Entra la luz gris en la casa. Fuera el viento azota con violencia los árboles del zoo. Entra la luz en la casa, hoy no trepa hasta la cama ni dibuja círculos sobre mí. Pero entra. Con su claridad de niebla a retirar las sombras de la noche entre sueños inquietos y catástrofes.
Tú deambulas ya por las habitaciones, conquistando el domingo con esa naturalidad tuya que consigue mucho más que el sol. Todo lo que tocas, lo transformas. Libras del hechizo de las tinieblas las cosas: el cepillo de dientes, los grifos, tu teléfono, la tostadora. Hay una luz en ti que no se apaga mientras duermes, pero que tampoco es cegadora. En medio de la oscuridad del naufragio nocturno por cualquier pesadilla, yo alargo la mano y la poso en ti hasta que tu claridad me alcanza. Haces del día, el día; de la luz, la luz.Te es natural el territorio de la gracia. Te miro y eres como un árbol con raiz. A tu sombra me cobijo del viento de hoy y te bendigo como tú me bendices cuando me acaricias el pelo.
Cuando el sol es cegador, yo llevo mi mirada a las largas sombras que proyecta todo. Tú me corriges: "Mira el mar que brilla".
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