A las tres de la tarde (siendo positivos) nos encontramos en la rotonda de los pavos reales y comenzamos a gritarnos con las ventanillas bajadas, siempre es una buena manera de saludarse cuando todo el mundo va montado en un coche.
Ana está mucho más grande en sólo un mes y Pedro y Claudia traen un carrito que metemos a presión en el maletero de Juan y Leticia. Antonia está desesperada porque no llegamos y los abrazos se llenan de risas y de un “nadie podía este puente”. Pronto estamos contándonos anécdotas, compartiendo aventuras y bromas.
Pablo se deja querer y jugamos de mil maneras entre abrazos y bocados, rugimos como leones, ponemos voz de monstruo, nos guiñamos los ojos y corremos al ataque.
Luis llama cuando estamos en la catedral y llega justo a tiempo para la foto de familia y para que nos asalte un grupo de payasos en el silencio de la tarde.
Como es tradición, merendamos crêpes en una tetería y Pablo se echa una novia con la que meter cojines en la fuente. Sólo falta Antonio, así que lo llamamos para cantarle aquello de “no van a poder” y el “chi, chichi, chí”, pero parece asustado y nos cuelga. Al final conseguimos una llamada a gritos para decirle, simplemente, que lo echamos de menos en ese preciso momento.
El tiempo se pasa volando y, de pronto, estoy dando abrazos y besos de despedida. ¡Qué lejos y qué cerca estamos!
2 comentarios:
El tiempo se pasó entre los dedos pero la sonrisa permaneció muuucho más tiempo.
No se si decir si el 20 no podremos quedar, porque así nos llevaremos esa gran sorpresa de estar todos juntos (casi todos, habrá que arreglarlo)
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