domingo, 4 de septiembre de 2011

sin mudanzas


Después de hablar con Carmen, mientras recogía las sábanas tendidas y maldecía al mosquito que me ha estado acribillando las piernas, he caído en la cuenta de que este es el primer septiembre en cuatro años en el que no ando embalando mis cosas para iniciar una mudanza. Mi primer septiembre sin empezar un trabajo nuevo o una nueva vida, sin la oportunidad de reinventarme a través de los demás. Un mes en el que vuelvo al trabajo a encontrarme con gente a la que ya conozco, gente que sonríe al verme llegar. Y es extraño. 

Quiero decir, calculo que a lo largo de mi corta vida he experimentado unas diez mudanzas, y estos años las he estado haciendo sola sintiéndome nómada y atemporal. Pero ahora, hoy, mientras escucho el sonido del agua, del teclado y del reloj, mientras observo las macetas -esta es la primera casa que tiene tantas macetas sobreviviendo- y pienso en los días vividos aquí... no lo sé, supongo que es un vértigo nuevo. Algo dentro de mí se mantiene en constante cambio, necesita retos y, aunque siempre me siento tentada a caer en las garras de lo más seguro y cotidiano, una vocecita clama siempre por mudanzas, proyectos y cambios. 

Será el primer año que no tenga que aprender el nombre de las calles que transito, no tendré que descubrir la mejor panadería, ni la peluquería que sepa dejarme el pelo como me gusta, los vecinos y sus manías no serán nuevos, ni andaré por las aceras buscando esa señal que indique que voy por el camino correcto. El mapa está ya en mi cabeza. Los rincones llevan mi nombre y me presentan sus cambios. No hay nuevos olores ni nuevos sonidos. 

Acampo en mi hogar, soy mi punto estratégico, mi cueva segura, mi mejor guarida. 

1 comentario:

Vagamundo dijo...

Y sin embargo será un año nuevo, ya ha empezado, ya has empezado a vivirlo, de nuevo, aunque tu hogar no haya cambiado de puerta.