miércoles, 9 de junio de 2010

diluvia, me quería poner vestido y me da rabia


Esta noche tenemos la cena de profes del nocturno. Llevamos todo el año poniendo un dinero semanal para jugar a la quiniela -creo, tampoco me entero yo de nada- y con lo ganado, nos vamos a cenar como los señores. Me apetece mucho este ratito de compartir con las personas con las que más he congeniado este año, porque puedo entrar cantando Como una ola a la sala de profesores y gritar buenas tardes y todo el mundo me responde, porque es fácil ir sonriendo a trabajar cuando sabes que la mesa camilla va a estar llena de conversaciones, bromas y chistes; porque si apetece se pone un euro y se va a comprar merienda para todos y luego no hay quien entre a clase...

Los lunes de María José -transparente por su cara- y las confesiones dramáticas, las charlas con Conchi en el hueco antes de la ESPA, los cafés con Paco y Ana, las críticas a segundo con Toñi, la lectura de horóscopos en voz alta, la cara de Inma cuando María José y yo nos sentamos juntas y comenzamos a hablar de hombres, Carlos como diana de bromas... Un poquito de todo lo que va construyendo un buen ambiente de trabajo, un poquito de lo mejor de cada uno para iluminar esas tardes interminables de invierno que hemos tenido.

Tardes como hoy, de diluvio ininterrumpido que me tienen de los nervios porque no sé si inaugurar la sensación de andar sobre charcos con tacones o si me enfundaré de nuevo los vaqueros y brindaré por la simplicidad. Pero al final, la verdad, es lo de menos, cuando las cajas se me apilan en la puerta, vacías, esperando mis trastos, y por fin he charlado con Ricardo el del estanco.

No hay comentarios: