Cuando terminados de comer cae el chaparrón del siglo y nos miramos desde los sofás sin saber muy bien cuál será el plan de la tarde. Todos queremos salir a la calle, a que nos dé el aire, a librarnos de la sensación de fin de domingo.
Nuestro primer heroísmo es salir sin paraguas y Carolina salta emocionada sintiéndose una aventurera. Pero es que tenemos esperanza en que deje de llover. Bajamos alegres a la calle y enfilamos el CAC sin caer en la cuenta de que es lunes. Andamos animados entre los charcos, desafiando a la tormenta y confiando en que se vayan abriendo claros como los que vemos en el horizonte.
El heroísmo se nos queda cojo cuando encontramos las puertas cerradas y nuestra tarde cultural pierde todo su brillo, aunque intentamos recuperarlo al descubrir la cafetería abierta. Somos los únicos clientes en esa sala de mobiliario blanco y mesas de madera. Tres cafés con leche contra la lluvia. Fotografías y anécdotas contra una tarde que se nos viene en contra.
Pero no estamos dispuestos a rendirnos. Vamos a la biblioteca para ver si hay teatro. Cerrado. Vamos a la casa okupa del centro para ver si hay música o algún recital. Vacío. Vamos andando a la caza de algo que hacer para saciar nuestras ganas de convertir la tarde en algo más que la sombra de un domingo, sin darnos cuenta de que ya lo estamos haciendo por el simple hecho de estar juntos, de estar riéndonos de los rincones del mundo, de tomar extraños batidos en una terraza porque ha dejado de llover.
Los charcos han desaparecido cuando nos despedimos. Las nubes comienzan a abrir. Estamos estúpidamente contentos a pesar de que mañana ya habrá trabajo... Cuando vuelvo conduciendo a casa me digo que quizá sí que hayamos salvado algo.
2 comentarios:
cuando se comparten sonrisas ya queda todo salvado...
una bonita manera de vivir una tarde de lunes dominical...
Cuando todos los planes salen "mal", es que el plan escrito era otro y no lo sabìamos. Poder de una sonrisa ante el imprevisto.
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