viernes, 8 de enero de 2010

Filípica de mi tía cerca de la hora de comer

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Hoy cuando volví a casa del trabajo me encontré un largo e-mail en azul de parte de mi tía Mari, la madre de los niños preciosos de los que muchas veces hablo, la hermana pequeña de la mía.
Mari lee mi blog desde que escribía en naufragada y cuando cerré aquel espacio, me mandó enseguida una carta pidiéndome que no dejase de escribir por nada del mundo. Complacerla es fácil.
En su mail dice que a veces no me entiende –creo que no es la única, a veces no me entiendo ni yo-, me regaña porque ya ha pasado mi periodo de duelo y sigo triste. Ella vivió una historia semejante y leerla me emociona, porque la siento muy cerquita. Me insta, con mayúsculas y a gritos, a que viva, a que viaje, disfrute, grite, experimente, a que sea feliz de todas las maneras imaginables.
Creo que la he desesperado mucho –al pensarlo me entra la risa en casa-.
El problema fundamental es que Mari no me conoce más allá del ámbito familiar y de mis palabras en estos rincones, y es una pena, la verdad. Cuando esta tarde se lo contaba a Nacho le decía que me había acordado de él porque siempre me dice que soy muy dramática al contar las cosas, que las intento poner tan bonitas que suenan terriblemente tristes y eso no es verdad. Yo siempre le digo que esto es literatura y que, por lo tanto, no hay que tomarme en serio. Nacho me conoce y lo asume enseguida, pero supongo que aquellos que me quieren y me leen por aquí a veces se asustan sin motivos.
Mirad, yo soy drama, teatral, poeta, desde muy pequeña. Me encanta una escena, es connatural a mí buscar la belleza de lo triste. Y cuando escribo aquí, olvido contar los millones de tonterías que me han hecho reír a lo largo del día. Por eso muchos me conocéis mutilada.
Por eso mi tía recibe sólo lo triste y se desespera conmigo.
Claro que mi periodo de duelo pasó. No imaginas lo que disfruto con un café en casa, con la soledad de mi pasillo, con los pies sobre la mesa y los rotuladores esparcidos por el suelo. Si de verdad estuviese triste, este sitio no existiría. Simplemente no podría escribir.
Soy feliz, pero impaciente. Y no tengo término medio. Soy visceral, pura tripa, grito, chillo, lloro, me tiro en la cama como un saco, (no rompo nada porque sé que luego tengo que recogerlo…) y después, me lavo la cara, canto una canción, me río de un chiste… ya se me ha pasado.
Tengo la extraña capacidad de hundirme en la miseria tan rápido como salgo de ella. Es fácil hacerme feliz y yo me dejo.
Sólo que aquí escribo muchas veces lo que más me gusta: el puro drama desgraciado y de rajarse las venas –me vuelvo a reír-.
(Tita, tienes que aprender como Nacho a no leerme en literal, sino más bien por debajo. Te mandé dos mails y no te llegan, así que te lo digo por aquí: GRACIAS y TE QUIERO).
Foto tomada por Marta

2 comentarios:

La sonrisa de Hiperion dijo...

Los te quieros, y las gracias, hay que acostumbrarse a darlos en viva voz... Que la tecnología falla... (palabra de informático)

Saludos y un abrazo enorme.

Adriana Pujol García dijo...

Me encanta tu entrada.
No por nada en concreto.
Pero toda ella.
Gracias por tu frase de ayer. Me la aplico.
Y gracias por pasarte.
Un beso grande!