lunes, 5 de abril de 2010

que alguien se coma mi lunes


Estoy cansada, así que la originalidad se me ha quedado dormida en la oreja izquierda, le pende una pierna que se mece en el vacío, enredándose en mis rizos, pero, por lo demás, está demasiado absorta como para molestarla. La pereza, en cambio, me campa por los dedos como un oso que bosteza y enseña las amígdalas -si es que los osos tienen amígdalas-, y el sueño se me cuela bajo los párpados como en la sesión golfa del cine, despreocupado.

Miro a mi alrededor en busca de inspiración, pero debe estar hurgando por mis cajones cazando mapas prohibidos -esos que dibujé y después, sin remedio, tuve que atar con un lazo negro o rojo, ya no me acuerdo, para lanzarlos al fondo del abismo de los calcetines-. No hay manera de reclamarla, le encanta descubrir mis secretos prohibidos. En cambio me tropiezo con el vacío, lleva sus mejores galas -es que he limpiado la casa-, y señala hacia mi cama de desierto con dedos dulces, como una adivina a la puerta de una tienda de colores vivos dispuesta a confesarme mi destino. El vacío de esta casa siempre habla con voz de reloj, de todos los relojes que he tenido y que emigran hacia el centro de algún sitio que aún no conozco -parecería que los calendarios han construido castillos de naipes con fechas, pero no hay ni un as, los regalé todos-.

La luz, con vestido de charlestón, fuma en un cigarro largo y extiende, por los rincones del salón, pasos de baile perdidos en el olvido. Quiere que encienda velas y me acompase a su ritmo, pero es tarde para jugar con ella. El silencio se ha adueñado de mí. Míralo. Nos tiene.

(fin)

2 comentarios:

Juanfra Gallego dijo...

Mira, yo no aguanto los lunes. Creo que los odio más que a los domingos, que ya es decir.

Roberto dijo...

mejor en silencio para degustar tus palabras...

los lunes...son silenciosos "per se"

un beso