Leo el libro de Holan que compré en Madrid y que tanto deseaba mientras Boza canta en el reproductor y una voz de hombre cuenta alto jugando al escondite bajo mi balcón. Sé que Andrea, aunque no sepa quién es, corre a esconderse porque escucho su risa sobre el verso que leo, bajo el acorde de la música, entre el sabor de la infusión que degusto. Leo: "pero nosotros ni en el centro de nuestro corazón / estamos en el centro". Uno... dos... tres... Y los pasos de los niños. Y la nueva canción.
Es martes y una luna impertinente y amarilla corona mi balcón recordándome aquel poema en que contaba que te miraba mientras me mirabas leer, esas cosas que nunca hicimos o que hicimos muchas veces en muchos sitios distintos. "Promete fuertes oleajes" escribía entonces y recuerdo ahora la última letra de tu última composición. Siete... Ocho... Nueve... A veces la mezcla de ciertos elementos convierte un segundo en perdurable.
Entonces el poema, la canción, el sabor, el escondite y tu recuerdo me expanden como si no existiese el fin del mundo, ni el eco de las generaciones, ni las conjugaciones de los verbos.
-¡Andrea!
-¡Que aún no me he escondido!
2 comentarios:
"Es martes y una luna impertinente y amarilla corona mi balcón recordándome aquel poema en que contaba que te miraba mientras me mirabas leer" .
Què pulida tu palabrería ,
¡ saludos!
:)
"tú te escondes aquí, y yo te busco"
Hay momentos inmortales, destinados a la perpetuidad mientras se engendran
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