miércoles, 4 de febrero de 2015

de la frustración y los smoothies


No recuerdo la última tarde que estuve aburrida. Quizá fue en noviembre. Seguramente en otra vida en que las horas no corrían tan rápido y la agenda no estaba llena de actividades, compromisos y visitas. La acción es fantástica porque te arrastra a aprender cosas nuevas, a enfrentarte a situaciones insospechadas, a no paralizarte. 

Pero así es imposible escribir. 

Y eso hace que arrastre una extraña sensación de frustración, de infelicidad, por toda la mañana. De clase a clase, de actividad a actividad, voy sintiendo el deseo de sentarme con los esquemas, la hoja en blanco, los proyectos y las fechas. Luego llega la tarde con sus obligaciones, el ritmo de la casa, las tareas, el orden... Y vuelve a pasar un día sin que me haya sentado a trabajar en mis propios proyectos. 

Lo cierto es que esa insatisfacción no hace que deje de disfrutar del resto de proyectos de mi día. Soy feliz leyendo los libros nuevos que hemos comprado, peleando con mis alumnos imposibles, acudiendo a la compra o recibiendo a las visitas. Pero, especialmente, soy feliz desde que el lunes descubrimos una frutería nueva llena de tesoros. 

Nacho y yo nos regalamos el domingo un libro para hacer zumos de fruta y verdura. Nos gustó la idea, aunque sobre todo nos gustó el diseño del libro, para qué mentir. Últimamente los libros de recetas cuidan mucho la estética de sus páginas y dan ganas de coleccionarlos sólo por ver las fotografías. La cosa es que ha sido todo un descubrimiento. 

Sólo hemos probado dos de las recetas, pero nuestro frigorífico está a reventar de alimentos frescos con una pinta estupenda. Primero hicimos un zumo de espinacas, brócoli, escarola, uvas y manzana roja que, pese a tener un color poco apetecible, estaba delicioso. Y esta mañana nos atrevimos con uno de remolacha, zanahoria, escarola, espinacas, jengibre, naranja, miel y manzana. Energizante. 

Cada vez que abrimos la nevera nos preguntamos cuál será nuestra próxima conquista, si zumos marrones, verdes o rojos, si mezclaremos la piña con las frambuesas o los rábanos con las mandarinas. 

Así que, como siempre, debido a un nuevo descubrimiento, me engaño a mí misma diciéndome que recuperaré este blog: que hablaré de las frustraciones literarias o de las conquistas culinarias, que contaré todas las recetas suculentas que prepara mi marido para sorprenderme o que alabaré los libros nuevos con los que me encuentro. 

No podemos engañarnos. 

Al final publicaré esta entrada y volveré a olvidarme de escribir en este rincón durante meses. ¿Seguiremos tomando zumos por entonces? ¿Habré conseguido concentrarme en una nueva novela? El continuará siempre resultó esperanzador, pero un poco cortante.  

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo, de verdad, no nos abandones tanto!
Cote

FeoMontes dijo...

Mezclar rábanos, mandarinas y novela... me hace pensar si no te habrás inclinado a la corriente facilona de la literatura erótica...
E, inconscientemente, me sale decir "¿¿¿pero qué guarrería es esa????, ¿¿quién inventa esas mezclas??... hay gente más aburrida que tú, porque hay que estar muy aburrido para hacer esas recetas.
Ojalá yo algún me aburra, ese día crearé un batido con arándanos, pomelo, manzana, plátanos pasados, galletas Oreo, almíbar, dos lonchas de pavofrío, una quiniela premiada y dos entradas para un concierto de Artacho-Montes... ¿¿pero qué digo??

P.D.: No sabes lo feliz que me hace verte tan feliz con cosas tan pequeñas. No conozco al señor que te da tanta alegría, pero muéstrale mis mayores respetos, mi admiración y todo...

Un besote, guapa!!!

Anónimo dijo...

Tu marido te cocina? Dónde lo has encontrado? no lo dejes escapar!!

Locura dijo...

¿Y si te propones un día a la semana para escribir aquí? Hay muchas blogueras así, me viene a la cabeza Maria Jeunet, q lo hace los martes...
aunque sea solo pasar y decir "hola, sigo bien"