, no tengo esa paciencia. Los conozco. De vez en cuando tomo algún apunte si se me ocurre algún dato sobre su pasado o algo así, para luego no desdecirme, pero poco más. 

¡Madre mía, qué de cosas! En mi primera entrevista para la prensa, mi editora me dijo: "tú responde largo, di muchas cosas, así ocupamos más página". Se ve que esa lección la aprendí bien.

(He puesto una foto de escritora, escritora. Ya que hacía la gracia, la hacía completa)

jueves, 31 de enero de 2013

ven, febrero, hombre de literaturas


El coche suele ser mi generador de ideas. Cuando conduzco, mi imaginación tiende a desatarse -si no voy cantando como las locas-. Construyo la mayoría de mis novelas durmiendo o conduciendo, y esta mañana sentí el empujón de la creatividad mientras subía al trabajo con el sol comenzando a brillar. 

A lo largo de la mañana, entre clases terroríficas con los terceros, debates sobre la imaginación con primero e intentos desgraciados de lectura teatralizada con mi grupo de pcpi, es casi imposible encontrarle un hueco a la creación. Pero al volver a sentarme en el coche para enfilar el camino a casa, mi cabeza volvió a ser un hervidero. 

Por eso, después de comer, seguí mi ritual de café, de encender el ordenador del despacho, subir las persianas, desperdigar lápices, ponerme las gafas y concentrarme en una libreta de pastas grises mientras Milo suena por los altavoces. 

Llevaba meses pensando en la última entrega de Los Portales de Éldonon y necesitaba darme un pequeño empujón para ponerme a escribir. En los últimos tres años, febrero se ha convertido en mi mes de la creatividad, especialmente gracias a la semana de vacaciones al final; pero este año he querido adelantar mi proceso, aunque sea un día. Así que he comenzado a redactar el primer capítulo del que será mi cuarto libro en Éldonon. 

Los principios siempre me cuestan trabajo. Como si tuviese el lenguaje atado y necesitase levantar un mundo a mi alrededor con todas mis fuerzas, casi conjurando un universo que me devore para surgir a través de mí. Así que las primeras 1700 palabras, los primeros tres folios, han sido como aprender a coser. Lento y, seguramente, equivocado. Pero estoy contenta. 

Estoy contenta. Estoy haciendo lo que más me gusta hacer. ¡Ojalá me dure el impulso y las ganas y las fuerzas! Y pronto pueda decir: hay una historia más que contar. 

miércoles, 30 de enero de 2013

pretérito perfecto compuesto


La casa permanecería en silencio, pero boza canta bajito desde el ordenador, dejando al reloj su protagonismo. Yo he ocupado el tiempo. He sido hacendosa y he regado las macetas, he guardado el mantel y he vuelto a recoger la cocina. No me he olvidado del salón y lo he puesto todo en orden. He repasado cada una de las habitaciones. Como estuvimos en ikea, he enmarcado el dibujo que Nacho me ha dejado debajo del sofá y lo he puesto junto a las últimas ilustraciones de Marta, antes de llevarlo a la cabecera de la cama. He escrito un poema. Y he entrado aquí, a abusar del pretérito perfecto compuesto. 

En el colegio odiaba los verbos y las tablas, y todo lo que supusiese estudiar de memoria. A mí me gustaban las cosas que se podían aprender como una historia, las que dejaban un hueco para fantasear o inventar sucesos paralelos. Por eso puedo imaginar a Nacho en el tren, dormido elegantemente con la boca cerrada, o intentando dibujarse fijándose en su reflejo en el cristal. Es la historia paralela que ha empezado a las 17:58. Ahora ya no puedo aprenderlo de memoria, pero puedo rellenar los huecos que se deja. Puedo inventarme en lo que piensa, a dónde va, hacia dónde mira. 

Yo miro los adaptaciones de Mio Cid de mis alumnos agrupadas en dos columnas: las corregidas y las que no. Miro el reloj, me planteo una ducha, escucho palabras de la canción -y salté del vagón a fugarme conmigo-, parpadeo rítmica. Él hace lo mismo. Ha pensado ahora lo mismo que yo. 

miércoles, 23 de enero de 2013

¿cuántas veces hay que leer un poema para que vuelva?


Mientras Nacho ensaya algunos bocetos en la mesa del salón, me he sentado a poner al día mi moleskine de lecturas. Primero me he hecho con la torre de libros de poesía que no había registrado en estos últimos meses: Ana Martín Puigpelat, Teresa Wilms, Li Qingzhao, Jaime Sabines, María García Zambrano, Patricia Fernández-Pacheco, Mina Loy, Amy Lowell, Manuel de Barrio Donaire, Francisco Ruiz Noguera, Leonard Cohen...La lista se me escapa. 

Estaba registrando la primera de mis lecturas, allá por mayo, cuando me surgió esa pregunta: ¿cuántas veces hay que leer un poema para que vuelva? Porque estos versos, estos últimos versos leídos durante los pasados meses, aún no resuenan con la fuerza de las cascadas, el portazo, el cohete, la sorpresa, el gemido... Sino que permanecen casi muertos en sus libros, necesitados de nuevas lecturas, aún subrayados, para cantar, para ser los pájaros que fueron pensados. 

Siempre me ha fascinado la fuerza de la poesía para sorprenderte en el momento más inesperado encendiendo luces o apagando farolas. Anoche leía a Caballero Bonald con la urgencia de un lápiz en la mano, abandonándome caótica al ritmo de sus palabras. Y hoy recuerdo levemente versos que incendiaron un día algún pasaje de mi imaginación. ¡Qué triste! ¿Cómo, cómo hacerlos partícipes de mi ideario cotidiano? ¿Cuántas veces tengo que leerlos para que me asalten en la cocina o me interrumpan en el café o se me crucen como una idea propia? ¿Cuántas? 


martes, 1 de enero de 2013

día uno


Mis pasos suenan por las calles mojadas y desiertas. Él corre por un parque de Madrid escuchando sus respiraciones. La ciudad está desierta, sólo algunos señores mayores se reúnen en la plaza a evaluar las consecuencias. El aire helado matiza mi piel, perfeccionándola, y noto su frío llegando a mis pulmones. Siempre soñé con andar por ciudades desiertas, quizá por eso soñé Gris. 

Juan me abre la puerta y Leti aún lleva el pijama. Mi tortuga ninja se queja porque lo visten mientras Lucas me mira con curiosidad desde los brazos de su abuelo. Después el enano y yo arreglamos muebles con una herramienta de juguete antes de salir tarde a misa. 

Sólo abrigos negros. Es algo que me inquieta. La voz profunda que reverbera contra las pieles oscuras de las chaquetas. "Tiene pupa", dice Juan como cualquier niño, con su tono agudo y sorprendente. Dan ganas de crear de nuevo el mundo. 

Y nos felicitamos, rostros conocidos y perdidos en el tiempo que ahora resuenan. Besos repartidos y conversaciones tenues que se olvidarán muy pronto, cuanto todo siga girando y cada uno vuelva a su lugar. Juan Pequeño se aburre y está enfadado por tantas convenciones, quiere irse, supongo que quiere volver a territorio conocido, correr, ¿quién sabe? 

Ayer un amigo decía que estas fechas tan alegres lo ponían melancólico. Supongo que es fácil dar el paso de un lado a otro. Yo elijo quedarme aquí, donde la melancolía es leve y no se alimenta, donde puedo cantar canciones inventadas como mi abuelo, y pruebo de todos los vinos.