lunes, 21 de febrero de 2011

el sol de invierno al atardecer


Conduces y puedo admirar cómo la luz matiza el verde limpio de los campos que atravesamos, puedo concentrarme en una encina sola en mitad de la nada, en las sombras de las montañas que nos miran impasibles. También puedo descalzarme y subir las piernas al asiento de copiloto, estirarme como un gato, darte pellizcos y entrecerrar los ojos cuando el sol me invade de frente. 

Me gusta la luz del invierno al atardecer, es menos intensa que en el resto de estaciones y matiza todos los colores aplicando un filtro cálido, acogedor. La música suena por debajo de nuestras voces mientras repasamos estos tres días con la sensación de que han sido semanas. Encuentro una paz nueva al hablar contigo, como si poco a poco todo fuese encajando, como si yo fuese encajando en mí y ese abismo entre el fui, el soy y el seré fuese cada vez más abarcable. 

Repaso la risa de Juan pequeño, mi tortuga ninja, entre mis brazos, la casa de Juan y Leti ya casi terminada, el concierto del viernes con Sara haciéndonos la ruta por teléfono, la risa de mi madre, el abrazo tan deseado de Javier, las conversaciones profundas con papá, los reencuentros, los lugares, los nuevos descubrimientos, las chucherías... Todo va habitando palabras con esa magia que hace existir lo que se nombra. 

El sol matiza el azul del mar en un cielo tenue que tiende al malva. Todavía es de día cuando aparcamos en la muralla y decido dejar el abrigo en el maletero. Es febrero y tengo alma de mayo. Paladeo esta calidez inquietante que no recordaba. Paladeo. 

1 comentario:

Vagamundo dijo...

La luz de la estación venidera ya se cuela por nuestras praderas, ya matiza la piel de nuevos resplandores, queramos o no.
No nos obliga ello a vivir con sosiego, pero al menos a dejar la desconfianza en el maletero. O en el trastero.

Sin chuches, en mi caso, que no los soporto ;)