miércoles, 29 de mayo de 2013

hermano al rescate


Me tomo un café mientras mi hermano duerme en la habitación contigua. Ha venido a rescatarme del terrible mundo de las nuevas tecnologías en el que, aunque soy hija de informático, no me muevo con demasiada soltura. Estoy contenta porque se está quedando algunos días y me encanta pasar mi tiempo con él. Además, me está haciendo la comida y ha cambiado las fundas del sofá porque se aburría. ¿Cómo no voy a estar encantada? 

Javi se siente en casa como en su territorio y eso me gusta, porque siempre he deseado que esta casa hiciese sentirse cómodo a todo el mundo. Entra y sale a la terraza, inventa en la cocina, observa la obra del zoológico... Está tranquilo. 

La última vez que vino estábamos Nacho y yo en casa, y me gustaba verlos a los dos entretenidos con sus proyectos y sus ilustraciones, hablando de diseño y programas extraños del ordenador, intercambiando ideas sobre materiales y resultados. Que las personas que amas se caigan bien siempre es un regalo inestimable. Y a mí me gustaba observarlos, disfrutar de esa magia cotidiana que transmiten los que aprenden a entenderse -también porque te quieren. 

Así que es bueno tenerlo aquí, esperando conmigo al regreso de Nacho, dándome conversación y carcajadas, escuchando mis aventuras en el trabajo y bebiéndose mi café. Doy gracias a Dios. Estoy contenta. 

Se ha despertado y se va dando golpes contra las puertas, así que voy a hacerle caso. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

de recuerdo cerezas


Las primeras cerezas de la temporada del año pasado las compré con Javi. Habíamos ido a verlo una tarde, en pandilla, dispuestos a sacarlo de casa para dar una vuelta. Yo echaba de menos las cerezas de Alcalá y bajo la casa de su madre había un chino que las vendía. 

Recuerdo que compré un puñado y las fui comiendo mientras llegábamos al pub al que íbamos a tomar un refresco y jugar un billar. Los chicos estuvieron jugando, hice algunas fotos con el teléfono y nos reímos. Después había música en vivo, así que nos enganchamos con aquella banda de ingleses e incluso Rafa y Alberto cantaron algunos temas. Era un jueves, creo, y llegué a casa tarde pensando en el madrugón del día siguiente. 

Hoy he vuelto a comprar cerezas. Volvía de hacer algunos recados y he visto una de estas fruterías de las que proliferan ahora, con las cajas en la puerta y fruta brillante y llamativa. Mi madre me había hablado de cerezas por teléfono y no he podido resistirme. 

En el momento justo de elegir las pequeñas y oscuras cerezas he recordado aquel día, aquella tarde con Javi y los chicos. Como un bombardeo de extrañamiento, ternura, complicidad y un deje de tristeza -o más bien melancolía. Algo así ha sido. 

No había hablado directamente de Javi todavía. Había escrito algún poema incomprensible sobre su marcha. Los chicos han escrito canciones. Yo quería decir... quería contar... algo. Supongo. Pero me siento redundando todo el tiempo. Sé que no hace falta decir nada. O quizá yo no quiera decir nada todavía, realmente, más allá de que compré cerezas y me acordé de él.