A veces uno siente la tentación de abandonar, de no perseverar. Entonces llegan los demás -que son unos pesados- y le recuerdan que debe poner sus dones al servicio del reino. Una, que se cree la reina de su casa, se encuentra haciendo malabares con las obligaciones y se descubre dando gracias a Dios por un marido que abandona sus trabajos para aportar su grano de arena.
¡Gracias, amigos, por tirarme de las orejas! Pedid y se os dará, tarde cuando me toca dar a mí, pero se os dará.
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