La herencia genética de generaciones y generaciones de mujeres que llevo en mis venas, se ha manifestado hoy en mí, convirtiendo el sábado de descanso en un no parar continuado. Para entendernos, me ha poseído el espíritu de una antepasada maruja, seguro.
Lo que empezó como una ligera limpieza del hogar, se convirtió en otra nueva etapa de terapia emocional a través del paño del polvo, el aspirador y la fregona. Coleta en lo alto de la cabeza, camiseta de tirantes, música bien alta y a ponerlo todo patas arriba para después volverlo a dejar en orden. La tentación de parar estuvo ahí, lógicamente, sobretodo entre lavadora y lavadora. Pero elevé a su máxima expresión lo de "hacer sábado" que decían nuestras madres o abuelas, y a las dos y media de la tarde, no contenta con haber terminado la limpieza, en lugar de comer cualquier cosa, decidí que quería hacer empanadillas caseras en el horno.
A las cuatro terminaba de recoger la cocina y salía disparada a recoger a Manolo del trabajo para tomar un café con él. Pero como el pobre no había almorzado, me lo llevé a casa a que degustase mi almuerzo.
-¿Te pico un tomate? -dijo la maruja que hay en mí por no añadir que si se había quedado con hambre le freía un huevo.
Lo llevé de vuelta a su trabajo, a uno de los grandes templos de consumo de nuestro país y, tras tomarme un café y despedirme, me lancé a la tarea de comprar los ingredientes que me faltaban para dedicar mi tarde al proyecto de regalo de navidad que tengo para algunos de mis amigos. A las siete de la tarde volvía a casa con una botella de brandy, huevos, chocolate, azúcar...
A las siete y cinco el horno estaba funcionando y también dos cacerolas. Cuando a las nueve, mis padres me llamaron para decidir el "amigo invisible" de estos Reyes vía web cam, yo todavía estaba con las manos en la masa. Y la última hornada salió un poco más tarde, cerca de las diez.
¿Creéis que la maruja que hay en mí estaba decidida a parar? ¡En otras circunstancias me habría ido directamente al sofá! Pero no, hoy no. Hoy me preparé la cena... ¿Qué me pasa? Si casi siempre ceno crispis...
Hasta las diez y cuarto no me senté en el sofá. Restransmito desde la misma postura que tomé. No puedo con mi vida. Me duele la espalda, quiero un masaje y sólo puedo pensar tonterías. La maruja que hay en mí se siente tan realizada que ni se molesta en insistirme para que recoja los platos de la cena. ¿Me dejará dormir o se liará con la plancha?
5 comentarios:
Amiga, como después del día que te has dado tienes que estar absolutamente baldada......pues te dejará en paz, por lo menos hasta que recuperes fuerzas. ¿ Seguro que eso lo tienes en los genes????? Por lo menos te deseo que mañana "la marraja" te deje disfrutar.
Una estrella de mucho descanso
Sherezade
Mujer que vas a reventar.... jajaja para ya!
Saludos y un abrazo.
Ja Ja Ja
Qué gusto da dejarse llevar por esos brotes de actividad domestica que dejan el cuerpo destrozado y la culpa expiada, como si la fegona a la vez que limpia la roña del suelo tambien quitara la roña del alma. Una catarsis de andar por casa, nunca mejor dicho.
Es como si una posesión extraña venida de algún rincón de un pasado remoto que se remonta a nuestros antepasados lejanos o cercanos nos tomase por sorpresa y sacara a relucir un aspecto poco común en nosotros.
Pd: Gracias por la palabras, en ocasiones me entra una curiosidad tremenda, ¿como sería hablar y hablar con usted¿, contarle tantas cosas que sólo los desconocidos se pueden contar.
que intriguita con lo de azucar, chocolate y brandyy!!!!!!pa cuándo, pa cuáaaandooo????!!!!!!!!!!^^
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