miércoles, 27 de julio de 2011

"¿dónde te metes este tiempo?"

Últimamente no paso por aquí ni por ridiculacalamidad. Ando hasta arriba de verano, totalmente conquistada por las actividades del tiempo libre. Mis padres han estado unos días de visita, he disfrutado de días enteros de playa con ellos y también de noches geniales de conciertos. Pero el resto del tiempo lo voy dividiendo entre las clases de pintura, el mar, las cenas en la terraza con algunos amigos, partidas de juegos interminables, la ardua tarea de catalogar los libros, las escapadas de fin de semana, las visitas intermitentes para acudir al mar o tomar unas cañas, la lectura de Guerra y Paz -que, por cierto, se me ha acabado y no sé qué leer ahora-, la cocina y algunas recetas nuevas, el marujeo absoluto que la casa merece a veces -sobre todo con tanto trajín-... 

Lo que generalmente se conoce como un "no parar". Estoy tan atareada y tan contenta, que no se me ocurre pararme a escribir. ¿Sirve como justificante para mi ausencia? 

lunes, 11 de julio de 2011

mañana de lunes, mañanas de limpieza


A veces me siento a mirar ondear la ropa tendida y a no pensar en nada. Entonces, sin darme cuenta, es cuando comienzo a pensar en todo, en el sentido del mundo, en el paso del tiempo, en la clave de mi propia vida o el dibujo que traza la sábana al ser bamboleada por la brisa suave de esta mañana de julio. Observo las macetas, reparo en un lápiz tirado en el suelo y tus acordes me acompañan sin pausa. El reloj, el reloj, tres años ya, suena a mi espalda recordándome todas las cosas que tengo que hacer. Y la melancolía estúpida -placer poeta- que acompaña el hecho de ser vivo, se me enreda en los tobillos como una ola calma, como las olas de ayer cuando Juan dejaba de ser una tortuga ninja a la orilla del mar para ser una croqueta ninja de ojos grises y brillantes. 

Las cosas son tan fáciles y yo las adorno demasiado. Los árboles siguen ahí. El mar sigue ahí. Yo sigo aquí, en pie, en el margen preciso de la respuesta correcta. Porque mil flechas cruzaron el cielo, pero ninguna acertó evitar que en este justo momento escriba estas líneas tontas mientras los minutos ondean junto a la ropa tendida.

domingo, 10 de julio de 2011

cumplir sueños pequeños sin grandes esfuerzos


Desde que alquilé esta casa, sólo era capaz de fantasear con la cantidad de posibilidades que tenía la terraza. ¿Qué comidas daría allí? ¿Quién vendría a cenar por las noches? ¿Tocarías alguna vez tu guitarra en el silencio del atardecer mientras los pájaros se marchan? ¿Quién brindaría? ¿Qué libros leería al amparo de las velas contra mosquitos? 

Y un día Juan y yo sacamos el sofá, cuando no había muebles, para que Leti se sentase a reír con Juan pequeño en la barriga. Y otro día Juan y yo montamos los muebles de terraza. Y mis padres se sentaron morenos y felices a mirar cómo caía el sol. Hicimos cenas temáticas, Marta trajo delicias de París, y Manolo y yo cosimos interminables guirnaldas para decorar mi fiesta de cumpleaños. Leí con los pies sobre las sillas y brindé conmigo misma. Tuvimos un almuerzo de Trivial con Antonio y Alicia. En esta terraza se ha arreglado el mundo. Hemos visto películas y degustado nuestros batidos caseros. Con Sara, Claudia y Silvia nos hemos reído a carcajadas mientras se iba acabando el sorbete de limón. Mis primos se han puesto las rodillas negras en ese suelo jugando con un tren de madera y Carmen, con sus manitas pequeñas, devoró un trozo de pizza. ¡Hemos señalado monos! Y se ha cenado, siempre, a la luz de las velas amarillas. 

Anoche, por fin, después de que Silvia y yo nos declaráramos incapaces de rendirnos, volvimos a celebrar un buen día con el mantel de los árboles y daiquiris de sandía, con la visita rápida de Alfonso y mis trufas de chocolate para hacerte chantaje, porque llegaste con la guitarra y por fin uno de mis pequeños sueños de verano se iba a hacer realidad. 

Así que sonaron tus acordes y bailé descalza como en mis historias más torpes. Morena y descalza y feliz. Con vosotros. En la terraza. Contigo. 

sábado, 9 de julio de 2011

primera semana


Los planes se agolpan. Mis padres se han ido de casa y el viento fresco entra por las ventanas siempre abiertas. Las macetas miran al sol y el frigorífico planea cenas con velas. Tú suenas en el reproductor cantando a Dafne. Rusia se sienta en mi sillón y el café se enfría sobre la mesa. Quizá me apunte a clases de dibujo aunque los horarios sean horribles. Creo que no hay nada más milagroso que un bocado de Juan Pequeño trepando sobre mi pecho para agarrarme los rizos. Leer, dormir. El agua fría. La sal en los labios y la arena en todas partes, en todas partes. Coronar la madrugada recorriendo las calles vacías con Rafa y leer poesía en un bar sintiéndome el encantador de serpientes. Martini con hielo. Tendederos. Sandía. Dos niños italianos paseando esta costa con sus padres. La niña china de la jaula que me sonríe en el semáforo. El sofá es rojo y marrón ahora, es la memoria de mi primera semana de vacaciones. 

lunes, 4 de julio de 2011

desde el otro lado


El otro lado llamado "vacaciones", claro está. Con el tiempo libre pegado a las sandalias que suben y bajan del mar o recorren el centro con mis padres en estos días de actividad frenética, que parecen querer resumir dos meses en una semana. 

Entonces viene el hacer la compra y acometer las chapuzas: un mueble para el baño, otro para la terraza, las fundas de verano de los sofás, cambiar las camas, las perchas que se cayeron, la bombilla que se fundió... La limpieza general y poner la casa a punto para que de lo mejor de sí durante los meses de verano. Para que acoja a Juan Pequeño mientras yo duermo agotada después de haber pasado una noche de gallos contigo y con Nico. Para acoger a mis padres y que se sientan en su casa y tomen los ordenadores y se hagan hueco en el sofá o impongan paulatinamente sus horarios y costumbres. Para esperar las fiestas en la terraza con Silvia inventando cócteles y Claudia y Sara riendo a carcajdas. Para albergar mis siestas, mis mañanas de manualidades y fotografías, las lecturas interminables. 

Así, al mismo tiempo que cada uno de los objetos de casa parece tomar posiciones para la batalla, con ese silencio contenido de la vanguardia en el campo abierto, así aguarda también la emoción en mis costillas porque varias editoriales leen Lobo y Los cines somnios continúa su proceso de edición. 

Sí, como canta mi amigo Rafa, éste va a ser un buen verano.