El olor de la naranja en mis manos me recordó los largos inviernos de consejos de Rubén, de zumos con café y un Javi de ojos pegados, me recordó los diez kilos a diez euros y, no sé por qué, a mi abuela. La cáscara de naranja olía a las tardes de biblioteca con Ramón y a Diana, a Manuel gritando “naranjas” cuando aprendía a andar, al brasero de La Carolina con los gajos en fila y preparados para asaltar mi boca.
El olor del jabón, por un instante, me trasladó a un momento impreciso de mi infancia y cerré los ojos, mareada, intentando descubrir dónde estaba, si aquí o allí. Me apoyé en el quicio de la puerta e intenté quedarme ahí en ese instante indefinido que me calentaba el corazón.
Al salir de la ducha, al volver a utilizar un viejo bote de fijador, desperté mis instintos en medio del verano pasado y el sol calentaba de promesas y todo cambiaba hacia mí, mi piel oscura y los vestidos con tirantes traidores, el pelo recogido y la mariposa que he vuelto a perder apareciendo siempre en cualquier sitio inesperado. La sal, el mar, las duchas a última hora de la tarde después de haber disfrutado de un día intenso sobre arena.
Y después mi jersey olía al suavizante de mi madre y de la tuya, así que irremediablemente estuve un segundo en un escalón. Pero tenía el pelo empapado y el olor del secador caliente me llevó a la silla frente al espejo, cuando era niña y sentía los tirones del cepillo para domar esta cabellera de leona quejica.
Así, sin darme cuenta, llevo toda la mañana viajando, de mí hacia mí, hacia el recuerdo y hacia nosotros, todos nosotros.
2 comentarios:
-Así, sin darme cuenta, llevo toda la mañana viajando, de mí hacia mí, hacia el recuerdo y hacia nosotros, todos nosotros.-
Nostalgia creo que la llaman...
Salu2 y cariños =)
Quiero olores que me hagan viajar... el incienso sevillano de canela...
Las naranjas almerienses por las vegas de Granada... El caramelo cordobés de la mezquita... Me haces viajar con tus palabras.
Saludos y un abrazo enorme.
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