Cuando conduzco pienso en este sitio y, a veces, cuando la luz entra tímida por la ventana y necesito escribir como escribía aquí, escribo a Marta largos correos hablándole de las vistas de la ciudad desde la montaña. Hay algo de mí que se ha vuelto recatado y no necesita tanto gritar al mundo lo que piensa o siente. Quizá porque Nacho se levanta conmigo y tomamos un café hablando de lo que hemos soñado. Tengo el mejor lector en casa y con él no tengo que esforzarme en encontrar las palabras o en corregir las repeticiones.
Pero hoy la luz entra tímida en la casa. Nacho se recorta contra la ventana mirando la obra del zoológico que está cercana a su fin y el runrún de nuestros ordenadores se hace con el despacho, porque hoy entro tarde a clase.
Los miércoles son este año como mi oasis de la semana. Puedo levantarme una hora más tarde y sentir que he parado del ritmo frenético del resto de los días. Suelo aprovechar para trabajar en las unidades que estoy desarrollando para SM o para corregir la novela con la que ando ahora, pero hoy estoy más perezosa que nunca, así que he encontrado el camino para venir aquí y escaparme de mis obligaciones durante unos segundos.
Me doy cuenta de que me resisto como una adolescente a las tareas que considero obligatorias, como si quisiese montar una rabieta y gritarle al mundo "¡soy libre! ¡puedo vivir en el caos! ¡no me intimidan vuestras normas!". Sé que es ridículo porque tengo la intención de hacer felices a todos muy arraigada dentro de mí, así que me enfrento a la lucha continua entre el debo y el no quiero. Supongo que al final hasta resulta divertido.
Y a estas horas y a gana el debo... así que voy a ponerme a trabajar. (¡No quiero!)
1 comentario:
Je, je, añoras otros momentos... y eso es porque te estás haciendo una señora mayor!!!
Ojo, pero una señora mayor, pero muy guapa, ¿eh?.
Un besillo, amiga
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