Me pregunto cómo sería vivir en un mundo en el que todavía quedasen espacios rosas en el mapa. Nacho retoca unas imágenes en el ordenador para un concurso y yo fantaseo con eso, con los espacios rosas en el mapa, porque ayer leí un artículo sobre los territorios imaginarios. Quizá por eso también mandé a mis alumnos hacer la descripción de un sitio que no exista.
Entonces imagino un mundo en el que no hiciese falta crear otro mundo para que cupiese lo desconocido, sino que contase con determinados rincones que poder colmar de significados y decir: "¿ves? en esta pequeña mancha rosa en el mapa hay en realidad un país donde habitan hombres con cabeza de pescado que hablan cantando" o "¡fíjate! en este rinconcito rosa hay un bosque donde nacen niños de los árboles". Creo que hubo un tiempo en el que todavía se podían desear cosas así para los territorios insospechados. ¿Cuáles son ahora nuestros dragones?
Nacho frunce el ceño y yo miro las paredes blancas de la habitación. Qué vasto el atlas de todo los soñado, el bestiario de lo que sólo intuimos entre las sombras... Y que se nos olvide que somos capaces de incendiar de contenidos un simple territorio en blanco, ¿qué debe significar?
1 comentario:
Mientras no perdamos ese niño que llevamos dentro, tendremos esos mundos que se vuelven imaginarios cuando dejamos dejamos de serlo, pero es ese mismo niño el que se aferra a nosotros, nos hace soñar y nos deja pequeños tesoros como el que acabas de escribir.
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