martes, 16 de junio de 2015

mi aventura con mujercitas


Recuerdo que, cuando era pequeña, mi madre me regaló un librito blanco de pastas duras con preciosas ilustraciones a color, de esos que sacaban de clásicos recortados para niños y jóvenes. Era Mujercitas y a mí me daba rabia tener que leerme algo porque me lo dijesen y, además, me fastidiaba que los nombres estuviesen en inglés. ¡No me enteraba de nada! Mi madre me aconsejó cambiar los nombres en mi imaginación por nombres españoles, pero ni aún así hubo manera. Supongo que yo deseaba regresar a Los cinco.

Años después, o por aquella misma época, pusieron la adaptación al cine en la televisión. Me llamaron la atención los vestidos, los sombreros, el piano y la niña muerta. Especialmente lo de la niña muerta hizo que mi interés por leer la novela se desvaneciese por completo. 

Tiempo después, mi amiga Ana, que era mi compañera de aventuras y extravagancias adolescentes, leyó Mujercitas y me escribió una carta. Me decía que cuando leía, me veía como Jo, que era igual a mí. Sin acordarme muy bien de qué iba la aventura, me sentí alagada porque según creía Jo era el chicazo de la novela. Y en mi época adolescente yo era bastante chicazo. Aún así, el detalle de Ana no me dio la energía suficiente para enfrentarme a la novela. 

Pero el año pasado descubrí que habían editado una preciosa versión ilustrada y volví a sentir curiosidad. Me llamaba el objeto hermoso que habían ideado más que la historia, pero la llamada estaba ahí. 

Finalmente, asustada por el precio de la edición ilustrada, pedí en mi librería una opción más económica y me hice con la versión completa de Mujercitas en volumen de bolsillo. Confieso que pasó varios meses en la estantería, pero, la semana pasada, por fin, dejé a Montalbano de lado y me animé con las hermanas americanas. 

¡Menudo descubrimiento! He leído enganchada desde la primera hasta la última página, poniéndome de mal humor cuando tenía que parar y descubriéndome en Jo como me descubría mi amiga. Me ha parecido una lectura deliciosa, quizá mucho mejor la primera parte que la segunda, pero deliciosa. De esos libros que te bebes como un té caliente en invierno. De los que dices: ojalá tuviese cien páginas más. 

Pero la gran duda que me acechaba durante esas horas de apacible lectura era: ¿disfrutarían tanto de esta aventura las nuevas generaciones? ¿Cabría en el mercado editorial actual una obra como ésta? A veces, sin siquiera ser consciente, uno tiende a avergonzarse de lo que lee. Y también de lo que se lee.