miércoles, 30 de enero de 2013

pretérito perfecto compuesto


La casa permanecería en silencio, pero boza canta bajito desde el ordenador, dejando al reloj su protagonismo. Yo he ocupado el tiempo. He sido hacendosa y he regado las macetas, he guardado el mantel y he vuelto a recoger la cocina. No me he olvidado del salón y lo he puesto todo en orden. He repasado cada una de las habitaciones. Como estuvimos en ikea, he enmarcado el dibujo que Nacho me ha dejado debajo del sofá y lo he puesto junto a las últimas ilustraciones de Marta, antes de llevarlo a la cabecera de la cama. He escrito un poema. Y he entrado aquí, a abusar del pretérito perfecto compuesto. 

En el colegio odiaba los verbos y las tablas, y todo lo que supusiese estudiar de memoria. A mí me gustaban las cosas que se podían aprender como una historia, las que dejaban un hueco para fantasear o inventar sucesos paralelos. Por eso puedo imaginar a Nacho en el tren, dormido elegantemente con la boca cerrada, o intentando dibujarse fijándose en su reflejo en el cristal. Es la historia paralela que ha empezado a las 17:58. Ahora ya no puedo aprenderlo de memoria, pero puedo rellenar los huecos que se deja. Puedo inventarme en lo que piensa, a dónde va, hacia dónde mira. 

Yo miro los adaptaciones de Mio Cid de mis alumnos agrupadas en dos columnas: las corregidas y las que no. Miro el reloj, me planteo una ducha, escucho palabras de la canción -y salté del vagón a fugarme conmigo-, parpadeo rítmica. Él hace lo mismo. Ha pensado ahora lo mismo que yo. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quienes son Boza y Nacho...? no es la primera vez que los nombras.
Intriga intrigosa intrigante