Hay un padre gordo de pelo largo que ha cavado, en la orilla, un gran pozo en el que ahora se ha sentado con su hija. La niña es muy pequeña y ayuda poco, pero están haciendo una muralla para que no entre el agua del mar en su agujero. Si entrecierras los ojos, parece que van los dos en una barca.
Me pregunto con qué soñará este hombre que invierte el atardecer en cavar junto a su hija, lleno de arena hasta las orejas, pálido y sonriente. Es sin duda un buen hombre -y creo que me lee el pensamiento porque ha alzado la mirada hacia mí con curiosidad mientras escribo. Su sonrisa se ha ensanchado cuando le he devuelto la mía.
Creo que imágenes así, de la felicidad sencilla, me hacen recuperar un poco la perspectiva. Es hermoso que un adulto sea un niño con sus hijos. Seguro que él sí entendió que la serpiente se había tragado a un elefante.
Su hija, con dos palas amarillas, una en cada mano, echa la arena hacia atrás por encima de su cabeza y le grita para que colabore en la muralla que está conquistando el mar. Su muralla es más alta que nunca. Un niño con gafas de bucear se detiene a observarlos. Quizá se pregunta por qué su padre está sentado bajo la sombrilla.
Los niños, aunque no nos lo parezca, se hacen muchas preguntas así.
Cuando recogemos las toallas para irnos, el padre de pelo largo, está poniendo hombreras de tierra a su hija que, a su vez, y con ayuda de las palas, lo corona de arena concentrada. Ya no se baña nadie, sólo juegan ellos, como si la noche no fuese a llegar nunca, por si alguno de los dos se hace mayor de pronto.
Siento envidia y alegría, casi al mismo tiempo.
2 comentarios:
Al pie de agua "habemos" muchos interesantes ... jajajaja
Saludos y un abrazo.
Fuiste una niña más disfrutando de aquel momento =) genial
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