Ha explotado como una luz llenando todas las calles de colores. Ha explotado. Se escuchan palmas, música, risas, brindis en las sombras de la tarde. Los zapatos taconean y las flores lo anuncian todo.
-¿Dónde ha estado toda esta gente durante el maldito invierno? -pregunta con una carcajada Rocío mirando a su alrededor. Casi no podemos movernos entre la multitud y llegar hasta cualquier sitio supongo un caos.
María José canta y baila mientras Sarah lo observa todo con ojos curiosos y sorprendidos. A Chelo ya le suena todo esto y, simplemente, nos va conduciendo a los mejores rincones de la noche. Yo me siento agotada, desde las una de la tarde he estado de pingoneo sin sentarme y se acercan las doce de la noche ya. Hemos terminado el último plato de jamón y nos colocamos estratégicamente en una esquina cerca de la plaza vieja, al lado de la tienda donde yo siempre compraba chucherías.
Los primeros alumnos se me acercan cuando acabamos de conocer a un grupito de Cádiz que promete alegrarnos la noche. Después van llegando todos los demás. No me gusta encontrármelos en esta situación. A los menores les pregunto cuántas copas llevan y a los mayores les rechazo las copas que me ofrecen.
-Mi profesora preferida, por favor, una copa y apruébeme -me dice un caradura sin pensárselo dos veces.
Bromeamos, bailamos, nos reímos, nos vamos rescatando las unas a las otras cuando el grupo intenta separarnos en un "divide y vencerás". Luis aparece como sorpresa y Ramón me llena de besos y promesas cuando me pierdo un segundo. Sé que Miguel está por aquí, pero no consigo tropezármelo en el bullicio.
Finalmente, tras una confesión masculina que nos vuelve de risa, un espurreo, un desplante y un paseo, volvemos a las cuatro de la madrugada, sorteando grupos despiertos, para encontrar la cama.
(Alarmada después de una siesta de cuatro horas, ¿y esto ha sido sólo el primer día de cuatro?)
1 comentario:
Hay que meterle fuego a todas las madrugadas... jajaja
Saludos y un abrazo enorme.
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