El primer día descubrí que los amigos son capaces de madrugar para ayudarte a meter cajas en el coche y a sobrellevar la casa vacía donde has vivido tanto. También que me agobia más elegir muebles que cargarlos en un carro, situación que, más bien, me da risa y me aflojo y me da más risa y acabo con las cajas en el suelo, resoplando vencida en un pasillo interminable mientras mi madre se contagia. Descubro que una botella de vino en puerto seguro sabe a gloria después de un día cansado y que el sueño es reparador, pero insuficiente.
El segundo día descubro que puedo ejercitar músculos de mi espalda que sólo se usan para limpiar. Sorprendida acepto que tendré internet antes que electricidad y recibo la luz de la nueva casa y los sonidos -entre ellos el grito del gorila del zoo que es para venir a oírlo, de verdad-. El viento atraviesa los pasillos y conquista las habitaciones. Me gusta. Aunque las llaves del garaje sean un dilema y comience a estar susceptible por el cansancio.
El tercer día amanece de cajas de muebles entrando en la casa y también de luz eléctrica. Descubro emocionada que las cajas de IKEA son como los kinder sorpresa y me divierto armando estanterías, sillas, mesas, camas... hasta tener que tenderme en el suelo, bocarriba, mirando un techo blanco que empieza a encontrar lámparas gracias a Pedro. Es la primera noche que paso en casa, durmiendo con el colchón en el suelo, entre cajas y cartones, sobre unas sábanas blancas como las paredes, junto al ventanal que conduce al fin del mundo, donde todo se puede imaginar.
El cuarto día, los muebles del salón van encontrando forma y este puzzle de futuro hogar recibe la visita de mi padre y de mi hermano con todas las cajas de mi antigua casa. Descubro que con Javier montar estanterías es mucho más divertido y que cuando quiero, soy más testaruda que las señales que me invitan a abandonar. Quizá por eso la noche está llena de música, de nervios, de Antonio, de ti. Quizá por eso cuando caigo en la cama, soy incapaz de dormir.
Y hoy, abriendo cajas y cajas, miro mis libros en las estanterías y quedan pequeños, miro la lámpara sobre mi colchón y el horizonte, miro al poeta sobre la mesa y sonrío. ¡Qué oportunidad! ¡Qué misterio!
2 comentarios:
ohhhhhh me encanta montar muebles del IKEA jajajaajj
bienvenida a tu nueva casa ^^
en la segunda estantería, empezando por arriba, a la izquierda...¿podrías presentarme a la mujer de rojo?
Publicar un comentario