Cuando me despido de Marta en el centro, comienzan a asaltarme las dudas. ¿Cómo irá todo? ¿Quién aparecerá? ¿Cómo seremos ahora?
La sonrisa de Chica me recibe desde lejos y siento que las cosas saldrán bien. Poco a poco los voy descubriendo a todos: Eva está pelirroja y preciosa, Carol lleva su abrigo verde que le resalta los ojos, Diana reparte dulces envueltos en papel de plata, Marta se ha hecho una trenza, Dani no estaba en Italia y Rita salta sonriendo cuando llega hasta nosotros.
Me presento a los compañeros de otras generaciones de la compañía de teatro a los que no conocía y nos dirigimos a una tasca en la que estuvimos el día que nos quedamos aislados por la nieve durante un ensayo. Carolina y Chica me interrogan en el trayecto.
-Algo suponía –me dice Chica rodeándome los hombros-, pero es que tengo que confesarte una cosa: ¡me he enganchado a tu blog!
Lo dice entre carcajadas, contagiándome también.
-Todos los días te leo en el trabajo, pero me vienes mal porque a veces ya no puedo volver a trabajar –continúa todavía riendo-. ¡Hasta fui a comprarme una moleskine!
Me cuenta que ha empezado a escribir un poco y esa idea me llena de alegría. Sé que tiene todas esas inquietudes dentro y merece expresarlas. Pero no voy a hablar más de ti, Chica, ni de tus intentos de conquista cutres, porque estarás leyendo esto, frotándote las manos y sonriendo como un canelo –ahora la que sonríe desde casa soy yo-.
Eva me habla de sus proyectos y, cuando estamos poniéndonos al día, Didi nos pregunta si hemos sentido ya la llamada de la maternidad. Ella ha hecho ya todas las cuentas y, por más vueltas que le da a los dedos, no le salen los pronósticos.
-Es que tenemos 25 años –comenta con su gesto grave y preocupado-, mientras que termino los estudios y encuentro algo medio estable…
-A los treinta ya sólo hay un 20% de la reserva de óvulos –afirma Eva categórica y yo las observo en silencio.
-Tú lo tienes fácil –sigue Diana eligiéndome-, ya tienes estabilidad y trabajo.
-¡Ojalá pudiese ser madre! –dice Chica escandalizándonos-. ¡Que yo también he sentido la llamada de la paternidad!
De los cálculos de futuro pasamos a los cálculos del pasado, intentan sacar trapos sucios y Jachi, que ha llegado el último con su jersey verde y unas gafas de interesante, me pregunta si me sigue dando miedo. Didi se siente melancólica:
-¡Si todo fuera como antes…! –exclama con tristeza.
-¡No! –grita Eva con su naturalidad impoluta- Ni hablar de eso. ¡Yo ahora estoy muy bien!
-Yo también me quedo como estoy –murmuro y Eva, pelirroja y tan lista como siempre, me mira con tristeza.
-Dame un abrazo –me pide-, ¿no te acuerdas de los ocho abrazos que teníamos que recibir al día?
-Llevo esas cuentas muy mal –respondo evitando mirarla a los ojos y refugiándome en su cuerpo pequeño. Me estrecha fuerte, siento sus manos abiertas calentando mi espalda.
-No estás bien –susurra en mi oído, pero no sé cómo explicarle que es una sensación serena al fin y al cabo, tranquila, que no siento desgarro ni cansancio, que es simplemente así ahora.
-¡Cambiamos de tema! –proclama Diana elevando su copa y Carolina reparte besos mientras Dani nos fotografía.
Intento hablar un poquito con todos, llevarme una muestra de sus corazones de ahora, saber cómo están, cómo se sienten. Dani lo plantea muy bien: “¿cómo te van las clases? ¿y el corazón?”. Voy recibiendo de todos la explicación laboral y la explicación emocional. No sé cuántos mienten, cuántos exageran, cuánto se callan. Pero decido creérmelo todo y pensar que están tan bien como me cuentan, pensar que estos actores están libres de las miserias.
-¡Estoy muy feliz! –confiesa Didi-. Pero nadie se lo cree ya… de mi círculo, digo… como siempre estoy tan contenta cuando empiezo una relación, como siempre pienso que es el hombre de mi vida y luego se tropiezan… Pero es verdad, ¡estoy feliz!
Y elijo quedarme con eso, sólo con las buenas noticias, con los nuevos romances, con los grandes proyectos, con las miradas de ahora, tan parecidas y tan distintas a las de antes, con estos nuevos besos, con estos nuevos abrazos en proyección hacia lo que seremos.
-Llámame si estás por casa, si estás sola y quieres tomarte un café… –me despide Chica-, aunque sepa que no vas a hacerlo.
2 comentarios:
Estoy leyendo este blog más seguido. :D
A mi tbm me encanta reunirme con mis teatreros y saber de ellos... Y más ahora, que no los veo apenas, ya que el ayuntamiento este año nos quito a los antiguos actores y ahora acaba de cerraros el taller...no se que haré sin mis tardes teatreras.
un abrazo de esos 8!
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