lunes, 29 de noviembre de 2010

chispea


Me aburren las reuniones, pero me gusta la lluvia calma que se me enreda en el pelo como restos de diamantes imaginarios cuando nadie llega a tiempo con el paraguas o simplemente decido que es mejor así. Hablar de modernismo se hace difícil en una clase de cuarenta alumnos que sólo piensa en el próximo viaje a Gibraltar y en si iré o no con ellos. Pero abrazar el café con las manos heladas o sentarse a charlar en una mesa verde con brasero, probando mi suerte para arrancar una sonrisa, puede ser lo que preñe de poesía el ascensor. Las curvas son charcos rasgados por las luces de mi coche. Y, yo, bajo el parabrisas rítmico. Me parece que he estado días fuera de casa cuando vuelvo y todo está descaradamente en su sitio, retándome al desorden cuando entro tropezando, capturando mi voz con el teléfono para no olvidar cualquier idea. Hoy compartimos el ritmo de mi pensamiento con Lisandro Aristimuño, es fácil entenderlo si sabes quién es. ¿Sabes cuando la música te hace sentir llena de hilos y conforme las notas se derraman vas experimentando como tiran de unos o de otros para elevarte o hundirte? Sí, justo así. Porque tengo billetes de tren hacia Marta. 

1 comentario:

Superviviente dijo...

Encuentras poesía en cualquier rincón