martes, 18 de octubre de 2016

cambios


Estos días estoy volviendo a retomar Trampas y cartón. No sé si porque el otoño trae consigo ganas de contar o porque es una manera tan buena como otra de escapar de mis compromisos literarios -cada uno procrastina como quiere-. Lo cierto es que me apetecía volver y reflexionar sobre lo cotidiano, lo pequeño, esas cosas. Pero después de publicar dos entradas, comencé a sentirme inquieta con el aspecto del blog. 

Las imágenes en blanco y negro ya no me representaban. No parecían acordes con esta casa de luz, con las tardes de bordado y los cafés con leche, con las flores del puesto de la plaza. Necesitaba otro color. Necesitaba color. 

Así que ayer comencé a bordar con prisa y a la carrera la nueva cabecera, reutilicé algunas de las imágenes de mi cuenta de Instagram y cambié mi imagen de perfil y el poema del margen. Ha sido como hacer una buena limpieza. Ahora, cuando me asomo a mirar, se respira mejor en este espacio. Dan ganas de hacerse un té y leer sin prisa. Por lo menos a mí me dan ganas de escribir sin prisa. 

Ahora me cuento que quizá eran esas fotos antiguas las que me desanimaban al pensar en retomar el blog, pero sé que decir eso es una mentira. Soy perezosa y me aburro de los proyectos a largo plazo. Además la vida ha irrumpido con tanta fuerza en mí, que a veces la palabra sucede demasiado despacio. Contemplo y no describo. Experimento y no cuento. Son cambios sustanciales en mi manera de existir. Cambios felices que me traen de nuevo, reposada o no, a tentar la suerte con este nuevo intento de registro de memorias y experiencias. 

Quién sabe en qué quedará. Por lo pronto, esas letras de punto partido en un buen azul me alegran. 

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