El año pasado diluviaba el día de su cabalgata y eso estaba bien, es decir, compensaba o ayudaba o cualquier cosa. Escribí un cuento sobre un monstruo que tengo y mi madre se enfadó porque no estaba lista a la hora de la cena. Como ustedes saben, desde que les hacemos un poco de sombra con el "amigo invisible" tenemos una cena especial en casa tras la cabalgata, pero como no hubo cabalgata perdí la noción del tiempo -el tiempo...-. Mi hermano también se enfadó, me parece, porque para él es una noche muy especial y emocionante y yo no tenía ni pizca de ganas. Mi padre no dijo nada, gracias a Dios.
Este año hace mucho sol, ya se habrán dado cuenta mientras ultiman los detalles. Mis abuelos están en casa, revoloteándome encima de los hombros cada vez que decido ponerme a hacer algo creativo en la cocina. Me desesperan un poco, mirándome atentos, corrigiendo si hago algo como no esperan. Pero están aburridos y trato de respirar y ser agradable y buena nieta. Como sus majestades me conocen, saben que me cuesta muchísimo esfuerzo y que al final me sale regular.
Mi madre hace lentejas, queridos reyes magos y mi hermano está encerrado en su cuarto ultimando algún regalo. Mi padre trabaja. Yo estoy tumbada en mi cama para dominar el mundo. Esta noche Javi ha quedado para cenar y Marta no está para ir a la cabalgata. Yo sé que recuerdan mis gritos de "Baltasar, que soy la presidenta de tu club de fans" y que agradecen todos los años que he trabajado repartiendo regalos a su salud. Por eso quizá lo entiendan a medias. Pero pienso limpiar mis zapatos y dejarlos bajo el árbol, junto a la ventana, como cuando era pequeña y me echaba mucha colonia a la hora de dormir por si me dabais un beso al pasar por casa.
No piensen que me he olvidado de pedir, es sólo que este año estoy poco pedigüeña. Todo lo que venga, bien vendrá. Ustedes me conocen, saben bien lo que necesito, a veces mejor que yo.
¡Muchas gracias y feliz tarea!
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