Suena Sinatra y no está lloviendo. Tengo el pelo empapado después de la ducha y decido escribir antes de que los exámenes que tengo que corregir o la serie que me ha robado el alma por unos días, me quiten de nuevo la razón.
Hay un coche mal aparcado en el garaje de la comunidad. Lleva más de veinticuatro horas así. En el limpiaparabrisas hay ya tres carteles en diferentes tonos pidiéndole que se coloque bien. A mí me hace gracia pararme a leer las nuevas notas, aunque su aparcamiento inadecuado me obligue a maniobrar más de lo necesario. La primera carta que le dejaron era educada, se daba por supuesto que el dueño del vehículo había llegado con prisa o algo parecido. La última nota contiene insultos y no puedo evitar reírme cuando la leo. Qué ridículos somos los seres humanos, a veces parecemos un mal invento. Nos enfadamos por cualquier tontería y somos capaces de decir a un desconocido lo peor que se nos ocurre, ¿estamos bien? A veces, cuando alguien se crispa de esa manera, me apetece preguntarle: "¿qué ocurre? ¿qué te preocupa?". Vivimos demasiado tiempo al límite. Como una cuerda a punto de romperse de tanto tirar.
He ido a comprar unas botas que necesitaba. El centro comercial me da somnolencia, atravieso las puertas y me siento gris, numeral, automática. Lo quiero todo y no necesito nada. Necesito todo y no quiero nada. Y las familias pasan. ¿Será que no es la vida que imaginamos la que más nos conviene? No deberían vender flores en los centros comerciales. No deberían.
El mejor momento del curso, por ahora, tiene lugar en diversificación. Cuando en un poema de Bécquer descubrimos las preguntas "¿De dónde venimos?" y "¿A dónde vamos?". Cuando sus cabezas se incendian de dudas y Manuel confiesa que, en su vida, hay noches en vela y vértigo por no encontrar respuesta a esos eternos interrogantes. Les leo el fragmento de Gaarder en el que dice que cada vez que ha volado una flecha, nuestras posibilidades de existir han estado en peligro. Y toda la conversación tiene lugar mientras desayunamos en secreto el pastel que Mireya ha hecho con su madre.
Soy arenas movedizas. O algo así. No sé. Son tres ideas. Son tres instantes. Son lo que no tengo a quien contar. Información aburrida y adicional. Filosofía.
4 comentarios:
¿Profesora?
Tengo un gran recuerdo de ellos.
Gracias por hacerme viajar a los 15 años :)
Amiga, todos tenemos los pies de barro. Todos somos arenas movedizas. O cuando menos, nuestra estabilidad, también depende de lo que nos rodea...
Saludos y un abrazo.
Algunas preguntas están destinadas a quedarse sin respuesta, o con respuesta ambigua y aleatoria.
Al igual que ciertos carteles, que sin embargo nos dicen donde estamos AHORA.
Un ejemplo, pegado a la nevera comunitaria de la oficina:
"¡joder con la crisis! Al cabrón que me ha robado las lentejas: espero que se te caigan todos los dientes. Y por lo menos, devuélveme el tuper"
Déjeme escribirle, no decirle, escribirle los versos más lindos esta noche, y que me siento como Neruda, Neruda sin Chile, y es que ya nada se me equipara a la terrible nostalgia, de decirle, que he pasado, por sus tres esquinas, y todas, me han resultado, deliciosas al ojo humano. -Mi ojo.
Saludos.
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