martes, 1 de marzo de 2011

la segunda habitación



En casa hay una segunda habitación a la que nunca sé cómo referirme. Cuando viene alguien de visita es "el cuarto de los invitados" o "vuestro cuarto". Y cuando no hay nadie es el "cuartillo", "la segunda habitación", "el otro cuarto", "el cuarto de los trastos", "el despacho"...  Quizá esa última denominación, "el despacho", sea la más apropiada puesto que en ella es en la que tengo el escritorio, el ordenador grande, los libros de trabajo y la estantería de los diccionarios. 

La cosa es que el karma, el destino -seguro que la providencia-, me ha condenado a vivir las próximas semanas en este cuarto con ventana al patio interior, en lugar de permitirme terracear y dejarme engullir por el sofá. ¿Por qué? Porque el portátil que siempre me acompaña, al que le dicto mis  historias, el que me permite estar conectada al mundo, decidió tomarse también unas vacaciones y lo hizo por todo lo alto: muriendo sin más.

Afortunadamente, tengo la suerte de tener un padre informático que viene a visitarme cuando tiene un puente y, gracias a su paciencia y su rápida intervención quirúrgica, tras muchas horas logramos salvar la única copia de mis documentos que existía. La verdad es que cuando piensas en perder fotografías, direcciones o películas, la cosa no tiene tanta gravedad... pero cuando reparas en los folios y folios de word de las novelas, de los poemas o de los cuentos, el matiz que cobra la catástrofe es muy distinto. De hecho, ahora estoy escribiendo esto, porque todo está recuperado y salvo en mi ordenador de sobremesa de toda la vida -el mismo que hace un mes se dio de baja y me perdió todos los documentos que tenía desde primero de carrera hasta mi segundo año de trabajo después de la oposición-, si no estaría llorando en algún rincón. 

La buena noticia, además de haber salvado mis datos, es que no voy a tener más remedio que centrarme para escribir y que, como estoy trabajando en mi novela, esto me obliga a cierto orden y premeditación. Estoy convencida de que el sofá blanco se habría convertido en mi peor enemigo para esta batalla.  Por eso enderezo la espalda en la silla del despacho, me pongo mis gafas moradas y reparto por la enorme superficie todos los papeles que estoy utilizando para diversificar mi atención y, al mismo tiempo, centrarla para ser creativa, productiva y respirar. 

2 comentarios:

cuadernodebitacora dijo...

la creatividad solo se encuentra en la acción. un beso

MARTA MESA dijo...

Si no te funcionase ningún ordenador....ya sabes, a la antigua usanza!!! Así usas la máquina de escritora tan bonita que tienes!!!