Es sábado y he madrugado. Sí, he madrugado en sábado. De hecho el despertador ha sonado antes que el resto de la semana y era una opción, no una equivocación.
Suele despertarme el teléfono móvil, porque no tengo otro despertador ni sabría usarlo. Es más, mi teléfono móvil sirve prácticamente sólo para eso. Hay un desfase de cinco minutos entre este aparatito y el "tiempo real". Así que, últimamente, tengo la costumbre de utilizar esos minutos intemporales colocando un gran cojín debajo de mi cabeza para contemplar el silencio de la casa, para ir despertándome de a poquito.
Hoy me levanté contenta. Seguramente por la promesa de Marta que se dibuja en el horizonte de mis horas. Ese será el motivo de que haya decidido colocarme una rebeca negra y unos pantalones cómodos para pasear por la casa. He visto cómo la luz, despacito, iba tomando mi balcón acristalado dibujando líneas que se partían entre los muebles y el suelo. Me he regalado un capuchino al caramelo saboreando la idea de que no tenía que ir a trabajar.
Y, más tarde, mientras paseaba por la ciudad recién iluminada con dirección a la estación, iba notando cómo mis pulmones bebían ese aire temprano con alegría infantil. De pronto todo el mundo se ha convertido en un lugar perfecto, repleto de milagros, con los cucos cantando sobre los árboles, las familias apareciendo para ir a la compra, visitar a los abuelos...
Entonces he pensado, con cierta clarividencia que no suele durarme demasiado: "qué bien se está en mí".
2 comentarios:
Hace muuucho que te leo y recién hoy, me animé a dejarte un comentario. Realmente me encanta lo que escribes y cómo desenredas ciertas cosas, que simples como todo, son moléculas infaltables de nuestra vida.
Un beso enorme y mucha suerte en todo. :)
Que rico un sábado.... verdad?
Un placer siempre pasar por tu espacio... y llevarme estas cositas para mi.
Saludos y un abrazo enorme.
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