Cuando el café se quedaba frío en el escritorio por el ritmo de una frase y desde la ventana observaba la montaña. Cuando mi madre interrumpía mi quehacer y recibía gritos egoístas. Cuando colgaba en la pared los esquemas y me estrellaba contra el suelo si perdía el hilo de una idea. Cuando sobre mi cabeza había libros. Cuando no existías. Cuando aprendí a desearte en un salón sin vistas o escribía por las tardes en el sillón blanco con las rodillas dobladas sobre la silla. Y el té. Ese té. Y los ruidos de la casa. Y escribir entre clase y clase dos palabras. Cuando llegué y los instantes eran huecos donde almacenar los verbos. Cuando el café se queda frío hoy también y tampoco tengo vistas. Cuando los papeles se me agolpan y los dedos pequeños de Carmen desde la fotografía me miran avisándome del tiempo que me queda. Cuando soy, en voz bajita, la que quiero ser un día y tengo miedo de no lograrlo jamás. Cuando el café se queda frío. Cuando el café se queda frío. Cuando.
lunes, 7 de marzo de 2011
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2 comentarios:
Hoy tengo el dia libre y te leo más. Tu entrada de repente me evoca un precioso poema de Jacques Prévert que me acompaña desde mi adolescencia cuando estudiaba francés:
Rappelle-toi Barbara
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Tu repetido "cuando el café se queda frío" tiene la culpa
Eso sí, tu texto transmite alegría
Como siempre un placer pasar por tu casa...
Saludos.
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