Tiene dos habitaciones y una terraza. Es pequeño, pero suficiente para mí. Dos armarios empotrados y las puertas de pino. Está lleno de luz y las vistas son horribles, pero el precio no está mal y en cinco minutos de paseo estoy sentada en el mar.
Esas cuatro frases son las que conseguí escribir ayer antes de desconectarme de todo el bullicio del fin de semana. Ahora, con mi café y escuchando una canción en portugués, puedo imaginar algún detalle más de esa nueva vida que se perfila.
La letra es la N y se entra por un pasillo largo que termina en un pequeño arquito. En el pasillo quedan las puertas del aseo, de azulejos azules, y la cocina, amueblada y con horno -ya he visto moldes de galletas y de tartas, ya he pensado en la lubina y en las pizzas de verdad-. El pasillo termina en el salón, alargado como el del hormiguero, pero con un amplio ventanal que conduce a la terraza. Ya he imaginado dónde irán las estanterías, dónde la mesa del comedor, dónde el sofá de tres plazas como el de la casa de Marta. De allí, una puerta conduce a la zona de las habitaciones, pasando antes por un pequeño rellano. Dos dormitorios y un baño marrón. El dormitorio principal -lo de "dormitorio de matrimonio" me ha parecido inapropiado-, es pequeñito, pero creo que cabrá la cama de 1,50 que me gusta, aunque sin cabecero por falta de espacio. Tiene un armario empotrado muy bien terminado y un balcón también a la terraza. El segundo dormitorio será, a veces, un despacho, con una mesa de madera y cristal y una cama nido donde acoger a quien se presente con la escusa del mar para verme. La ventana da al patio de luz. Los suelos son de mármol blanco. Estoy pensando en pintar las paredes del salón de un tono tenue de gris, siempre he imaginado pintar mi propia casa, así que sería una oportunidad de hacer prácticas. Mi tía dice que ella pintaba todas sus casas, empezando a un lado de la puerta de entrada y girando hasta volver al principio. Si el tiempo me deja, todo se andará.
Es fácil imaginar en esa casa la vida en la terraza -lo que más echo de menos-. Se lo comentaba a Chelo desde hace semanas, le decía: "cuando estemos las dos en la terraza de mi casa cenando después de un día de sol y playa...". Las dos soñábamos con ese momento. La imagino a ella allí, enfadada por la paliza de playa y bebiendo tan despacio su martini que yo ya me he bebido tres. También es fácil imaginar a Marta en el sofá, bailando por el pasillo, colonizándome el mundo, la cama y las ideas. Es fácil y dulce imaginar a la gente que quiero llenando mi casa, aunque a veces me cuesta trabajo fantasear con el futuro, aún viéndolo tan cercano.
Bueno, presupuestos de IKEA, ¡allá voy!
1 comentario:
Yo me suelo enamorar más en la cafetería...como aquel al que mis amigos apodaron "Anastasio" o el chico sezy del mechero en el cinturón...fueron mis dos últimos amores, aunque no vuelven a aparecer :(
Aunque pensándolo bien, el chaval de la biblioteca de la camiseta verde...xD
Yo pronto empezaré a embalar mis cajas, pero no me apetece nada acabar este curso...
Seguro que tu embalaje tendrá un destino maravilloso ^^
Besos de nuevos aires! ^^
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