sábado, 25 de junio de 2011

quemé una mala costumbre y un deseo


Ando entre la niebla. Las nubes han conquistado la orilla de la playa y la vieja torre se desdibuja hacia el cielo mal iluminada. Escucho, amortiguadas por la bruma, la voz de los adolescentes que se agolpan en pandillas ocupadas en brindis y canciones. Son las doce de la noche y llevo en mi mano un papel doblado. Es la primera vez que he arrancado una hoja de mi moleskine. Recuerdo quemar deseos en la ventana de mi dormitorio de casa de mis padres, sacar a limpiarse en esta noche mis mejores promesas. 

Una luz entre la niebla me indica que hay una hoguera a mi derecha, así que enfilo hacia allá evitando pisar a los grupos de gente sentada. Al acercarme se dibuja la figura de cuatro chicas jóvenes, deben haber terminado bachillerato como mucho, quemando apuntes en un fuego minúsculo. 
 -¿Os importa si quemo un deseo? -les pregunto con media sonrisa pensando en qué estarán haciendo mis propios alumnos. Es irónico ver cómo queman el trabajo de todo un año. 
 -¿Es que se queman deseos? -pregunta una de ellas, ocupada en seleccionar folios, mirándome con los ojos encendidos por la hoguera. 
Asiento con la cabeza y me agacho para arrojar a las llamas mi papel doblado. Al soltarlo me doy cuenta de que lo he estado sosteniendo con demasiada fuerza, como si tuviese miedo de que abriese las alas y escapase de mis manos. Las chicas, agazapadas, continúan a lo suyo. Yo, de pie sobre ellas, observo cómo se va deshaciendo poco a poco mi mala costumbre y mi nuevo deseo. 

No me despido de ellas, están demasiado ocupadas con su tarea. Ahora intento alcanzar el mar. El sonido de las olas tímidas se esconde entre algunas risas, creo intuir que hay gente bailando en la arena mojada. Noto el frío en mis pies y observo más allá. Hay algunas luces tiritando entre la niebla, deben ser otras hogueras. La sensación de que, si ando demasiado o me despisto, apareceré en una playa desierta o habré cruzado a otra dimensión, me inquieta como a una niña. 

Mojarse los pies y lavarse la cara. Me acuerdo de Claudia, ella fue la que me lo explicó. Lavarse la cara para estar guapa un año. Yo me lavo la cara tres veces para deshacerme de todo lo viejo. Quizá ahora empiece un nuevo año, quizá debería cambiar mi fecha de septiembre a San Juan. El agua está templada, si no me diese miedo la niebla, si estuviese sola en esta playa, me sumergiría en el mar. 

Vuelvo, intuitivamente, sobre mis pasos. Seguís sentados en el mismo sitio, no he cruzado a otra dimensión. Reparo en la ironía de que hoy me hayan llamado para publicar Gris y en lo gris que está todo. Me siento junto a ti y descanso un segundo mi frente en tu espalda. Mi primer San Juan, sonrío para mí, y parece que lo hayamos vivido en Londres. 

5 comentarios:

soylauraO dijo...

La quema es una alquimia
http://enfugayremolino.blogspot.com

cuadernodebitacora dijo...

Es de lo más bonito que he leido tuyo. Me recordó por un momento a la descripción que hacía García Marquez del disfrute en la playa de la gente sencilla de Cartagena en "el amor....". Tus palabras me han conducido por las carreteras de tus pensamientos y sentimientos, siempre de lo más literarios. El fuego purificador como tus palabras.

Anónimo dijo...

Hablanos de Gris, hablanos de Lobo, de la fábrica creator, de tus sueños.. no nos dejes de hablar, no t tomes vacaciones, algunos respiramos de tus palabras, a otros nos despiertas sentimientos que se habían ocultado, y vivimos contigo tus historias, casi me vi tomando el sol en tu terraza, y sentí el calor de la hoguera, y la frescura del agua en mi cara...
Cuentanos de tus libros, de Diego y tus demás alumnos, haznos creer ser esa mariquita que salvaste...

continua así.

Locura dijo...

Gris? otra novela tuya?
cm va la fábrica creator? y lobo?
chica, no paras!

esta entrada es preciosa, enhorabuena.

Anónimo dijo...

Ok pero no qemes ni tu sonrisa ni tu arte