Cuando leo una novela, la voz del narrador se hace con mi subconsciente y comienzo, sin darme cuenta, a describirme el mundo con su tono de voz, sus manías, sus coletillas. Dejo de ser totalmente yo para ser nosotros o para ser él. Comparto sus gustos y aficiones, desprecio lo mismo que desprecia. Es irracional.
Un buen amigo me dijo una vez que debía dejar de ser narradora de mi historia, que debía comenzar a ser personaje, que debía actuar en lugar de contar.
Holden Caulfield se hace conmigo desde que abro los ojos por la mañana y se va cuando llegan Sarah y su compañera para tomar el té de los domingos. Holden Caulfield odia mil quinientas cosas o, por lo menos, eso quiere creer. Lo escucho hablar mal prácticamente de todo el mundo, salvo pocas excepciones, pero, como él diría, me da muchísima pena.
Holden me gusta cuando habla de cosas bonitas, como de su hermana o de Jane, o de Allie, entonces sí que consigue emocionarme de una manera genial. Mientras la lágrima cae en la casilla negra del tablero o Phoebe gira y gira en el tiovivo.
Paseo por Nueva York de antro en antro, lo escucho quejarse de todo, sentirse deprimido por todo, asqueado, insatisfecho… pienso en mis alumnos, en algunos de ellos, pienso en Adrián.
Pienso cómo era yo con la edad de Holden y sólo estaba llena de sueños, proyectos y metas. ¿Qué habría pensado de conocer a Holden? Seguro que me habría resultado terriblemente interesante, pero al final me habría aburrido su deseo de ver sólo el lado feo de las cosas. A lo mejor yo lo habría sacado de quicio, estoy convencida. A lo mejor nos hubiésemos besado sólo por su manera de odiar, quién puede saberlo... Lo que está claro es que Caulfield y yo compartimos algo. Los dos somos igual de cobardes. Además, él fuma demasiado para mí.
Cuando cierro la novela, sentada en mi sillón blanco, con la luz del sol entrando por la ventana, en la tranquilidad de mi casa, me digo que tengo que volver a hacer esto, como antes, tal y como hacía antes, recuperar las horas interminables de lectura hasta que llegaba a la tapa de atrás y no podía seguir devorando.
Me ha gustado pasar con Holder, aunque sea un completo cretino, este día de domingo.
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