martes, 11 de octubre de 2022
escribir algo
Quiero contaros algo y no sé el qué. Que ha llovido cinco minutos esta tarde, quizá, o que en el mar había una barca blanca antes de que saliese la luna. A veces necesito hablar de todo lo insignificante, siento que una nada blanca tira de las palabras, que se desbordan porque no hay más que hacer, porque queda todo por decir. Quise comprar flores, pero no quise abandonar el capítulo en el que estaba inmersa. Así que recogí la ropa de la cuerda y consulté libros llenos de ilustraciones y nombres de plantas. Casi no entraba la luz en la casa, pero la vela estaba encendida sobre la mesa. Y el mundo seguía girando más allá de mí -lo que es extraño, porque yo tenía otro mundo dentro, uno que no existe, del que soy dios cuando creo-. Ahora mi divinidad se multiplica en Leo y entiendo los apuntes sobre transcendencia sin tener en la mirada la luz del poeta. Nacho posa sus manos en mi vientre como si fuese una bola mágica de adivinación. Pero mis visiones son limitadas, ahora solo puedo pensar en ciruelas.
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