Cuando Marta llega, la bufanda le hace más azules los ojos y su abrazo me devuelve algo que no sé dónde había perdido.
Verla merodear por mi casa, recorrer los rincones, hablar de la luz y de los detalles, contemplar los cuadros, curiosear los libros de poemas, sentarse en el sofá con su sonrisa enorme, me despierta una alegría profunda y serena que agradezco enormemente.
Es la primera vez que voy a invitar a alguien a comer en esta casa que había estado manteniendo alejada de todos. Marta y yo nos enredamos en la cocina y ponemos la mesa grande con el mantel bonito, las copas y las velas.
-¡Qué comida más romántica con esta luz! –se ríe ella llevando y trayendo platos desde la cocina.
Descorchamos la botella y pronto estamos brindando por nosotras, por todo lo que nos ha pasado, por lo mal que sumo y su sonrisa dulce. Comemos tranquilas, sin prisa, entre anécdotas, recuerdos y música.
La tarde pasa sin darnos cuenta y, tras beber mucha agua –aunque nunca la suficiente-, nos acercamos a visitar a mis abuelos y a mis tías que tenían ganas de verla. Los niños se acuerdan de ella y la integran en sus juegos. Como están nerviosos decidimos que lo mejor será contar un cuento para calmarlos.
-¡El de la princesa valiente y el dragón! –chilla Lucía sentándose en el sofá de un brinco al lado de Marta.
-No, el de la Navidad que no pudimos terminar el otro día –respondo despejando la mesa y cogiendo las figuritas del portal de Belén para contar la historia.
Carmen me mira con ojos como platos y Manuel atiende a todo. No sabía que ya eran capaces de prestar tanta atención a un cuento. Comienzo por María y José siendo novios -que es la parte que más les gusta a Carmen y Lucía- y termino con todos los pastores llevándole regalos al niño. Así que el juego está asegurado y, tras la representación, los tres enanos juegan a pedirme cosas que llevar al portal de Belén para regalarlas al niño.
-¡Yo, ninio Esús! –dice Carmen categórica tumbándose en el sofá. Y Lucía hace de María cuidándolo.
Marta y yo los contemplamos entre risas, sorprendidas de que hayan convertido en un juego tan natural el nacimiento de Dios.
Nos despedimos cuando una vecina trae el video de la boda de su hija y paseamos por el centro hasta llegar a la iglesia. A veces me sorprende tener tanto atino para llevar a mis amigos a misa, si a Antonio le hablaron de abrir los ojos, a Marta le hablan del amor dentro de la familia.
Al volver a casa me encierro en un cuento que se me ha ocurrido y Marta lee poesía. Después de contárselo la acompaño con Luis Alberto hasta que el hambre nos hace preparar la cena. Ya sabe donde están más o menos todas las cosas y me hace gracia ayudarla yo a ella.
Hemos planeado sesión de cine, Donde viven los monstruos se ha estado descargando mientras yo escribía y colocamos el salón para ver la película. La elegimos por lo que la elegimos. A mí me produce esa mezcla entre miedo y ternura que me hace lo mismo emocionarme que dar un salto en el sillón. Marta observa los monstruos pensando cómo podría conseguir uno. Al final nos quedamos las dos a cuadros y, muertas de risa, confesamos que nos ha encantado pero que no nos hemos enterado de nada.
Así que nos vamos a dormir llenas de dudas y mi cama de desierto es conquistada por sus ojos azules y sus ronroneos. Comprendemos pronto la diferencia entre 1.50 y 1.35, pero después de leer y orar juntas, nos dormimos como benditas.
Ahora ella sigue soñando entre las mantas de mi cama y yo calculo cuánto tiempo le daré para hacerme un café que me abra del todo los ojos.
2 comentarios:
"Vino Marta"? eso es una marca de vinos? Ribera del Duero, quizás?? jajaj es broma.
Saludos y un abrazo enorme.
Feliz año nuevo
Jo, niña, qué bonito!!!
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