Toda la noche tuve pesadillas. Supongo que con la llegada de los exámenes y las fechas cuesta más trabajo soñar con que soy pirata o sirena. Simplemente sueño que soy yo y eso, algunas veces, es demasiado verdad. Por eso cuando me levanto, sólo tengo la sensación de que es un día normal.
Llamo a mi madre para intentar darle un poco de brillo, pero no lo termino de conseguir y la primera media hora de mi conversación en inglés la dedico sólo a hacer pequeñas preguntas a Sarah que ella responde respetando mi silencio. De algún modo llegamos a un punto en el que logra interesarme y comenzamos a cotillear. I hear you es lo que aprendo de verdad. Y Sarah me escucha. Y hablamos de St. Patrick day.
-Pero tenemos que hacer algo especial hoy -me dice muy emocionada-. Tal vez salir a tomar unas tapas.
La dejo con un "lo tengo que pensar, prometo llamarte y avisar". Porque realmente una parte de mí no siente demasiados deseos de convertir este día en algo especial. Pero entro a clase y comenzamos a hacer teatro, dramatizamos La Celestina, nos reímos y en el descanso de clase le digo a Sarah que sí, que me recoja en casa a las nueve.
Conforme el día avanza, voy sintiendo más ganas de hacerlo especial. Así que a medio día, cuando he terminado de comer, las aviso a ella y a Chelo de que quiero que vengan a cenar a casa. Y me acerco a comprar comida rica para preparar una suculenta cena y estrenar el mantel que me regaló mi abuela y abrir una botella de vino.
Cuando por la tarde me cruzo con María José, la invito también a unirse a mi particular celebración y, a última hora, al salir de misa, veo a Carlos y lo reto a venir. Es la primera vez que invito a cenar a casa. Me siento emocionada.
Y los rincones se llenan de vida y de luz. Y Sarah trae uvas para mezclar con queso, y Chelo me regala un abrebotellas, y María José trae el nuevo disco de Bosé, y Carlos se pierde al llegar, pero llega. Sonrío mientras escribo. Descorchamos a duras penas la botella, hablamos de todo y de nada, de trabajo, de recuerdos, de aventuras, de proyectos...
Se vacían las copas y los platos y eso siempre es buena señal. Las fresas toman la mesa del postre y también las chucherías que ha traído Sarah.
No lo sé. Todo está bien. Todo está muy bien.
-Te mimas -me dice María José con una sonrisa triste.
-No me queda otra -me río ofreciéndole un brindis y sé que en algo ella también lo hará.
Ahora la casa está vacía y yo sigo con la sonrisa puesta y la cocina llena de platos por fregar.
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