domingo, 2 de octubre de 2022

Colocar justificativos


Con el pelo mojado y la brisa corriendo por la casa pienso en todos los libros que hemos guardado, movido y recolocado hoy. Me produce una tremenda sensación de extrañamiento pensar que los he escrito yo. Los siento lejanos, una otredad, como si formasen parte de otra vida. Y en realidad, lo hacen. Son miguitas en mi camino, fragmentos, fotografías de la mujer que fui, de la narradora que fui. A algunos me da vértigo asomarme, a muchos me da vergüenza, como si fuesen viejos diarios -¿me gustaría la mujer que encontraría allí?-. Porque a la vez son espejos. Espejos que se guardan también en otras casa, en estanterías de otras casas que tienen un fragmento de mí, una visión de mí quizá lejana a esta que soy, incluso a la que era. Hay un diario de mi vida en novelas y poemas, aunque no hablen de mí. Y miro las cubiertas con genuina sorpresa: son, soy, era. ¿Quién seré en unos años? ¿En qué rincón cogerá polvo este papel, qué hogueras alimentará en qué guerra? 

La lavadora gira y gira. Suenan las campanas de la iglesia. El tiempo es más que un reloj o un calendario. Vivimos, qué extraño.

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