La música inunda la casa de ventanas abiertas. Salgo a hacer unos recados y me baño en sudor. Quiero comprar una camiseta nueva para sentirme nueva y todas me parecen feas y nada me gusta. Vuelvo a casa deseando estrenar el pincel con agua dentro que me ha regalado una compañera de trabajo. Cojo té helado de la nevera, miro los visillos ondear. La caja de acuarelas la compré en Londres, al lado del museo nacional de retratos, recuerdo sentirme genial gastándome nueve libras en ella. Me cuesta mucho trabajo pintar, es como volver con un viejo amante al que has sido muy muy infiel. Vuelvo a encender la música y el ordenador, busco en la caja de los trastos de por medio y encuentro mi libreta pequeña. Me recojo el pelo y mezclo el color en un plato de metal blanco. Las acuarelas despiertan muchas cosas.
Recuerdo a don Enrique y su bicicleta, recuerdo la puerta de la iglesia de Zocueca y un pájaro cualquiera, recuerdo calor de agosto y frustración, recuerdo dos hadas de la mano a los pies de un peter abrazado por niños, recuerdo a Gastón y a Sol, recuerdo al dueño del estanco del año pasado, recuerdo las cáscaras de nuez y las ganas de mojar el pincel en el vaso de lo que esté bebiendo. Recuerdo pintarme las piernas por aburrimiento y la mesa de la cocina de mamá y a Juan pequeño. Recuerdo a Marta, todo el tiempo a Marta. Y el suelo de Alcalá y las vistas de la Mota desde la montaña y fresas y cerezas.
Esta caja pequeña es una extraña caja de pandora y de milagros.
3 comentarios:
"mojar el pincel en el baso de lo que esté bebiendo"
tienes una faltilla de ortografía... vaso...
bstos, me encanta leerte!!
gracias! :)
Certera y degustable prosa.
Persevera.
Saludos :)
Publicar un comentario