Comencé esta mañana a vaciar las estanterías mientras mis padres se patean mi ciudad futura buscando un rincón donde me pueda instalar.
Almorzando con mi abuela he contado ya en mi vida diez mudanzas, y prometo que eran más fáciles aquellas en las que mi madre me daba una caja y me decía: "sólo te llevas lo que quepa aquí", cuando improvisaba una herencia para mis amigos del barrio y los hijos de nuestros amigos. Ahora selecciono los recuerdos que van a sobrevivir. Sin ninguna compasión, rompo las fotografías que no me atreví a partir la última vez y me despojo de cartas, escritos viejos, detalles sencillos que ya no me sirven para nada.
Junto a la ilusión aparece el miedo al cambio, al qué será, al se acabó la tregua de este año donde nada podía pasar... Hablo con Juan sobre los muebles, nos reímos mientras envuelvo en papel el juego de café de Marta, y mis padres me llaman con pisos carísimos por el plus de vivir en un sitio con mar. Hago cálculos mentales pensando de dónde voy a recortar y mi abuelo me dice que tengo que llevarme libros de su casa cuando ni siquiera sé cómo voy a transportar los míos.
Mientras Carmen Boza canta Cartas desde el Círculo Polar y el cielo se nubla dándome una tregua en este verano primitivo. Sobre la estantería sólo queda el reloj, ya no quedan fotografías, ni la vela de las cenas importantes, ni los tapones de las diez botellas de vino, ni la mirilla rota, ni el gato francés. Sólo el polvo y los círculos que ha dejado el Poeta al encerrarse en la caja.
"Derruirnos para vivir", recuerdo no sé por qué y me río pensando: "meternos en cajas para seguir", ¡qué tonterías! ¡Qué vértigo y qué emoción!
¡Qué tremendo dolor de cabeza!
1 comentario:
Aisss, voy a llorar hasta yo! entiendo cómo te tienes que sentir, a mi en breves me pasaará algo parecido, mudarse, cambiar a compañeros...aiss que mal.
TE quierooo
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