lunes, 17 de diciembre de 2012

el triunfo de los cambios


Alargo el café. Estoy vestida y no podemos hablar de lo que hemos soñado. La obra y el reloj marcan el ritmo cotidiano de la casa y hago listas mentales de las cosas pendientes para hoy, es casi un vicio. La ropa tendida, la decoración navideña, la mesa con todas las tarjetas extendidas esperando a ser rescatadas del olvido... todo parece casi igual, aunque falte su ruido y no estemos sentados juntos planeando la mañana. 

El cuerpo acepta muy rápido los nuevos ritmos y se queja cuando vuelvo a los antiguos. Es extraño, yo que temía que me molestase andando entre mis cosas, escucho a la casa llamarlo. Lo hemos aceptado aquí y nos gusta. He redescubierto el triunfo de los cambios. 

Ahora, me lavaré la cara, cerraré la ventana del dormitorio, recogeré el desayuno y me iré sin hacer demasiado ruido, sin haber usado aún la voz esta mañana, a pelearme con las bestias-niños que desean que lleguen ya las vacaciones para poner punto y aparte. Los entiendo. A mí también se me hacen largos estos días de cálculos y evaluaciones. Pero bueno, compensaré los números con lavadores, la espera con proyectos de novela, la ausencia con lecturas.

viernes, 7 de diciembre de 2012

aventura en el mundo moderno de Amazon


Hace tiempo que sentía curiosidad por el mundo de los libros electrónicos y sus vericuetos. Como soy una mujer más para la práctica que para la reflexión, he decidido que la mejor manera de adivinar cómo funciona  el e-book era probando a publicar uno. Así que por fin hago pública mi vieja novela Gris de la que he hablado en algunas ocasiones. 

Como Amazon lo está colonizando todo, he pensado que el mejor sitio para comenzar era ese, por lo que he colgado allí el libro. Dejo aquí un enlace de descarga para el que quiera curiosear (espero que no os vuelva tan locos como a mí, que he necesitado ayuda de cámara para poder colgar el libro). 

Gris

¡Deseo que os guste!

martes, 27 de noviembre de 2012

calendario adviento 2012




Otro año más os dejo aquí el calendario de propósitos de Adviento para el 2012. 

Esta vez he tenido la ayuda de Nacho con el diseño, así yo he podido concentrarme sólo en las lecturas para estos días y en los propósitos. 

Ojalá nos sirva a todos para que la espera sea más esperanzada que nunca. 


miércoles, 31 de octubre de 2012

lo desconocido


Me pregunto cómo sería vivir en un mundo en el que todavía quedasen espacios rosas en el mapa. Nacho retoca unas imágenes en el ordenador para un concurso y yo fantaseo con eso, con los espacios rosas en el mapa, porque ayer leí un artículo sobre los territorios imaginarios. Quizá por eso también mandé a mis alumnos hacer la descripción de un sitio que no exista. 

Entonces imagino un mundo en el que no hiciese falta crear otro mundo para que cupiese lo desconocido, sino que contase con determinados rincones que poder colmar de significados y decir: "¿ves? en esta pequeña mancha rosa en el mapa hay en realidad un país donde habitan hombres con cabeza de pescado que hablan cantando" o "¡fíjate! en este rinconcito rosa hay un bosque donde nacen niños de los árboles". Creo que hubo un tiempo en el que todavía se podían desear cosas así para los territorios insospechados. ¿Cuáles son ahora nuestros dragones? 

Nacho frunce el ceño y yo miro las paredes blancas de la habitación. Qué vasto el atlas de todo los soñado, el bestiario de lo que sólo intuimos entre las sombras... Y que se nos olvide que somos capaces de incendiar de contenidos un simple territorio en blanco, ¿qué debe significar? 

miércoles, 17 de octubre de 2012

el arte ya no sirve para nada


Cuando explico a mis alumnos el Modernismo, les hablo del cambio de concepción del arte, que pasa a ser un objeto inútil. Quizá las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Por eso hay tantos educadores que componen canciones en su tiempo libre, tantos artistas que pintan cuando salen del trabajo, tantos escritores disfrazados de gente normal. Por eso mis alumnos entienden el arte como un bien de consumo prescindible. 

No me apetece  hablar de los problemas económicos del país, ni hacer un alegato en favor de la cultura o denunciar la situación de tantos artistas en medio de este ciclón. Me genera apatía el pensamiento. Sólo quería contar mis torpes intentos de solucionar en mi día a día este problema. Lo único que está claro es que si no hay dinero para pagar la comida, tampoco lo hay para pagar el arte. Fantaseo estúpidamente con la idea del mecenazgo. 

Ante todo esto, sólo puedo decir que no me apetece la idea de rendirme. Porque yo no cuantifico lo que hago, yo soy feliz fabricando cuentos. Seguramente nunca llegue a ser best seller, hay grandes posibilidades de que la publicación en papel sea una utopía dentro de poco y cada vez más se reduce el número de lectores. Cuando intento explicar que eso no me importa, pocas personas me creen. Está claro que sin un lector no tiene sentido la obra, pero, ¿significa eso que deje de tener sentido el creador o que pueda detener sus procesos artísticos a la espera de una buena oferta? 

Me enredo en mis propias ideas. Me tropiezo con los formularios, con los protocolos literarios, con los problemas de liquidez del sector y la falta de demanda porque el precio del libro no se abarata. Pero trabajo en dos novelas nuevas, tengo cuatro medio dignas terminadas y a la espera, un blog lleno de poemas (en el que hoy he publicado para imprimir los poemarios que suelo regalar durante los recitales) y una cabeza que no deja de enredarse en tramas descabelladas. Y tanto ruido frente al silencio del exterior puede confundir, incluso frustrar, pero yo lo bailo y crezco y descubro el mundo y lo transformo o lo quemo. Porque la literatura o el arte para mí no son únicamente un fin o una meta, no son sólo el ideal, son también un camino cotidiano por el que me busco cada día. 

lunes, 15 de octubre de 2012

madrid, una mujer cosmopolita pero chapada a la antigua


La luz acaricia cálida los árboles del zoo, dotándolos de una cara oscura que va preparándose para la noche. El tigre gime descaradamente desde su jaula, supongo que rogando un poco de amor, y un grupo grande de gaviotas gira en círculos sobre el mar en el horizonte. Es extraño pensar que ayer estaba abandonando Madrid, con su ruido y su gente, cuando miro ahora la paz a través de la ventana. 

Estoy leyendo El vendedor de historias. Lo empecé en el tren, de camino a Nacho, y casi lo estoy terminando. Es uno de esos escasos momentos en los que decido alargar un poco más un libro, para que no se me acabe antes de que me de cuenta de que ya no lo tengo entre las manos. Habla sobre la creatividad y el mundo de los escritores. No puedo imaginarme cómo lo acogió la crítica en su momento, es bastante duro con el quehacer de los autores publicados. Aunque como el narrador tiene bastante doblez, uno nunca se siente identificado con lo que critica. "Los malos son los otros". Quizá sería una de los incorruptibles. Qué peligroso...

Madrid me ha enseñado nuevas caras estos días. Pocas veces había visitado sus calles con un madrileño de pura cepa y, claro, sus costumbres y su historia me han llevado a rincones nuevos. Este viaje ha tenido la magia de poner en movimiento personas, lugares y objetos, que sólo formaban parte del ideario de mi imaginación. Conocí las calles de las que había escuchado anécdotas, recorrí los caminos que había dibujado parcamente con retazos, tomé las medidas de las habitaciones, probé los sabores de la cena que siempre es a las nueve y media, puse cara y movimiento a los protagonista de tantas historias y mudanzas. Escuché al otoño acercándose a las avenidas y observé el apasionante engranaje de la realidad que, aunque a veces no es capaz de imitar el brillo de la fantasía, tiene la capacidad de sorprenderme con detalles que no deben pasar desapercibidos. Era como asistir por fin al espectáculo que tantas veces había imaginado. Y lo cierto es que aplaudí como una niña al final de la función. 

Además, disfruté de Sol y sus elegantes gatas, bajo la luz de una tarde que no sabía si prometer diluvios. Disfruté de Rubén, Maria José y un novísimo Pablo, que se quedaba tranquilo en mis brazos mirándolo todo con infinita curiosidad. Disfruté de las librerías en las que soy capaz de aburrir a cualquiera y me hice con algunos libros que necesitaba como documentación de un nuevo proyecto literario. Disfruté de mí y me cansé de andar. Porque las medidas son distintas y lo que es cerca para Nacho, a mí me supone una eternidad. Supongo que es lo que tiene estar aprendiendo de alguien que disfruta tanto del proceso como del final. 

Sí, Madrid me trata siempre bien, prepara para mí ferias del libro antiguo, exposiciones sobre escritores y pintores que me gustan, restaurantes con mis comidas preferidas y tiendas con diez mil tentaciones. No me puedo quejar de esa mujer cosmopolita, pero chapada a la antigua, que a 565 kilómetros retiene lo que es mío. 

jueves, 11 de octubre de 2012

de libros, proyectos y maletas


Con el café he terminado la maleta. Charlie Winston canta Soundtrack to Falling in Love y yo repaso cada una de las cosas que haré en los momentos libres del día antes de coger el tren. Calculo todo antes de las seis porque es mi tiempo de independencia. Después todo será nuevo y no querré planes ni tener nada atado que no sea su mano dando un nuevo significado a las calles. 

La luz comienza a tomar posesión de mi salón al tiempo que la canción cobra intensidad. Es jueves. Dos ideas de novela rondan mi cabeza y ando de un cuaderno a otro tomando apuntes de posibles esquemas. Pierdo la conciencia de la realidad mientras sigo mentalmente un diálogo que aún no he escrito, una descripción que podría encajar. Las cosas pequeñas vuelven a ser las protagonistas y en la clase de literatura hablaré de los trucos mágicos del escritor. 

En Madrid buscaré un libro sobre dioses orientales y quizá algún ensayo sobre literatura, soñé que iba a una librería de viejo y le preguntaba a un importante poeta qué me aconsejaba. Decía: "voy a indicarte el libro más caro del mundo". Después se inundaba todo y a mí me daba vértigo, aunque me gustaba la nueva casa de Juan y Leti. Mi cabeza es un campo del que recoger siempre ideas descabelladas, tengo buenas plantaciones. 

Mi plan, entonces, es terminar de leer El arpista ciego de Terenci Moix antes de coger el tren, para así poder dedicar el traqueteo a la novela de Gaarder que Nacho me regaló para mi cumpleaños. Así, cuando llegue y él me vea, seré de nuevo ella y a la vez yo tirando de una maleta. 

lunes, 8 de octubre de 2012

un lunes de octubre, una monotonía cualquiera


De madrugada, tendida en la cama con los ojos abiertos intentando descubrir la primera luminosidad del día, imaginaba que llovía fuera, incluso escuchaba la lluvia. Esperaba que algún coche cruzase la calle para que el ruido de los neumáticos sobre mojado fuese mi mejor señal, pero la ciudad se mantenía en silencio. Sólo podía oír ese aparente manto de agua. Supongo que algún vecino se duchaba más allá de mi pared, porque al abrir las persianas sólo pude ver una niebla gris que recortaba los árboles del zoológico. 

Es lunes y cuento los días hasta el jueves, las horas hasta la tarde del jueves, cuando un tren me acerque a Madrid y todos sus misterios. Me estiro de nuevo y deambulo por la casa con la cara sin lavar hasta que consigo prepararme un café decente. Todo huele a limpio después de la paliza que me di ayer y eso me hace sentirme en calma. Enciendo la lamparita de la mesa del teléfono y el ordenador mientras imagino las noticias del día: importante partido, importantes elecciones... A veces el mundo cíclico pesa más. 

En mi viaje al trabajo asciendo sobre las nubes que se comen la ciudad. El sol me ciega en una curva, los tejados se yerguen bajo el asfalto, los pinos parecen más verdes. Respiro llenando todos los pulmones y descubro que no soy la única que ha pensado que el paisaje merece una fotografía. Ahora todos queremos llevar la belleza en el bolsillo, encerrada en un pequeño aparato, como si pensásemos que nuestra imaginación no podrá recordar todos los detalles. Veo su mensaje en el correo electrónico de antes de salir al trabajo y sonrío complacida. Hoy es todo más lógico. Es lunes. 

Las dos últimas horas las dedico a hablar del arte, de sus función, su significado, su relación con la literatura... El primer grupo está lleno de preguntas y ganas de participar. El segundo prefiere que se lo den todo hecho. Aún así acaban arrancando y, cuando suena el timbre, siento que me han exprimido o vampirizado. Pero estoy feliz. Estoy feliz porque he hablado dos horas de cosas que me gustan, aunque me habría gustado mucho más esta clase con un público adulto. 

Las horas pasan. Hago lo que espero de mí, es decir, cocino, riego, planto unas semillas de encina y de pino en la terraza, recojo la ropa, preparo un té y vuelvo al trabajo. Una alumna me hace reír a carcajadas con una redacción bastante bien hilada y las caras agotadas de mis compañeros me recuerdan que mañana el día será idéntico al de hoy. 

Intento hacerme una idea del día que ha tenido él, de la luz que hay en el estudio cuando yo salgo a un atardecer malva sobre las montañas y el mar. Vuelvo a llenar los pulmones de aire, dispuesta a eliminar la tensión del día de camino a casa. Mastico un poema que he leído en algún sitio, suspiro sin darme cuenta. Las paredes aún están calientes por el sol del día, pero mi casa aguarda en silencio, vacía hoy, con las sillas patas arriba y la penumbra que espera las bombillas. Dejé el té a medias sobre la mesa y eso hace todo extrañamente más real. A veces siento que llego a la vida de otra o me descubro, de golpe, abrumadoramente yo, como ahora. 

martes, 18 de septiembre de 2012

el personaje del escalón


Los comienzos de curso siempre llevan de la mano un incremento de mi vocación de maruja. Así que hago mil cosas en la casa por las tardes. Me vuelvo loca entre lavadoras, paso la aspiradora como si no hubiera mañana, se me ocurren redecoraciones o le dedico tiempo extra a mis macetas. Ayer, entre tanta vorágine de ama de casa, salí a la compra a última hora. 

En un escalón cerca de casa, que por las mañanas es una empresa de ascensores, había un hombre negro sentado al lado de lo que parecía un paraguas malva. Aparentaba tener mi edad y parecía atlético. Imaginé que de pie era igual de alto que yo. Como no puedo dejar que mi imaginación vuele descontrolada, mientras que me dirigía al supermercado, le iba inventando una vida. 

Después, con las compras, me olvidé de mi personaje y me concentré en una canción que no salía de mi cabeza. Como llevaba el pelo húmedo me sentía fresca y relajada. Me había puesto un vestido para marcar la diferencia entre la jornada laboral y mi descanso. Iba absolutamente absorta cuando, al regresar a casa, en la esquina de mi calle, vi a alguien de pie mirando a los lados, como cuando se espera algo. Descubrí emocionada que era el mismo hombre negro del escalón. Miraba su reloj cumpliendo todos los tópicos disponibles y, efectivamente, era sólo un poco más alto que yo y muy proporcionado. Llevaba unos pantalones marrones claros y una camiseta blanca de rayas. Me alegró volver a encontrarme con mi personaje porque quizá recibiese nuevas pistas sobre los motivos de su espera.

Me crucé con él, aguantando las ganas de saludarlo -suele pasarme que, al inventarme la vida de la gente, me creo que ellos me reconocerán como narradora y se me olvida que no saben nada de mí y que no debo hablar con desconocidos-, y me encaminé a mi casa pasando por el escalón. Allí aguardaba el paraguas malva, que resultó ser un precioso ramo de flores. A su lado había una lata de cerveza. Yo había tardado media hora más o menos en comprar y él seguía allí, no se sabe desde cuándo, esperando con un inocente ramo de flores. 

Mi personaje cobró nuevas dimensiones. Imaginé que había comprado la lata aburrido de esperar. Imaginé que ella era rubia y extranjera. Imaginé que pensaría que el ramo era demasiado o una costumbre pasada de moda. Y fantaseé con que me regalasen flores. Me encanta recibir flores y me apena que sea una tradición venida a menos. Sí, definitivamente aquel hombre se había convertido en el héroe de mi día. ¡Qué ironía que una vez en casa lo olvidase por completo! Así de breve es la fama en mi cabeza. 

miércoles, 5 de septiembre de 2012

gravedad



Nadie puede evitar que la Tierra gire. De pequeña me preguntaba cómo era posible que no nos cayésemos todos en cada vuelta, cómo era posible que no nos fuésemos derramando unos sobre otros desde el norte hacia el sur. Después te explican el concepto "gravedad" y crees en él como crees en Dios, porque yo no soy física y no puedo demostrarlo por más que se me caigan las cosas al suelo y no al techo. Giramos. Queramos o no. Podemos sentarnos en el suelo y patalear o podemos abrir los brazos y dejarnos marear por la vida como cuando éramos niños y dábamos vueltas y vueltas mirando arriba. 

Él me marea. Y yo me agarro a su forma de girar. Me vendo a su forma de girar, pero no me deja renunciar a nada. Su lema es "juntos". Aunque se lo trague Madrid como en la canción de Débora. Porque creo en la gravedad, no tengo miedo. Ni siquiera cuando suena un portazo o el viento nos da un susto de madrugada. Él pronuncia mi nombre muy despacio y me recuerda aquella sentencia, hace años, que Chica me hizo escribir después de un corto que habíamos visto en internet. Él que no existía, me llena las manos y la boca de pruebas demostrables. Entonces digo: no somos una hipótesis. Digo: ya no voy a fantasear más con el hombre que no existe porque está sentado en mi sofá. Dice: ¿de dónde has salido?

Nadie puede evitar que la Tierra gire, que las cosas cambien, que la vida vuelva y vaya y te gaste bromas como esta y te diga: hace diez años que te lo vengo avisando. Por eso respiro, estiro los brazos, sonrío y vuelvo a creer en la posibilidad de cambiar el mundo con las palabras. 

domingo, 24 de junio de 2012

mi tercer san juan, mi segundo año en esta casa


Como siempre, los monos me despiertan. Ayer quemé mi deseo y mi renuncia en una hoguera de alemanes mientras paseaba por la orilla con los pies llenos de arena. Ahora Boza canta en mi ordenador y paro un segundo para clavar los ojos en la estantería de los libros de poesía. 

Mi primera noche de San Juan la pasé durmiendo en mi colchón nuevo en el suelo del dormitorio porque aún no había montado la cama. Y ahora son dos años los que cumplo en esta casa blanca llena de luz. Cuando me mudé, deseé para ella: "que esta casa conozca el amor" y, cierto día, con la terraza llena de gente que comía los dulces que les había preparado, que cantaba con guitarras, que reía bastante alto, me di cuenta de que mi deseo se había realizado. Esta casa ha estado llena de amor. 

Muchos días. En cada cena compartida, en cada visita, con cada lata de galletas, con las recetas, con los libros, la literatura, los viajes de lejos y los de cerca, las acuarelas, cada invento, cada siesta... Dos años dan para muchas aventuras, para subir muy alto y saltar también a lo profundo, para andar de puntillas o besar la vida con descaro. Siempre bajo el ritmo del reloj. Siempre con los árboles al frente y el mar intuido a lo lejos. 

Felicidades, casa blanca, estamos de aniversario. 

martes, 12 de junio de 2012

orillada


Soy el segundo puerto de Turquía después de Estambul. Porque Débora me llama Izmil cuando se despide. Alejandro y ella recorren costas perdidas en su viaje de novios y me mandan fotografías o palabras o las dos cosas a la vez. Son felices. La felicidad no es tan cara como la pintan. 

Yo leo Kafka en la orilla soplando entre las páginas para eliminar los restos de arena que la playa dejó para mí la última tarde. El mar es un buen sitio para leer y olvidarse de todo. Lo descubrí al principio. También es un buen sitio para encontrarse. Un rincón donde es sencillo sonreír. Las tardes se alargan y me ofrecen sus posibilidades. Me cedo. Es una propuesta interesante la de vivir cada día como si el río... Pienso en Siddharta mientras dormito en la orilla y ronroneo como un gato al sol. 

Las cerezas llenan el cajón del frigorífico y canciones en francés recorren los rincones de la casa. Ando descalza, de puntillas, mientras imagino cómo serán los vecinos que se mudan hoy la piso contiguo. El olor de la ropa limpia entra desde la terraza como un mantra perfecto que me acuna. El viento mueve las cortinas. El viento. Son días de viento junto al mar. Lo pienso con la bolsa de la compra contra el cuerpo mientras subo de vuelta del mercado. 

Hay cosas que permanecen y otras que cambian. Por ejemplo yo. Siempre la misma, siempre en nuevas combinaciones. Caleidoscópica. 

miércoles, 6 de junio de 2012

a las puertas del verano


Hoy la ciudad había sido engullida por la niebla. Los limpiaparabrisas automáticos se dispararon en cuanto salí de la cochera. Me había despertado saltando a la ducha y pensando en un vestido largo de tirantes, así que durante todo el viaje mantenía la esperanza de que el cielo se despejase conforme comenzase mi ascenso a la montaña. 

Saqué las gafas de sol en una curva adornada por buganvillas que se escapaban de los últimos retazos blancos de nube. Conforme atravesaba el pequeño pueblo desde las alturas, pensaba en aquel viaje a Tenerife con mi familia, cuando al subir al Teide nos sentíamos dioses por encima de las nubes. Quizá hoy trabajo en el Olimpo y el vestido de tirantes no ha estado de más. 

Hace calor y nos movemos despacio por los pasillos. Las clases son silenciosas porque el sopor nos amodorra a todos mientras la luz brilla más allá de los cristales. Sueño con la siesta. Sueño con el mar. Sueño con tenderme con el libro que estoy devorando. Abandonarme. Con la conciencia tranquila porque la novela está terminada, porque la casa está limpia, porque los exámenes están puestos... porque sólo me queda hacerme las paces, declararme una tregua, darme un premio y una plauso. Sobre todo: ponerme morena.

A las puertas del verano me reclamo con mis mejores maneras y me propongo hacer un inventario de milagros. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

fechas

cartel realizado por Erny Gámez


Afán para no separarme de ti,
por tu belleza, lucha por no quedar en dónde quieres tú,
aquí en los alfabetos, en las auroras, en los labios.
Ansia de irse dejando atrás anécdotas, vestidos, caricias,
de llegar atravesando todo lo que en ti cambia,
a lo desnudo y a lo perdurable.
Y mientras siguen dando vueltas y vueltas, entregándose,
engañándose, tus rostros, tus caprichos y tus besos,
tus delicias volubles, tus contactos rápidos con el mundo,
haber llegado yo al centro puro, inmóvil, de ti misma,
y verte cómo cambias, y lo llamas vivir,
en todo, en todo si, menos en mí, dónde te sobrevives.

Pedro Salinas



Abel me manda este poema y pienso en esa necesidad sorda de aferrarme a lo que no cambia, a lo que siempre permanece, quizá para encontrar esa parte de mí que efectivamente sobrevive a pesar de los movimientos constantes del sistema mundo. 

Entre las que soy siempre, está la yo que escribe porque no sabe hacer otra cosa, aun cuando escribir supone atravesar desiertos, vencer gigantes, bucear profundidades insondables. 

Por eso, os dejo las fechas de las próximas citas que tendré como escritora, de la mano de mis novelas o de mi libro de poemas, en algunas ciudades donde tienen hueco para mí. 

jueves, 26 de abril de 2012

amar es aquí


Son las nueve de la mañana. Tengo el pelo mojado y el café a medias. Javier duerme como un bendito y un vecino hace un amago con el martillo unos pisos más abajo. El reloj, como siempre. La luz, entra tímida en la casa a través de la ropa tendida. Una moto cruza la calle y el sonido tenue de un televisor llega desde algún rincón lejano. 

Hay en mi casa un sitio que late con una intensidad distinta a los demás. Es la balda número cuatro de la estantería del centro. Está cargada de libros verdes que esperan encontrar su rincón. También está cargada de sueños y proyectos cumplidos. Ediciones Torremozas me envió ayer un paquete lleno de manzanas, bueno, lleno de poemarios verdes como manzanas con mi nombre y el título que decidí cuando asumí lo que significaba. Amar es aquí donde pertenezco. 

Pronto estarán a la venta, pronto pondré la dirección donde podrán conseguirse o, si tenéis paciencia, podré ir a presentarlos cerca de donde estéis escondidos y os los ofreceré como la bruja del cuento a blancanieves. 

Javi se mueve en la cama. La vida me llama. Me desperté con Pedro Salinas en la cabeza.


(y aquí os dejo un enlace donde podéis comprar el libro por internet http://www.torremozas.com/amar-es-aqui )

viernes, 30 de marzo de 2012

de la cama al café



leo a sabines nada más saltar de la cama. bueno, es mentira. leo a sabines nada más salir de la ducha. falso también. lo leo, quizá, después de desperezarme, lavarme el pelo, acabar la maleta, prepararme un café. sí, es más bien así. preparo el taller literario de tercera hora y leo a sabines pensando hablar de la prosa poética y justificando la necesidad de regalar algunos versos del otro lado del charco. pero mi cabeza huye de los versos al viaje de esta tarde, recuerdo curvas de la carretera, molinos de viento, el color del asfalto. recuerdo cómo te quedas dormido lentamente hasta desaparecer en el asiento. vuelvo al café, a la poesía, a mi casa. pienso en el puzzle que soy, en este juego de letras, conectadas siempre unas con otras, laberinto. acabo el café, selecciono los textos, pierdo la paciencia y recuerdo que aún no me he secado el pelo. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

día internacional de la poesía


Inventamos días internacionales para todo. Se acaba convirtiendo casi en un circo y en una escusa para celebrar lo primero que se nos ocurra. Dentro de este panorama tengo que reconocer que hay una fecha especial que yo celebro con ilusión todos los años: el día del libro. Además, hoy he descubierto, casi por casualidad, que es el día internacional de la poesía y creo que si lo hubiese sabido con tiempo me habría enamorado de esta fecha y habría preparado una cena poética o cualquier merienda o cualquier escusa. 

Descubrí la poesía de pequeña, de labios de mi madre cada vez que me ofuscaba y me decía aquello de "la princesa está triste". En el instituto y en la universidad me estuve acercando a ella con una mezcla de respeto, curiosidad y hastío, como si no terminase de estar sincronizada con los versos. Aún así, robaba estrofas, expresiones concretas, las subrayaba en los libros, las apuntaba en mi agenda... Incluso empecé a escribir algunos poemas por mi cuenta, nada que se pueda recuperar, pero que permanece en mi memoria. Mientras escribo estas frases pienso en aquel primer verso que pensé, me sitúo en el espacio donde me encontraba, siento el aire en la cara, las nubes sobre mi cabeza, el silencio en mi pecho... y aquel primer verso dramático y contundente que desencadenó mi curiosidad. 

Mi primer poemario se llamaba Memento mori (recuerda que tienes que morir) y lo escribí por un frustrado amor de verano que quería eliminar de mi cabeza. Entre aquellos versos y los de hoy no sólo han pasado los años. Es curioso. También han pasado muchos poetas. Hace unos tres años, más o menos, viajé a Madrid a tomar una botella de vino con Marta y, ante la angustia de no poder leer novela, me decidí por acercarme a la poesía. ¡Menudo encuentro! Recuerdo llevar el bolso cargado de libros de poemas y recuerdo sentir por fin la sincronía con los textos. 

Un antes y un después de todo, supongo. 

Esta mañana, después de salir de la ducha, con un café y los ojos pegados, revisaba la última prueba de amar es aquí, mi primer libro de poemas -que saldrá a la venta el mes que viene con Ediciones Torremozas. Es curioso el crecimiento, es curioso cómo el tiempo va poniendo cada cosa en su sitio. Es curioso que hoy sea el día internacional de la poesía. 

(Aquel día él nos preguntó "¿creéis que la literatura puede salvar una vida?" y nosotros comenzamos a pelearnos a voz en grito dentro del aula. Yo lo creía entonces. Ahora más bien lo sé). 

jueves, 1 de marzo de 2012

limpieza de primavera y recuerdos


Mi viejo armario, en casa de mis padres, ha ido convirtiéndose, con el paso del tiempo, en el vientre de la ballena. Casi cualquier cosa imaginable y apilable si iba ocultando allí, puesto que tiene un tamaño como para acoger una merienda. Mi madre lleva años intentando convencerme de que le de una vueltecita, pero yo no conseguía encontrar la energía para enfrentarme a lo que podían ser montañas y montañas de recuerdos.

Para que conste, sólo he ordenado la parte inferior, de la parte de arriba tendré que ocuparme en otro momento, y he convertido seis cajas, cuatro archivadores de cartón y cinco bolsas en sólo tres cajas. Así dicho no suena a mucho, pero aseguro que cualquier pirata rico tenía menos tesoros que yo.

Entre viejos disfraces, manualidades frustradas, cajas de cartas, apuntes de dibujo y bolsos, quiero detenerme en algunos descubrimientos. Por ejemplo, la mantilla negra de mi abuela y el velo de la comunión de mi madre, que me han sorprendido casi al principio de mi búsqueda. Al parecer, mi abuela me dejó a mí especialmente en herencia esa mantilla de encaje que huele a caja de cartón vieja que según ella no se debía doblar, sino arrugar para que no se partiese. Es una pieza elegante, cargada de historia, evocadora. Pienso en mi abuela el día que la compró, ¿qué edad tendría? ¿Se parecería ya a la mujer arrugada que recuerdo?

Después tropiezo con una caja cargada de correspondencia, antiguas cartas de antes de la existencia de internet. No me atrevo a abrirla, sólo la miro por encima y decido que me la llevaré a casa para descubrir sus secretos. Para asomarme a quién era a través de los demás.

Sorprendida, topo con otra caja cargada de recuerdos: flores secas, la vela de mi bautizo, las cartas de amor que guardé en una caja porque no quería volver a verlas y más tarde saqué porque me comía la curiosidad, entradas de conciertos, dibujos de cuando estaba en el colegio y la lámpara de plástico que utilizaba para convertirme en guerrero Júpiter. Entre todo ese jaleo, mis dedos dan con un trozo de libreta doblado y doblado en cuya parte superior leo "ábrelo". Obedezco intentando recordar de qué se trata y voy encontrando letras a lápiza conforme giro y giro el papel: "para la que no me quiere" reza la nota. Al final encuentro una fotografía de un niño de mi colegio que, hasta sexto, me dejó notas como esa en todos los estuches y carpetas. Lo odiaba y hoy al ver su fotografía, me resultó tan tierno, tan niño, que me sentí un poco avergonzada.

Libretas de la compañía de teatro con apuntes sobre las obras, recortes de periódico, mis primeros intentos como escritora, la tarjeta que me regalaron mis tíos cuando cumplí cinco años o el pañuelo que mi padre trajo de Rusia. Todos esos detalles se van perdiendo entre mis dedos, en su juicio final, entre nuevas cajas o bolsas de la basura.

¿Cómo acumulamos tantos trastos y recuerdos? ¿Y qué huella nos dejan todos esos elementos que saben a historia? De pronto me he sentido un universo en construcción, con cimientos, tratados de paz y nuevos territorios.

domingo, 26 de febrero de 2012

revelación

Me despierto temprano en domingo porque temprano me acosté en sábado. Remoloneo un poco, lo he convertido en una nueva costumbre que no sé cuánto me durará. Al fin me levanto, voy al baño a la carrera, tanteo en los cajones en busca de un pijama con el que abrigarme y abro finalmente la persiana. El sol me señala cálido, las cortinas ondean levemente cuando dejo al aire pasar y salgo. No se escucha nada, sólo algunos ruidos en el zoo y los pájaros. Puedo escuchar mi propia respiración en el silencio. 

Me acerco a la barandilla y me apoyo, aunque tengo vértigo, intentando convencerme de disfrutar de este momento de quietud. Llevo el pelo recogido, pero algunos mechones se han escapado y la brisa me mueve los rizos. El aire aquí huele diferente, sabe diferente, es aire de mar aunque no vea el mar. 

De pronto caigo en la cuenta. Estoy aquí. Ésta es mi casa. Ésta es mi vida. Soy. Un calor extraño me sube desde los pies hasta la frente y sonrío. Por un instante siento ganas de abrazar el aire que me ha recordado todo esto, pero decido entrar a preparar mi café, a preparar mi espíritu para otro día de trabajo en la novela. 

viernes, 24 de febrero de 2012

el mito de la mujer zorro

Para mí es muy llamativo cuando una americana escribe sobre oriente, especialmente sobre China o Japón. Ahora leo a Angela Davis-Gardner en su Flor de invierno, libro que regalé a mi madre por navidad después del consejo de mi librera. Lo empecé anoche y ya quiero bebérmelo.

Entre las distintas historias, se habla de algunos mitos de la mujer zorro. La mujer zorro siempre se casa con un hombre al que hace feliz pero al que luego engaña y abandona. Hay quien sabe hablar con los zorros y eso es peligroso. Imagino a la mujer zorro muy hermosa. Con el pelo negro y una sonrisa enigmática.

Camino del trabajo, y también a la vuelta, me preguntaba cómo lo vería todo un japonés. Me gustaría despertarme un día y vivir mi vida durante una semana con la mente de un japonés. Siempre siento que ellos viven más en el momento presente que nosotros. Yo hago planes, adelanto acontecimientos, propongo mis propias profecías y observo el pasado como si fuera un mapa del presente que soy incapaz de ver. También creo que sería más ordenada y más sencilla. Me gustaría ser más sencilla.

Hay días en que me siento  un laberinto. Hoy he sido un poco un laberinto. De pronto, al girar el seto, estaba conjurando al destino, como cuando era pequeña y deseaba no tener lo que quería para que, así, viéndome tan convencida de lo contrario, el destino me regalase lo que añoraba secretamente. Si quería verte, deseaba no hacerlo con todas mis fuerzas. Entonces no sabía que el destino podía leer mis verdaderas inclinaciones. En el siguiente seto estaba una fuente, su sonido en la plaza y árboles de ramas cortadas, quizá llovía. Si imagino mi laberinto desde arriba, siento vértigo. Desde dentro sólo alimenta mi imaginación y al final no sé ni lo que veo.

Por eso me gustaría beber sake y vaciar mi casa, como en el libro. Y peinar mis rizos castaños como si fueran ebras negras. Y mirar las flores del ciruelo.

jueves, 23 de febrero de 2012

el camino de cuaresma 2012


Aunque con un poco de retraso, por fin puedo dejar aquí el camino de cuaresma para este año. Gracias a mi amigo Isra tiene este aspecto tan bonito, porque yo ando muy mal de tiempo y sólo lo había podido hacer en documento de texto que, lógicamente, no luce tanto. 

Si alguien en concreto lo quiere para descargarlo en otro formato (que los hay) sólo tiene que pinchar aquí: galería.

lunes, 20 de febrero de 2012

detalles sencillos que se hacen enormes


Laura Rosa me escuchó contarle un cuento durante uno de los conciertos-recital de LaRebotica y, desde entonces, quiso volver todos los domingos. Laura Rosa es la hija de Lola Lila y de Sergio Verde, y algunos días ha sido la princesa valiente. También hemos jugado juntas a convertir el mundo en una aventura pisando baldosas o hemos recogido confeti y lo hemos lanzado hacia lo alto. Juntas sabemos bailar, hacer bombones, cantar canciones e inventar historias.

Ayer, Laura Rosa me trajo esta magnífica caja de magdalenas rellenas y alegremente decoradas. También me enseñó su primer diario, en el que ha escrito que me quiere. Así que volvía a casa pensando en qué nos pasa a los mayores para peder de ese modo la confianza cuando crecemos, para dejar de darnos gratis a los demás sin esperar nada a cambio. ¿Quién nos enseña a dejar de hacer felices a los demás por el simple placer de hacerlo?

Creo que esta semana me voy a concentrar en ser un poco como Laura Rosa. Además, como las dos vamos siempre igual de despeinadas, no debe de resultarme tan difícil.

martes, 14 de febrero de 2012

el hombre que llevaba una orquídea y mi reflexión


imagen cortesía de un amigo

Suena la canción Maybe this time en la voz de Liza Minnelli y yo no he conseguido escribir una sola página hoy.  La verdad es que cuando la melodía empieza a desatarse, todo gana otro glamour que hace empalidecer cualquier preocupación. Recuerdo mi primer año en la compañía de teatro Mamadou, cuando dábamos la bienvenida al cabaret y yo aprendía a andar con tacones. La magia del espectáculo oculta cualquier preocupación señalándola con un cañón de luz. Es impresionante. 

Conduciendo hacia el trabajo, por la ruta alternativa que me hace recorrer caminos sinuosos por el campo, pensaba en retomar este blog, que tengo un poco abandonado, hablando de esa escena cotidiana que de pronto despierta mis instintos noveleros y que, después, no llevo a ningún sitio. No sé si lograré hacer de esto una costumbre, últimamente huyo de todo lo que suene a obligación, me aburre. Pero, por hoy puede pasar. 

Esta tarde, camino de "mi librería de costumbre" -me encanta esa expresión- para buscar los libros con los que premiaremos a los alumnos que hayan escrito los mejores poemas del concurso, me crucé en un paso de peatones con mi personaje de hoy. Era un señor mayor, bastante mayor, de los que ya andan renqueando, pero bien comido, de cara ancha y satisfecha, que portaba, con ojos de niño, una enorme orquídea envuelta en papel celofán. La llevaba con las dos manos, cruzada sobre el pecho, mientras en su rostro se dibujaban las mil historias que se debía ir contando. Estaba claro que planeaba algo, estaba claro que fantaseaba con el momento en que le diese esa flor a su mujer o a su amante o a su nieta. 

Yo reniego de estas fechas en las que hay que hacer cosas por obligación, sobretodo demostrar cariño por obligación. Pero hoy, tres alumnos y este señor me han dado una pequeña lección que no esperaba. No toda la gente tiene la misma facilidad para encontrar el momento exacto para decir lo que sienten, no todo el mundo se siente libre de demostrar su amor en cualquier situación. Y, cuando cuesta trabajo y no sabes cómo decirle a la profe que gracias, se venden rosas más baratas. Y, cuando han pasado muchos años y no sabes cómo recordar los primeros días, venden orquídeas monstruosas en la esquina más arriba de mi librería preferida. 

No lo sé. Yo no voy a comprar rosas ni perfumes ni bombones ni tarjetas, no voy a invitarte a cenar, ni buscaré nuestra canción. Para eso ya tuve ayer y tengo mañana. Pero tengo la sensación de que ellos, algunos, sintieron hoy mejores sus cartas (como los dos chicos de primero que se han intercambiado regalos en silencio y se han marchado sin más) y aprovecharon el tópico instante del comercio para mostrar sus sentimientos. 

jueves, 2 de febrero de 2012

porque éste es mi blog y pongo lo que quiero

Porque éste es mi blog y pongo lo que quiero, hoy aprovecho simplemente este espacio para hacerme a mí misma publicidad. Llevo un rato dándole vueltas a la cabeza sobre si era apto o no este espacio para decir que mañana (viernes día 3 de febrero) estaré presentando mis novelas en Sevilla (en Fnac, a las 20.h.). 

Por un lado me parecía vulgar venir aquí a hablar de fechas y, por otro, pensaba que hay lectores míos que conocen este blog pero que no conocen los demás y que, quizá, si supiesen que iba yo a estar en Sevilla sintiesen deseos de compartir un ratito conmigo. 

Al final ha ganado la parte más práctica y he pensado que, al fin y al cabo, este blog es mío y que como yo decido lo que se pone y lo que no, no había ningún problema con publicar aquí fechas y horas. 

Fechas: viernes día tres.
Hora: a las 20h o sea a las ocho.
Lugar: Fnac Sevilla

Y de paso, cuelo una entrevista que me han hecho y que me gusta:

http://www.revistawego.com/2012/02/01/entrevista-a-patricia-garcia-rojo/

¿Por qué no?

viernes, 27 de enero de 2012

fin de lectura


Termino de leer Nubosidad variable pensando en mi madre, porque lo está releyendo a la par que yo, y preguntándome si a ella también se le despierta el gusto de escribir cartas como antiguamente mientras va pasando las páginas de Carmen Martín Gaite. También me digo que es un día muy propicio para acabar este libro, porque me ha caído el diluvio universal bajando del trabajo y ha estado rugiendo el cielo sin dar ninguna tregua hasta hace un rato. 

Hay muchas frases que tengo subrayadas en el libro y pienso en que hoy cenaré con Belén y podré darle las gracias por este regalo. Creo que ella sabía lo que me estaba regalando, por lo poco que me conoce puede hacerse una idea de mi amor por la literatura y por la escritura. La imagino repescando ese título de esa memoria y pensando en mí. Eso me hace sentirme agradecida, quiero decir, el que alguien sea capaz de acertar con un libro al regalártelo. La gente regala libros como quien compra bolsas de pipas, sólo porque lo anuncian grande en las tiendas o porque se vende a mansalva. Pero regalar un libro es más que eso, es casi como saber cómo te gusta el café. A mí, por ejemplo, largo y con leche fría, con dos de azúcar. Si alguien sabe cómo te gusta el café, es que se ha parado a escucharte. 

Los vecinos dan golpes en alguno de los pisos colindantes, como las paredes son tan finas, no sé de dónde me viene el sonido. Miro los árboles del zoo cimbreándose contra las nubes altas y recuerdo también las conversaciones locas de anoche sobre el sentido de la existencia humana, el orden y el caos, el universo y los extraterrestres. Se mezclan entre las divagaciones aquella frase de mi madre: "no busques la respuesta a las grandes preguntas", que me ha perseguido implacable estos años, junto con tu apreciación "piensas demasiado en cosas que no te llevan a nada" o algo así dijiste, ya no me acuerdo. Pero los dos teníais razón. 

Sin darse cuenta, una sigue las sendas de la idea en busca de la literatura y asciende y elige caminos -unas veces acertadamente y otras por el mero azar o la pereza-, como si el final se encontrase en algún sitio. "He llegado a no verle a la vida más sentido que el de indagar su sentido", dice Martín Gaite por boca de uno de sus personajes. Ese carrete interminable que no lleva a ningún sitio sino a perdernos más en el laberinto. "Y desde luego no hay mejor tabla de salvación que la pluma". 

Amo escribir. Soy tan feliz escribiendo, aunque las sendas, a veces, sean imprecisas y arduas... 

jueves, 19 de enero de 2012

hambre


Estoy planteándome proyectos literarios nuevos y tengo la mesa llena de papeles. Tengo la angustiosa costumbre de copiar la información en cualquier sitio, de manera que luego soy incapaz de recordar dónde apunté cada cosa. Así que llevo un rato revisando moleskine y servilletas para pasar todos los datos a una libreta amarillo chillón que me regaló Alberto. Supongo que así no se me olvidará dónde tengo que apuntar. 

La ropa negra está tendida en la terraza, por lo que no entra mucha luz en la casa, aunque ya a esta hora pueda exigirle poco al sol. Aún así, el tendedero crea una línea negra y convierte el cielo en una pantalla casi blanca que van cruzando nerviosos pájaros buscando el hueco de dormir. Me he quedado con los pies helados, igual que el té que he dejado a medias sobre la mesa porque ya no hay quien se lo beba. Debajo del ordenador, aplastado, yace el manuscrito de la novela infantil en la que estuve trabajando este verano. Siento una pereza paralizadora cuando pienso en corregirla. 

Odio corregir. 

Y dejo el párrafo así, sólo con esas dos palabras, para que quede efectista y porque es verdad. Últimamente conozco a muchos escritores y eso me da vértigo. Es una mezcla de miedo y de pérdida de la originalidad, algo así como cuando tu madre tiene otro hijo mezclado con conocer a tu héroe. Por supuesto es agradable hablar de las frustraciones literarias y editoriales, de los proyectos y de las metas, pero somos todos muy raros, cada uno a nuestra manera, y la mezcla llega a ser sorprendente. Al final siempre es muy divertido. 

Estos días tengo activado el chip de narrar, de captar en la realidad mil historias, por eso cada párrafo parece  inconexo con los demás. Paseando por la ciudad o conduciendo ya me he contado la vida de la hija del farmacéutico que conocí el otro día, la del pintor que reside en una de las mansiones de camino a mi casa, la del príncipe desconocido que hay entre los alumnos... Cualquier chispa es un impulso que despierta mi voz de narradora. 

Es algo precioso... que me genera frustración. Porque tengo que levantarme e ir a trabajar,  no puedo preparar el café y sentarme a escribir hasta sentir hambre. Así que siento hambre todo el día, no de comer, hambre de palabras, de mis palabras. ¡Ay, si el mundo fuese a mi manera...!

miércoles, 18 de enero de 2012

de lo real


Llevo desde que empecé a leer Nubosidad variable dándole vueltas a la cabeza con una idea un tanto abstracta y que no sé si sabré plasmar. Pero, antes, dos referencias: escribo a la luz de las dos lámparas que enciendo al caer la tarde en casa, normalmente corro las cortinas cuando las prendo (por eso que siempre repite mi madre cuando me ve de noche con las persianas subidas: "niña, que te van a dar un tiro"). Hoy las he dejado abiertas porque la ropa tendida me hace de refugio artificial. Son las 18.50 y lo escribo así porque lo he mirado en el reloj del ordenador y todavía no estoy acostumbrada a transformar esos números en las siete menos diez sin hacer un esfuerzo casi sobrenatural. Por dar una referencia de más, escucho ahora mismo Sans la nommer

Cuando empiezo a leer un libro, y más si está escrito en primera persona, los personajes van apareciendo desdibujados. Es el tiempo en que puedo dejar la lectura para otro momento o puedo abandonar una novela sin sentirme culpable. Después, cuando los nombres van creciendo en mi imaginación, van tomando consistencia y forma, cuando los personajes dejan de serlo para existir, entonces el libro me llama de tal manera que casi no puedo pensar en otra cosa. Así me tienes, en lugar de concentrada en ti o en el día que hace o en lo que preocupará a mi padre o en los nudos cotidianos que aparecen en mi imaginación, absolutamente absorta en los problemas de Mariana y Sofía. Casi me siento una contertulia más en su conversación. Me voy rumiando por la casa sus preocupaciones, soy capaz de responderles y tengo que hacer de tripas corazón para no mandarles cartas también desde este sofá. 

Por extraño que parezca, Mariana y Sofía son más reales que todas las personas que ahora no veo. Incluso más reales que yo -en un segundo plano por ser un testigo consentido de sus andaduras. De alguna manera me viene a la mente aquella cita que subrayé del último ensayo de Umberto Eco: "El Papa y Dalai Lama pueden pasarse años discutiendo si es cierto que Jesucristo es el hijo de Dios, pero (si están bien informados sobre literatura y cómics) ambos tienen que admitir que Clark Kent es Supermán, y vicerversa". Es casi elevar la veracidad del mundo ficticio por encima del mundo real. Y en esa ascensión hacia lo alto, me preocupa más que Mariana me explique qué hace en Puerto Real o que Sofía siga escribiendo, que el ir a hacer la compra. 

Lo genial, lo absolutamente genial es cuando esos personajes no mueren al cerrar el libro, ni días después. Lo genial es cuando se quedan viviendo conmigo y puedo preguntarte qué harían ahora, qué me aconsejarían, incluso imaginar cómo se reirían de mí si leyesen ahora esto. 

miércoles, 11 de enero de 2012

dos referencias para que te sitúes



Belén, sorprendiéndome en la biblioteca, me ha regalado un libro de Carmen Martín Gaite con motivo de los Reyes Magos. Belén es una experta en este tipo de detalles que despliega con la mayor naturalidad. A veces me sorprendo de su manera de amar, yo, que suelo sentirme gerundio, con ella soy un simple participio. Es curioso. Pero no voy a detenerme en esa idea que me desviaría completamente de mi propuesta inicial. 

La cosa es que ha dejado en mis manos Nubosidad variable. No lo he leído aún, lo tengo en la pila de lecturas pendientes, pero sí que he ojeado los primeros capítulos, lo justo para topar con algo que me ha emocionado. No emoción de esas de lágrimas saltadas o corazón compungido, no, digamos que más del tipo de emoción que me llevaba a escribir cartas a Ana P. como si fuese uno de los personajes de Jane Eyre. En la página 21 de mi edición, después del saludo en una carta, encuentro las siguientes frases: 
A pesar de los años que hace que no te escribo una carta, no he olvidado el ritual al que siempre nos ateníamos. Lo primero de todo, ponerse en postura cómoda y elegir un rincón grato, ya sea local cerrado o al aire libre. Luego, dar noticias un poco detalladas de ese lugar, igual que se describe previamente el escenario en el que va a desarrollarse un texto teatral... Bien. Dos referencias para que te sitúes, una de tiempo y otra de luz. Hace un rato han dado las once y media en el reloj de pared que estuvo siempre en la calle Serrano, al fondo del pasillo... Segunda referencia: te estoy escribiendo a la luz de una lámpara que también conoces. 

Me he saltado algunas frases, pero justo cuando terminaba de leer la página 21 he tenido que apuntar al margen que me moría de ganas de escribir una carta atendiendo a esas dos referencias: el tiempo y la luz. ¡Me ha parecido una manera tan genuina de situar a alguien! El tiempo y la luz. Voy a ello: 

Son las nueve y diez en el reloj que lleva acompañándome desde mi primera mudanza. Es un reloj de plástico que primero estuvo en el pilar que separaba la cocina del salón, después sobre una estantería negra y ahora en el pequeño aparador blanco junto a la máquina de escribir. El reloj que he pegado mil veces porque no quiero sustituirlo, ese mismo reloj. Supongo que también es la misma hora en el resto de relojes de la casa, pocos y escondidos. La luz es la que se filtra de la pequeña lámpara que compré para la entrada de mi casa-hormiguero y también la que me llega, amarilla, del flexo de pie junto al sofá rojo, la que utilizamos como foco para las fotografías cuando cae la tarde. 
Tiempo y luz. ¿Cuál es el tiempo y la luz en que me leéis? Dicen tanto el tiempo y la luz para nuestras pequeñas costumbres... 

martes, 3 de enero de 2012

mi increíble capacidad para convertir en inexistente lo que no está


Desde hace un tiempo descubro, con mayor regularidad, que soy capaz de guardar en algún rincón de mi mente extraños pensamientos. Los guardo de tal manera que, cuando reparo en ellos, me parecen pertenecientes a otra persona que nada tenga que ver conmigo, o bien, me sorprenden porque me parecen nuevos. 

Por ejemplo, al recibir una noticia triste, la envío sin contemplaciones a ese rincón mágico para hacerla inexistente. Entonces puedo celebrar, bailar, comer, comprar una camiseta, sin preocuparme por ella. Sé que está ahí, pero no es su momento. Algunas veces el truco no funciona como yo quiero porque, de hecho, puede llegar a pasar que olvide que he guardado algo para luego y elimine esa información sin mirar lo que había en la papelera. 

Creo que el comienzo de esta andadura estúpida de mi imaginación empezó cuando aprendí a dejar de dar vueltas a la cabeza, pero me temo que ha ido muchísimo más allá, porque ahora no sólo las noticias tristes han sido enviadas al limbo, sino que mucha otra información se me queda allí sin que lo decida. Todo parece nuevo y, a la vez, muy viejo. Como si la Emperatriz Infantil estuviese a punto de ser devorada por la nada e intentásemos gritarle que debía recordarnos. 

No puedo mentir y decir que me angustia. La verdad es que es una experiencia liberadora. Vivo cada momento en el instante en que sucede y, seguidamente, toda esa información desaparece. No es como si no hubiese pasado, es simplemente, como si no tuviese consecuencias. ¿Será éste el camino que recorren los despreocupados? Si es así, el mar es calmo. Curiosamente calmo.