miércoles, 22 de enero de 2014


Cuando conduzco pienso en este sitio y, a veces, cuando la luz entra tímida por la ventana y necesito escribir como escribía aquí, escribo a Marta largos correos hablándole de las vistas de la ciudad desde la montaña. Hay algo de mí que se ha vuelto recatado y no necesita tanto gritar al mundo lo que piensa o siente. Quizá porque Nacho se levanta conmigo y tomamos un café hablando de lo que hemos soñado. Tengo el mejor lector en casa y con él no tengo que esforzarme en encontrar las palabras o en corregir las repeticiones. 

Pero hoy la luz entra tímida en la casa. Nacho se recorta contra la ventana mirando la obra del zoológico que está cercana a su fin y el runrún de nuestros ordenadores se hace con el despacho, porque hoy entro tarde a clase. 

Los miércoles son este año como mi oasis de la semana. Puedo levantarme una hora más tarde y sentir que he parado del ritmo frenético del resto de los días. Suelo aprovechar para trabajar en las unidades que estoy desarrollando para SM o para corregir la novela con la que ando ahora, pero hoy estoy más perezosa que nunca, así que he encontrado el camino para venir aquí y escaparme de mis obligaciones durante unos segundos. 

Me doy cuenta de que me resisto como una adolescente a las tareas que considero obligatorias, como si quisiese montar una rabieta y gritarle al mundo "¡soy libre! ¡puedo vivir en el caos! ¡no me intimidan vuestras normas!". Sé que es ridículo porque tengo la intención de hacer felices a todos muy arraigada dentro de mí, así que me enfrento a la lucha continua entre el debo y el no quiero. Supongo que al final hasta resulta divertido. 

Y a estas horas y a gana el debo... así que voy a ponerme a trabajar. (¡No quiero!)

domingo, 8 de diciembre de 2013

promociones navideñas


Hace ya dos primaveras que Amar es aquí vio la luz de la mano de Ediciones Torremozas. Y como muchos nos volvemos locos eligiendo regalos de navidad, he pensado que sería bonito regalar poemas y palabras. Así que me he lanzado a la vida del publicista y con ayuda de Nacho (para ver si blog pincha aquí) he creado este cartelito para animaros a regalar poesía. 

Si alguien está interesado, puede ponerse en contacto conmigo a través de mi correo electrónico: pgarciarojo@gmail.com. Y si no imagina cómo son mis poemas... pues puede visitar Ridícula Calamidad y echarles un ojito (o dos o tres).  


martes, 26 de noviembre de 2013

calendario de adviento 2013

 Otro año más se acerca el Adviento y otro año más me encuentro con los mensajes y los e-mails alentándome para que me lance de nuevo a la ventura de orar y descubrir algunos retos para que este tiempo de espera sea fructífero. 

Este año también me ha ayudado Nacho Pangua con el diseño (podéis visitar su blog pinchando aquí). Hemos creado una versión en blanco y negro para que al fotocopiarla salga bien -o por si alguien quiere sacar los lápices de colores- y la versión con color, que es mi preferida. 

Leer todos los evangelios del tiempo de Adviento de una sentada, orando para encontrar el mejor reto, es como recibir un chaparrón de esperanza, alegría y ternura. ¡Muchas gracias a todos por insistirme siempre! 

¡Feliz Adviento a todo! Que Dios os bendiga. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

un recuerdo agradecido a nuestros difuntos



Mi abuela Luisa hacía las gachas con almendras tostadas y así es como le gustan a mi padre. Hoy las he hecho yo por primera vez -después de mirar en internet, hacer llamadas de urgencia a mi madre y mandar wasap de comprobación casi a cada paso-. 

Nacho decía que no había comido nunca gachas y a mí me ha parecido imperdonable no prepararle este dulce tan típico de mi familia -y de muchas otras, lo sé- en el puente de los santos. Llevo días enfrascada en un nuevo trabajo que estoy desarrollando para una editorial y me ha costado bastante cambiar el chip para meterme en la cocina. 

Pero, una vez allí, con los ingredientes rodeándome y el recuerdo de mi familia, ha sido fácil. Ha sido como unirme a una cadena que el tiempo hizo a través de las mujeres que me precedieron y ser una más con ellas. Unirme a mi madre, a mis tías y a mis abuelas llevando a cabo una receta que siempre se repite, girando la leche y la harina en la sartén, concentrada en cómo el humo se iba alzando sobre mi cabeza, pendiente del olor de la matalahúva, del sabor de las almendras tostadas. Como si, de pronto, yo fuera todas ellas a la vez y ese momento no fuera sólo mío. 

Conservar estas tradiciones culinarias es como coleccionar anécdotas y recuerdos de generaciones. Me gusta. Me gusta sentirme parte de algo más grande que yo, de algo que no soy capaz de comprender porque se pierde en el tiempo hacia atrás y hacia delante: la familia, la historia, la vida. 

A Nacho le han gustado -es que me han salido muy ricas- y el sabor le ha recordado a su infancia, como si fuese capaz de recordarlo unido a la imagen de su abuela. Seguro que ella se las hizo alguna vez, ha asegurado dando buena cuenta del pan tostado y las almendras, uniéndose también a su propia historia a través de las recetas. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

sábados de septiembre, poemas de papel


En ridícula calamidad me han preguntado si había abandonado este rincón y me ha dado un ataque de culpabilidad mañanero. Lo cierto es que no sé muy bien qué hacer con él porque, pese a mis múltiples intentos de ser disciplinada y seguir escribiendo por lo menos una vez a la semana, casi no le encuentro hueco. 

De pronto la literatura tiene otras muchas formas para mí más allá de contar lo que me pasa. Supongo que el aire autobiográfico se me va olvidando poco a poco. Me encantaba venir a escribir aquí, venir a reflexionar sobre cualquier tontería o cualquier sentimiento. Hablar de milagros, de libros, de amor... 

Pero hay momentos en los que a una le toca estar algo más callada. Un buen amigo me dijo una vez que dejase de ser narradora de mi propia historia y comenzase a vivirla. Me pareció ridículo entonces y ahora mastico su frase y la trago y la asumo, porque vivo. Hace tiempo que no me cuento las cosas, sino que las experimento, las siento, las destrozo, les hago el amor, me las como y las saco a bailar. No es para nada lo mismo. 

Por eso no puedo prometer recuperar las buenas costumbres. Pero pasaré de vez en cuando. Hoy os traigo la fotografía del poemario de papel que he preparado para regalar el día de mi cumpleaños. Se llama somos lo que fuimos y podéis imprimirlo descargándolo desde la sección de imprimibles de ridícula calamidad

Gracias por la constancia y el interés siempre. Muchísimas gracias. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

hermano al rescate


Me tomo un café mientras mi hermano duerme en la habitación contigua. Ha venido a rescatarme del terrible mundo de las nuevas tecnologías en el que, aunque soy hija de informático, no me muevo con demasiada soltura. Estoy contenta porque se está quedando algunos días y me encanta pasar mi tiempo con él. Además, me está haciendo la comida y ha cambiado las fundas del sofá porque se aburría. ¿Cómo no voy a estar encantada? 

Javi se siente en casa como en su territorio y eso me gusta, porque siempre he deseado que esta casa hiciese sentirse cómodo a todo el mundo. Entra y sale a la terraza, inventa en la cocina, observa la obra del zoológico... Está tranquilo. 

La última vez que vino estábamos Nacho y yo en casa, y me gustaba verlos a los dos entretenidos con sus proyectos y sus ilustraciones, hablando de diseño y programas extraños del ordenador, intercambiando ideas sobre materiales y resultados. Que las personas que amas se caigan bien siempre es un regalo inestimable. Y a mí me gustaba observarlos, disfrutar de esa magia cotidiana que transmiten los que aprenden a entenderse -también porque te quieren. 

Así que es bueno tenerlo aquí, esperando conmigo al regreso de Nacho, dándome conversación y carcajadas, escuchando mis aventuras en el trabajo y bebiéndose mi café. Doy gracias a Dios. Estoy contenta. 

Se ha despertado y se va dando golpes contra las puertas, así que voy a hacerle caso. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

de recuerdo cerezas


Las primeras cerezas de la temporada del año pasado las compré con Javi. Habíamos ido a verlo una tarde, en pandilla, dispuestos a sacarlo de casa para dar una vuelta. Yo echaba de menos las cerezas de Alcalá y bajo la casa de su madre había un chino que las vendía. 

Recuerdo que compré un puñado y las fui comiendo mientras llegábamos al pub al que íbamos a tomar un refresco y jugar un billar. Los chicos estuvieron jugando, hice algunas fotos con el teléfono y nos reímos. Después había música en vivo, así que nos enganchamos con aquella banda de ingleses e incluso Rafa y Alberto cantaron algunos temas. Era un jueves, creo, y llegué a casa tarde pensando en el madrugón del día siguiente. 

Hoy he vuelto a comprar cerezas. Volvía de hacer algunos recados y he visto una de estas fruterías de las que proliferan ahora, con las cajas en la puerta y fruta brillante y llamativa. Mi madre me había hablado de cerezas por teléfono y no he podido resistirme. 

En el momento justo de elegir las pequeñas y oscuras cerezas he recordado aquel día, aquella tarde con Javi y los chicos. Como un bombardeo de extrañamiento, ternura, complicidad y un deje de tristeza -o más bien melancolía. Algo así ha sido. 

No había hablado directamente de Javi todavía. Había escrito algún poema incomprensible sobre su marcha. Los chicos han escrito canciones. Yo quería decir... quería contar... algo. Supongo. Pero me siento redundando todo el tiempo. Sé que no hace falta decir nada. O quizá yo no quiera decir nada todavía, realmente, más allá de que compré cerezas y me acordé de él.