lunes, 17 de diciembre de 2012

el triunfo de los cambios


Alargo el café. Estoy vestida y no podemos hablar de lo que hemos soñado. La obra y el reloj marcan el ritmo cotidiano de la casa y hago listas mentales de las cosas pendientes para hoy, es casi un vicio. La ropa tendida, la decoración navideña, la mesa con todas las tarjetas extendidas esperando a ser rescatadas del olvido... todo parece casi igual, aunque falte su ruido y no estemos sentados juntos planeando la mañana. 

El cuerpo acepta muy rápido los nuevos ritmos y se queja cuando vuelvo a los antiguos. Es extraño, yo que temía que me molestase andando entre mis cosas, escucho a la casa llamarlo. Lo hemos aceptado aquí y nos gusta. He redescubierto el triunfo de los cambios. 

Ahora, me lavaré la cara, cerraré la ventana del dormitorio, recogeré el desayuno y me iré sin hacer demasiado ruido, sin haber usado aún la voz esta mañana, a pelearme con las bestias-niños que desean que lleguen ya las vacaciones para poner punto y aparte. Los entiendo. A mí también se me hacen largos estos días de cálculos y evaluaciones. Pero bueno, compensaré los números con lavadores, la espera con proyectos de novela, la ausencia con lecturas.

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