Los planes se agolpan. Mis padres se han ido de casa y el viento fresco entra por las ventanas siempre abiertas. Las macetas miran al sol y el frigorífico planea cenas con velas. Tú suenas en el reproductor cantando a Dafne. Rusia se sienta en mi sillón y el café se enfría sobre la mesa. Quizá me apunte a clases de dibujo aunque los horarios sean horribles. Creo que no hay nada más milagroso que un bocado de Juan Pequeño trepando sobre mi pecho para agarrarme los rizos. Leer, dormir. El agua fría. La sal en los labios y la arena en todas partes, en todas partes. Coronar la madrugada recorriendo las calles vacías con Rafa y leer poesía en un bar sintiéndome el encantador de serpientes. Martini con hielo. Tendederos. Sandía. Dos niños italianos paseando esta costa con sus padres. La niña china de la jaula que me sonríe en el semáforo. El sofá es rojo y marrón ahora, es la memoria de mi primera semana de vacaciones.
sábado, 9 de julio de 2011
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