Me gustan los sábados por la mañana. Como a todos. Me gusta que Nacho suba la persiana y la luz entre hasta la almohada con pereza. Escucharlo trajinar por la casa hasta que vuelve a sacarme del remoloneo, del sopor, y yo le pregunto si salimos a desayunar fuera.
Creo que la comida que más disfruto del día es el desayuno. Vienen a mi cabeza todos esos bufes libres de los hoteles, esos despliegues de bollos y zumos, de fruta y cereales. Me encanta pedir un café con la leche fría. Esperar mis tostadas, imaginar qué pan tendrán en cada cafetería.
Los sábados por la mañana el tiempo pasa de forma distinta si madrugas. Sólo encuentras algún jubilado que ha ido temprano a hacer la compra y que sonríe satisfecho por haber escapado de todas las colas que se harán conforme avance el día. Puedes escuchar tus pasos los sábados por la calle. Nosotros llevamos el carro de la compra y los ojos alegres de los que saben que van a darse un banquete antes de cargar las bolsas.
Esa peregrinación de la cafetería al supermercado, del supermercado a la frutería, de la frutería a la carnicería, es milagrosa. La gente que madruga los sábados tiene cierta complicidad amable. Te cobran el café con confianza, te arreglan el pescado con paciencia, lentamente, primorosamente, te dejan acariciar la fruta, seleccionar las verduras, comer una almendra, te comentan las recetas de las albóndigas o te aconsejan un truco que no sabías. Los mañaneros son un club secreto, una alianza. Sonrío y respiro la camaradería de las primeras horas, sobre el traqueteo del carro y las anécdotas.
Así, Nacho y yo volvemos a casa fantaseando con lo que vamos a cocinar, con lo que vamos a leer, con nuestros tópicos cotidianos, hasta que el frigorífico parece preparado para fiestas y la despensa llena nos observa interesante.
Me gustan los sábados por la mañana. Aunque me tenga que tomar una infusión de regaliz para digerir los churros que pidió mi valentía.
2 comentarios:
Me encanta escucharte (bueno, leerte, pero es que te leo con tu voz y es todo mucho más bonito) contar esas cosas tan pequeñas como grandes victorias. Hacer de lo cotidiano, un cuento...
...Y me alegro tanto de que seáis tan felices.
Me encanta la incorporación de Nacho a tus escritos. igual que te dice el comentarista anterior, me alegro que seáis tan felices
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