jueves, 29 de abril de 2010

el poeta del jueves


"Los que lee poesía la necesitan como drogadictos" dice Francisco Brines en un periódico que encuentro sobre la mesa de la sala de profesores. Enseguida me conquista con la frase y tengo que leer la noticia completa. Es más, después, cuando he saboreado sus palabras como hombre, busco rápidamente sus palabras como poeta y dedico mi rato libre de la tarde a leerlo.

Me gusta leer poesía como si me hubiese sentado debajo de un aguacero. Mi impaciencia me hace recorrer con prisa las palabras, no sé leer calmada, tengo que dejarlas destrozarme. A veces, un verso, enciende el mundo con tanta intensidad que temo quedarme ciega del corazón y subrayo con fruición en los libros. No me gusta meditar la poesía, no me importa lo que quiso decir el poeta, sus versos son míos, me los dejó. Así que la poesía es rápida conmigo, huracán, desconcierto.

Durante el examen de métrica en el que se afanan mis alumnos, leo a Brines dejándome sorprender por su relación con el tiempo, por su relación con el final seguro y con el mar. Cuando leo a Brines deseo visitar Grecia, desnudarme, sorprender la madrugada, coronar un tejado, preguntarle a mi suerte: "¿quién, quién soy?" y quedarme callada.

miércoles, 28 de abril de 2010

a dormir


Cuando era pequeña y vivíamos en una casa, me gustaba fingir que me quedaba dormida en el sofá para que papá me subiese en brazos a la habitación y así evitarme el horrible ritual de encender las luces, deshacer la cama, dar las buenas noches, rezar, apagar las luces, conciliar el sueño... Era mucho mejor hacerlo todo como por arte de magia y, en duermevela, amanecer entre las sábanas.

Ahora los rituales no me los evita nadie.

Llega cierta hora en la que me caigo de sueño, digo tonterías, se me acaban las ideas, me apetece leer, miro el reloj del ordenador y mando a alguien a la cama... Entonces el run run de esta máquina se acompasa al del reloj de pared a mi espalda. La calle está vacía y la luz de la farola inunda un pedacito de mi balcón -como ahora, cuando sólo se escuchan mis teclas y un único coche que ha pasado por la esquina-. El ritual comienza.

Primero apago el ordenador, llevo a la cocina la taza de té o café que se haya quedado aquí de la tarde, vuelvo a la entrada para echar la llave -la ruidosa llave que deben odiar mis vecinos-, hago el truco para la luz del pasillo, apago la luz del salón, la de la entrada, paro primero en el baño, después bebo agua y, por fin, llego a mi cuarto. Siempre se me olvida algo -en eso le salgo a mi padre-, la bata en el salón, el teléfono en el bolso, la novela sobre la mesa del comedor... Deambulo, doy varios paseos y, por fin, me preparo para leer un poco.

Es el único ritual que no abandonaría. Es la única forma que tengo de conciliar el sueño. Si no las ideas me asaltan como mosquitos de madrugada y no me dejan dormir. Me pongo a vivir la vida de otros. Apago la luz, ronroneo a un lado y después al otro, escucho el edificio e imagino.

Son las tradiciones de esta casa, las del año pasado eran distintas, y me gustan porque son mías, pero claro, no puedo negar que las cambiaría porque me llevasen con magia hasta la cama y me contasen un cuento.

martes, 27 de abril de 2010

un cuento viejo


Ramón me comentó que habían elegido un cuento mío para el fanzine que quieren lanzar en la universidad. Cuando me habló del tema del cuento -un niño que lee cosas diferentes con cada ojo-, lo miré extrañada sin saber muy bien de qué me hablaba.

-Yo no he escrito ese cuento, Ramón -le dije muy seria-, ¿de dónde lo has sacado?
-Pues de tu blog -responde tan tranquilo como él es, apartándose el pelo de la cara.
-¿En ridícula calamidad?
-En caleidoscopio.

No doy crédito. Caleidoscopio. El blog que escribía durante la carrera. La curiosidad se hace conmigo irremediablemente y decido dedicar mi rato libre del martes a curiosearme a mí misma. Es extraño porque he olvidado la mayoría de los poemas, casi todos los cuentos y los pequeños textos que escribía. Los tópicos siguen presentes, es decir, me reconozco, pero soy otra yo.

Recupero la preocupación por los nombres, el fantasma en los espejos, las horas de biblioteca escribiendo para el chico del jersey rojo, también poemas en azul que me cierran por un instante el pecho, pero no puedo pararlo. En retrospectiva tengo que encontrarme, saber quién era, encontrar aquellas señales que yo misma me lanzaba, descubrirme cometa, escucharme hablar de viajar como si fuese un sueño imposible, añorar ser leída, compartir mis pasiones, ser música... He intentado traer aquí uno de mis textos, pero soy incapaz de resucitar a tantos muertos.

Así que me sonrío, cierro el cuaderno, subo la voz de esta canción -"y es que lo he prometido, que mañana me voy"- y me pregunto cómo leeré este blog dentro de cinco años.

lunes, 26 de abril de 2010

podría repetirse, por favor


Todos los lunes deberían ser así.

Estar compuesto de un poco de madrugada, un sueño perfecto y un despertar lógico. Todos los lunes debería tener listo el mismo camisón, el mismo silencio, la misma luz. Debería ser una ley deambular hacia el sillón blanco con el libro entre las manos y observar, sobre la página elegida, al sol conquistando poco a poco mi balcón acristalado.

El café debería saber tan bien como hoy, llegar tarde y anunciar horas de paz. Musashi podría ser sustituido por otros, pero en este lunes el Camino de la Espada me ofrece serenidad y la narrativa japonesa se desgrana en mi regazo al tiempo de los minutos.

Charlo un poco, pero no demasiado. No quiero quebrar la quietud. El pueblo está vacío aún, tengo un remanso.

La tarde se despereza en mi costado mientras dormito entre pesadillas y recados, con la sensación de duermevela dulce de las tardes de verano. Cada vez amo más la luz tenue de esta casa, sobretodo ahora que el calor se acerca y apetece sacar la ropa de verano.

Acabo con Eiji Yoshikawa cuando vuelve el ruido a las calles. Está anocheciendo y siento hambre. El sillón blanco no quiere mi ausencia y me estiro gatuna antes de levantarme.

Todos los lunes deberían ser así. Quizá mañana pueda soportar cualquier martes.

domingo, 25 de abril de 2010

en imágenes












(porque alguna vez que otra a mí también me sobran las palabras)

viernes, 23 de abril de 2010

conquistando madrugadas


Ha explotado como una luz llenando todas las calles de colores. Ha explotado. Se escuchan palmas, música, risas, brindis en las sombras de la tarde. Los zapatos taconean y las flores lo anuncian todo.

-¿Dónde ha estado toda esta gente durante el maldito invierno? -pregunta con una carcajada Rocío mirando a su alrededor. Casi no podemos movernos entre la multitud y llegar hasta cualquier sitio supongo un caos.

María José canta y baila mientras Sarah lo observa todo con ojos curiosos y sorprendidos. A Chelo ya le suena todo esto y, simplemente, nos va conduciendo a los mejores rincones de la noche. Yo me siento agotada, desde las una de la tarde he estado de pingoneo sin sentarme y se acercan las doce de la noche ya. Hemos terminado el último plato de jamón y nos colocamos estratégicamente en una esquina cerca de la plaza vieja, al lado de la tienda donde yo siempre compraba chucherías.

Los primeros alumnos se me acercan cuando acabamos de conocer a un grupito de Cádiz que promete alegrarnos la noche. Después van llegando todos los demás. No me gusta encontrármelos en esta situación. A los menores les pregunto cuántas copas llevan y a los mayores les rechazo las copas que me ofrecen.

-Mi profesora preferida, por favor, una copa y apruébeme -me dice un caradura sin pensárselo dos veces.

Bromeamos, bailamos, nos reímos, nos vamos rescatando las unas a las otras cuando el grupo intenta separarnos en un "divide y vencerás". Luis aparece como sorpresa y Ramón me llena de besos y promesas cuando me pierdo un segundo. Sé que Miguel está por aquí, pero no consigo tropezármelo en el bullicio.

Finalmente, tras una confesión masculina que nos vuelve de risa, un espurreo, un desplante y un paseo, volvemos a las cuatro de la madrugada, sorteando grupos despiertos, para encontrar la cama.


(Alarmada después de una siesta de cuatro horas, ¿y esto ha sido sólo el primer día de cuatro?)


miércoles, 21 de abril de 2010

ir o volver


Termino de leer a Borges mientras mis alumnos se afanan en un examen y hay algo en sus palabras, en el ruido de la tarde, en la luz, que me traslada a esa hora previa a que anochezca en los eternos días de verano.

Borges me conduce a un tiempo, pero no a un lugar. Y, en mi caza del escenario perfecto para esta hora en que el calor da una breve tregua y la humedad se ha hecho con los cuerpos, viajo de mi niñez a la casa de mi abuela, al patio, al jardín, al mar mediterráneo cuando todos se iban y quedábamos envueltos en toallas, a la guitarra, al hielo de mi copa, a la última ducha, a la poesía, al olor del algodón recién lavado, a la crema corporal, al sol que ha calentado mis mejillas, a ti.

Salto, buscando insatisfecha, frustrada por la ausencia de una víctima a la que coronar dueña del tiempo en que me encerró Borges. Entonces me pregunto, paralizada, fría de pronto, si acaso no he viajado hacia el futuro y la reminiscencia me ha besado en la boca templada e interminable de esta tarde de abril.

martes, 20 de abril de 2010

silencio


Destrípanos el concepto de "silencio" me piden en la última entrevista. Silencio... ¿Cómo reconstruir un significado del que carezco?

Nada guarda silencio en mi vida. La realidad es tan significativa que parece gritar mientras ando. Cuando mi casa está vacía y deambulo en la semioscuridad de la madrugada, todo está lleno de palabras. Los objetos, preñados de recuerdos, me hablan de mi historia, del verano, de la risa de Javi cuando decimos alguna tontería, de Marta cuando pone esa cara concentrada mientras trabajo, de la orilla del mar, de nosotros. Incluso de gente que ni siquiera conozco.

Nada guarda silencio en mi vida. Esta cáscara de nuez, los rotuladores, la pluma que cotorrea constante presumiendo frente al resto de compañeros de estuche, las tazas de café, cada una de las fotografías. A veces todo tiene demasiado que decir y, si estoy dispuesta a escuchar, se eleva tanto ruido de las habitaciones que desearía taparme los oídos como una niña.

A veces, tumbada en la cama, cuando la luz se ha apagado y sólo queda el crujido de los muebles o el runrún del frigorífico, soy yo la que no para de hablar y mi cabeza se convierte en un escenario caótico donde las palabras van buscando un protagonismo que no les quiero dar. Incluso dormida todo está lleno de verbos. Soy incapaz de dormir en paz.

No puedo desentrañar el signo que no conozco y ojalá lo conociera cuando el reloj me habla de cosas que no quiero escuchar.

El silencio no existe, alguien que yo no sé lo debió de inventar.

lunes, 19 de abril de 2010

lunes lunero cascabelero


Se respira la fiesta a la vuelta de la esquina. Los alumnos están nerviosos, hacen planes, se ríen más alto, incluso se vuelven respondones crecidos por las promesas de alegría que traerá el fin de semana. Hay lunares en las calles, flores en los escaparates y todo bulle como si el hormiguero estuviese a punto de estallar.

Ricardo ha salido a la puerta a hablar por teléfono cuando dos perros discuten, una niña sale corriendo con una sonrisa enorme escapando de su padre y una pareja mayor comenta el tiempo que promete la semana. Yo me río y descubro en el balcón al mismo tipo de siempre. Todo me parece parte de un teatro.

Es lunes y estoy cansada. Tengo dolor de cabeza desde el jueves y promete durar lo suficiente como para sacarme de quicio. Me he despertado de madrugada con una idea absurda y me ha costado convencerme. Estoy leyendo literatura japonesa a la hora de dormir y eso me hace sentirme guerrillera.

(Suspiro) No me apetece compartir nada más hoy. ¿Un masaje y a dormir?

domingo, 18 de abril de 2010

sarah y chelo


Si este año tuviese que recuperar el término "equipo de rescate", está claro que estaría compuesto por Chelo y por Sarah, sobretodo cuando llegan los fines de semana y el tiempo libre conquista todos los planes y las casas.

La primera vez que vi a Chelo en el claustro pensé que, por el índice de edad, teníamos todas las papeletas de hacernos amigas. Pero Chelo es muy exigente y no es fácil conquistarla a la primera. De todos modos, saqué todo mi arsenal -sí, ese que a veces funciona- y a día de hoy puedo decir que Chelo ha sido un puerto seguro durante todo el año. Y que lo que comenzó como una amistad circunstancial se está convirtiendo en algo más que un parche para los ratos muertos. Me gusta hacer planes con Chelo, ir al cine, tomar café, reírnos del mundo, abrumarla con mis incontables dramas...

Conocí a Sarah en la sala de profesores, siempre destaca una chica nueva y más si es americana. Todo el mundo le hablaba en inglés y yo la veía tan concentrada que me daba vergüenza molestarla. Aunque no hicieron falta demasiados esfuerzos para conseguir un desayuno en inglés los miércoles. Ahí todo evolucionó. Encontramos nuestro tiempo para hablar tranquilas, de nosotras, de nuestras preocupaciones, de los sueños de futuro.

Por eso, últimamente, quedarme los fines de semana en casa supone vivir incontables aventuras con Sarah y Chelo. Aventuras como las de anoche con la señora de los veinte linces o con Rodrigo, mi gran amor.

No lo sé. ¿Por qué será que cuando se acerca el final todo cobra su sentido?

sábado, 17 de abril de 2010

perpleja


Después de haber vivido toda mi vida en pareja, no podía ni imaginar las cosas absurdas que me podían pasar llegada la soltería. Creo que la frase "la realidad supera la ficción", puede servirme perfectamente en este caso.

He hecho muchos descubrimientos, y creo que haré muchos más, entre ellos podría señalar que los italianos son peligrosos, de verdad, pero también aceptan más rápido una derrota. Por otra parte, el lenguaje de la seducción es totalmente desconocido para mí y cuando creo que he pasado una agradable velada hablando de literatura he estado, sin quererlo, abonando un terreno que no estoy dispuesta a dejar sembrar. Me siento anticuada cuando descubro que una mujer me hace ciertas propuestas. Pero creo que tengo un record guiness en abrir con velocidad la puerta de mi casa para marcar las distancias. Y cualquier sitio es bueno para hacer una intentona, hasta la iglesia. Definitivamente hay muchas cosas que no entiendo, se me escapan sin más. Si soy simpática me toman por tonta y si soy fría resulto interesante.

Cuando me llama Rubén para hacer tiempo, acabamos los dos a carcajadas mientras le voy contando los absurdos momentos de los que he sido protagonista sin proponérmelo. Creo que no soy lo suficientemente práctica, ese es el problema.

Pero es que me resulta absurdo, torpe, ridículo y no lo entiendo.

viernes, 16 de abril de 2010

malas costumbres


Escribo en los libros. No preparo mis clases con tiempo. La puntualidad no es mi fuerte. Hablo demasiado. No suelo pensar antes de hablar. Soy impaciente. Vivo con prisa. Bebo café. Subo los pies a las sillas. Miro a los ojos a los desconocidos. No me río con los chistes. No friego los platos en el acto. Suelo dejar las cosas sin terminar. Rompo continuamente promesas que me hago a mí misma. Pierdo documentos. Me rindo cuando aparece la primera adversidad. Llevo la contraria por principio. Hago trampas, todo el tiempo, hasta sin darme cuenta. Dibujo círculos cuando hablo por teléfono. Amo hasta el ridículo. Bebo agua de la botella. Colecciono cosas absurdas. Atesoro tonterías. Compro más cuadernos de los que uso. Remoloneo en la cama. No mantengo el contacto con la gente que me importa. Alimento la esperanza aún con piedras. Leo los horóscopos de varios periódicos -el mío y el de quien me interese en ese momento-. Fantaseo despierta. Invento conversaciones que nunca voy a tener. Como chucherías siempre que llevo dinero suelto. Digo palabrotas en clase. Creo que todos los poemas se escribieron para mí. La melancolía se me aloja constantemente en un lado del sillón. Florecen tazas de café vacías por mis mesas. Dejo las cosas por medio. Convierto el comedor en un trastero improvisado. Olvido las cosas importantes. Nunca llamo por teléfono. Suelo decir que no cuando me proponen una cita. Soy cabezota. Quemo todas mis naves si me cierran un segundo el puerto. No me peino. Uso ropa normal para ir al trabajo y parezco otra alumna. Canto por la calle. Creo que con pensar en alguien, esa persona ya piensa en mí. Olvido con facilidad lo que me interesa. Toso regular. Me estiro en público. Pienso demasiado. Leo mientras mis alumnos hacen deberes. Escribir supone desaparecer y por eso no escribo. Doy patadas a las piedras de la calle. No me golpeo el pecho en el "mea culpa". Como en el sofá. Pierdo el tiempo. Escribo poesía.

jueves, 15 de abril de 2010

provisionalmente tengo vistas al mar


Sarah me comentaba, el miércoles mientras desayunábamos en inglés, que cada vez la horrorizaba más el sistema que utilizaba la educación española para asignar puestos a sus profesores. "Es que no puedes hacer planes de futuro", me decía escandalizada.

Ayer todos los compañeros comentaron en varias ocasiones que hoy por fin saldrían los destinos provisionales, que sabríamos algo más sobre nuestro próximo año -me siento como si hubiese mirado en una bola de cristal con interferencias-. Yo no les di excesivo crédito, últimamente todos los días eran los señalados por los sindicatos para que saliesen las listas; así que, por primera vez en tres semanas, me desperté sin despertador y estuve remoloneando más de media hora en la cama. He soñado cosas extrañas hoy, así que quería saber si tenían algún sentido y regocijarme en aquellas que me gustaban.

De hecho soñé que llevaba mi maleta azul junto al mar, pero para volver a casa -no sé qué casa-, tenía que nadar y subir escaleras de piedra interminables hasta pasar bajo un arco.

No me he preparado aún el café cuando mi madre llama por teléfono.
-Dime dónde te han dado -me ordena nerviosa y me extraña que no tenga ella los datos.
-¿Ya han salido?

Provisionalmente tengo vistas al mar. Podría vivir en la ciudad de mis últimos veranos e ir a trabajar a un pequeño instituto con un claustro reducidísimo. Podría... Prefiero no soñar despierta.

Pronto el teléfono comenzó a sonar. Compañeros de trabajo de este año y del año pasado llamaban para interesarse por mí y compartir sus destinos. "Eres de la única que no me puedo reír", me decía Carlos, que no ha tenido tanta suerte y aún debe esperar para mirar en la bola de cristal.

-Siempre te han dado los sitios que te han concedido en las provisionales -me decía mi madre muy convencida.

Pero yo no quiero ilusionarme demasiado, no quiero quebrar nada. Como dice mi tía, "tengo todo cruzado" para que el año que viene, cuando levante la cabeza, vea el mar.

miércoles, 14 de abril de 2010

AMAR

Me duele. Me duele que el mensaje de mi Padre se utilice para herir. Que mis hermanos discutan de manera tan hiriente. Que nos rasguemos las vestiduras. Me duele que se olvide lo más importante. Me duele que se olvide AMAR.

Qué difícil parece, qué cansancio... qué agotador resulta amar de esta manera que te hace sentir todo el tiempo tan estúpido.

Señalamos, criticamos, juzgamos y condenamos.

Amor, amor, amor, amor. AMOR.

Qué palabra tan gastada y la vez tan en desuso.

Que se nos olvida, que se nos olvida lo más importante.

No me queda ánimo para decir hoy nada más.


martes, 13 de abril de 2010

hoy es martes


Menudo descubrimiento. La maceta que compré en navidad fue desterrada al balcón acristalado -rincón para dejarla morir- y hoy la miro y está llena de flores. Igual que los naranjos del camino al instituto, plagados, preñados de flores blancas, como las ramas tristes que se llenaban de nieve junto a mi ventana, que ahora se visten de brotes verdes. Como fresas. El té me sabe a gloria mientras suena la música en la casa. He organizado los últimos poemas, ahora los peso para saber si merecen la pena. Esta noche soñé que volaba. Jamás lo había hecho y bailaba por el aire de la calle de mi infancia, coronando los tejados, riendo bien alto en un cielo lleno de estrellas. ¿Wendy?, susurraron, pero no logré despertarme a tiempo y el cocodrilo latía dentro del armario. La comida estaba rica y me resistí a las chucherías. Discuto sobre mi fe. Dejo el tiempo pasar. Es abril, casi no me había dado cuenta. Dentro de poco llegarán las sandalias, el mar y el destino provisional. Me he acostumbrado a esta vida, a esta ciudad donde los relojes de arena se dan la vuelta constantemente.

domingo, 11 de abril de 2010

por fin


Desde que en septiembre alquilé este pequeño hormiguero y me trasladé a esta pequeña ciudad, Juan, Leticia y yo llevábamos planeando una cena en mi casa. Con el invierno de diluvios, los viajes en común, las diversas vivencias, había sido imposible mantener una de las fechas que decidíamos así que, ayer, cuando llaman por teléfono diciendo que han seguido las instrucciones al pie de la letra y están en la puerta de casa, casi no puedo creerlo.

Me asomo al balcón como una exhalación para ver a Leticia, con cinco meses de vida en la barriga, preciosa y sonriente al otro lado de la calle. Juan aparece para saludarme y pronto están entrando a casa. Al instante se me hace natural que estén aquí, como si fuese lo más común de nuestro curso. Sentados los cuatro en los sofás -para Leticia el sillón blanco-, pronto nos estamos poniendo al día y relatando anécdotas. ¡Tenemos tanto que contarnos! Hacía más de un mes que no encontrábamos un momento para sentarnos sin prisa a conversar.

Para cenar he preparado fondue y Juan y yo estamos a punto de prenderle fuego al suelo de la casa porque nos pasamos con el alcohol de quemar, pero al final logramos controlar al elemento y nos sentamos -en pijama, lógicamente- al rededor de la pequeña mesa con nuestros pinchos y nuestras copas. ¿De qué hablamos? De nuestras vacaciones de semana santa, de mis vivencias surrealistas de esta semana, del armario empotrado del piso nuevo, de la próxima reunión de comunidad, del próximo Juan que ha estado todo el día tranquilo y comienza a hacer largos en la barriga de Leticia durante la sobremesa... Cualquier tema nos sirve, no hace falta improvisar. Por eso, cuando queremos acordar, estamos adormilados cada uno en un rincón y nos vemos obligados a levantar el campamento de la cena para plantar el del sueño.

-Ahora son casi las diez y media de la mañana. Ellos todavía duermen y yo he abierto el balcón para que la casa, igual que yo, se llene de luz. En el árbol hay un pájaro cantando sin parar y el sol comienza a trazar sus dibujos en el suelo. Mi casa bosteza levantando los brazos, tiene cara de niño recién levantado y feliz-.

(Hoy dibuja Martuqui)

jueves, 8 de abril de 2010

mis miguitas de pan


Las hormigas recogen miguitas de pan para llevar a su hormiguero, yo me traigo imágenes y frases, conversaciones y risas, que voy almacenando junto al sillón blanco.

Hoy veo cómo el paso del tiempo es capaz de construir. Es todo un descubrimiento para alguien tan impaciente como yo porque, desde el primer día en que me crucé al señor del mono azul en bicicleta, sabía que acabaríamos saludándonos. Y eso es sólo un ejemplo.

Tengo la manía de imaginar el mundo como un decorado para una película antigua, como si no hubiese nada real dentro de las casas y las personas fuesen meros actores contratados para animar las calles de la ciudad inventada donde habito. Por eso, conforme pasa el tiempo, se van desvaneciendo las máscaras y aparece el mundo real.

Y el librero y su mujer, el matrimonio escocés, Irene y las abuelas, la dueña de la cafetería, la frutera, el camarero del Andalucía, cobran una importancia crucial en mi quehacer cotidiano. Desde el silencio de los primeros meses hasta las largas conversaciones que mantenemos ahora como si los relojes no existiesen, ha debido pasar algo más que minutos.

Entonces hablamos de lo que estamos leyendo ahora, de qué pusieron de almuerzo en la residencia, del padre Antonio con el que pasé las vacaciones, del dolor de las piernas, de la mejor mezcla para una ensalada o de que ya nos está esperando nuestra ración de sepia para el jueves de rigor. No lo sé. Me siento afortunada.

Debe haber algo de magia en todo esto. En cómo esos desconocidos ahora son importantes para mí. Debe haber algo de magia...

miércoles, 7 de abril de 2010

primavera


En algún momento, sin que me de cuenta, se ha colado el buen tiempo -en esta casa, en la ciudad, en el centro de mi pecho-, porque ha sido un día agotador y a las diez de la noche sigo sonriendo. No puedo evitarlo.

Los miércoles suelen ser un día mucho mejor comparados con el martes -aunque los martes no existan y los martes con martini puedan salvarse-. Empezar con Sarah desayunando en inglés siempre es una buena manera de iniciar el día.

Hoy se suponía que debía estar destrozada por las sesiones de evaluación, las clases interminables, la falta de tiempo... Pero encontramos un rincón para salir al sol, sentarnos en una terraza de verano y tomar un helado. De pronto el aire de Alcalá de primavera me ha contagiado desde el recuerdo. Y se estaba realmente bien, aunque no hubiese demasiado que decir.

Me gusta tener la suficiente confianza con alguien como para poder sentarnos en silencio delante de una taza de café y dejar pasar el tiempo. Me gusta sentirme lo suficientemente cómoda como para no tener que llenar de ruido el espacio entre nosotros. Como si ese espacio ya no existiera, permanecer callados, cerca.

Quizá por eso sigo sonriendo.

-Elevo una acción de gracias, bailo, brindo y canturreo-.

martes, 6 de abril de 2010

Nuestro amor es como Bizancio


Así se titula el último libro de poesía con el que me hice durante mi estancia en Madrid.

Me gusta buscar en las estanterías de poesía, paladear todos los nombres que conozco o no, acariciar los lomos de los libros sin prisa, sentarme en el suelo si fuese necesario para degustar una palabra con la que me he quedado enredada. A veces pasa que, estando así, se acerca alguien más a curiosear por el territorio que creías tuyo y, entonces, se hace más divertido acceder a los volúmenes que deseas. Entonces desearía preguntar: "¿cuál es el poema que siempre recuerdas?", "¿qué libro me podrías recomendar?", "¿a quien citas para hablar de amor?". Pero el silencio es una constante en las estanterías de poesía y un aire reverencial nos impregna a todos.

Yo quería comprar un libro nuevo con versos porque tengo demasiado releídos los que ya tengo. La verdad es que no sé por qué Nordbrandt acabó en mis manos, quizá porque le pregunté si debía llevarlo a casa y su respuesta me resultó absolutamente convincente, pero la cosa es que no suelo comprar poesía traducida al español. Es sólo una manía herencia de las clases con mi amigo y profesor de Teoría de la Literatura.

Lo he citado en el margen de este rincón y lo llevo conmigo últimamente por la casa, en el bolso, en el coche... Nuestro amor es como Bizancio tiene algo que no me deja de atrapar, Nordbrandt desgrana las ideas con palabras hiladas que dibujan en mi imaginación en nombre del absoluto. "Tú nunca podrás comprender cómo yo / tuve la primera y emocionante idea de ti/ bajo las estrellas, tumbado en una barca / mientras la música de un bar que justo iba a cerrar / se mezclaba con el chapoteo del oleaje en la bahía". ¿No es simplemente genial?

Cuando lo leo siento el mismo vértigo que con todos los poetas que debieron amarme. Es como mirar a un pozo en el que se reflejan las constelaciones o leer el futuro en la comisura dulce de tu boca cuando estás a punto de reír.

Nordbrandt, Nordbrandt, me invita usted a soñar y "mi sueño es un taller de frágil cristal".

("Por un vislumbre de ti / puse con gusto todos mis castillos de naipes en juego").

lunes, 5 de abril de 2010

que alguien se coma mi lunes


Estoy cansada, así que la originalidad se me ha quedado dormida en la oreja izquierda, le pende una pierna que se mece en el vacío, enredándose en mis rizos, pero, por lo demás, está demasiado absorta como para molestarla. La pereza, en cambio, me campa por los dedos como un oso que bosteza y enseña las amígdalas -si es que los osos tienen amígdalas-, y el sueño se me cuela bajo los párpados como en la sesión golfa del cine, despreocupado.

Miro a mi alrededor en busca de inspiración, pero debe estar hurgando por mis cajones cazando mapas prohibidos -esos que dibujé y después, sin remedio, tuve que atar con un lazo negro o rojo, ya no me acuerdo, para lanzarlos al fondo del abismo de los calcetines-. No hay manera de reclamarla, le encanta descubrir mis secretos prohibidos. En cambio me tropiezo con el vacío, lleva sus mejores galas -es que he limpiado la casa-, y señala hacia mi cama de desierto con dedos dulces, como una adivina a la puerta de una tienda de colores vivos dispuesta a confesarme mi destino. El vacío de esta casa siempre habla con voz de reloj, de todos los relojes que he tenido y que emigran hacia el centro de algún sitio que aún no conozco -parecería que los calendarios han construido castillos de naipes con fechas, pero no hay ni un as, los regalé todos-.

La luz, con vestido de charlestón, fuma en un cigarro largo y extiende, por los rincones del salón, pasos de baile perdidos en el olvido. Quiere que encienda velas y me acompase a su ritmo, pero es tarde para jugar con ella. El silencio se ha adueñado de mí. Míralo. Nos tiene.

(fin)

domingo, 4 de abril de 2010

un año para gritar


No hace un año real todavía, pero podríamos tomarlo como medida provisional y así decir: "hace un año no resucité".

¿Se puede tardar un año entero en resucitar? Quizá se pueda tardar mucho más. Recuerdo a Jose Luis obligándome a escribir de nuevo, el impulso para que naciese naufragada -nombre de coincidencias-. (Tarareo mientras pienso cómo quiero continuar).

Era miércoles y yo ya me sentía llena de vida. Llena de gratitud. "Cuando amas, conviertes la tierra que pisas en Tierra Prometida".

Mi cabeza es incapaz de organizar la información, las miradas, la risa de los niños, los abrazos gratuitos, la conversación con Rafi, el miedo de Antonio, esa conversación con el otro Antonio mientras la película corría a cuenta de otros, la risa de Lucía, las preguntas que Pepe despertaba continuamente en mí, las charlas en las escaleras, la luna roja, el silencio en el sepulcro, las guitarras, el volver a ver a Carmen, la complicidad con Jesús, los numerosos reencuentros...

Y me miraban, muchos me miraban preguntándose si yo era la que fui. ("¿Sigues soltera?" y las carcajadas de después).

La cruz. El vacío. El mar.

La inmensidad del Amor, con mayúsculas, lleno de pequeños milagros diarios. "Gracias, Dios mío porque ponen pocos anuncios en mi película preferida" y más risas. Isaías.

Una vela. El sol como un beso.

¿Escuchas mi corazón latir?

Resucité. Por fin resucité. No encuentro otra manera de decirlo: "Yo soy libre".