El título puede parecer una tontería, pero resulta absolutamente fundamental. Por eso lo repito: "desde mi nuevo trabajo se ve el mar".
(Ahí es cuando me paro a respirar, porque el cataclismo interior amenaza con volver a encenderme los nervios).
Es un edificio nuevo, blanco, con taquillas americanas y ventanas que dan al horizonte azul. La sala de profesores es amplia y me reciben con energía, con alegría y con curiosidad. Aunque, como siempre, primero me echan pensando que soy una alumna. Soy incapaz de aceptar en mi memoria ningún nombre, incluso las caras me van bailando, pero la conversación es fluida y me hacen sentir en casa. Tan en casa que cuando llega la hora de la verdad, me invitan a quedarme a almorzar.
Todo me recuerda al clima de Alcalá. Me siento emocionada y feliz imaginando cómo será ir descubriendo a cada una de esas personas que ahora me parecen completos desconocidos, cómo será llegar temprano, aparcar y llorar por un café en vena, cómo será la complicidad durante las guardias, las bromas de los pasillos, las despedidas de última hora. Me cuentan algunas tradiciones, proponen un viaje, me avisan sobre ciertos compañeros con peligro, se ríen de mi edad y me observan también con esa mezcla de desconfianza y curiosidad con la que se acerca uno a un animal de circo.
Es fácil sentirse bien. Por eso vuelvo a casa revoloteando, con el corazón nervioso y emocionado, con ganas de charlar y también de no decir nada, de guardar en secreto toda esta música interior por si, al escucharla alguien, deja de ser tan hermosa como me suena a mí mientras sonrío.
¿Es normal que me apetezca comenzar a trabajar? ¡¡¡Desde mi nuevo trabajo se ve el mar!!!
2 comentarios:
Se ve el mar :D
Pd. Prometo, sino un final feliz, una historia feliz para Josefina y Emilio.
Es increible cuando te gusta tu trabajo.
Además, se ve el mar!!! No todos podemos decir lo mismo :)
Publicar un comentario