domingo, 15 de noviembre de 2009

mi hermano chico


-Me gusta tenerte aquí -me dice Javi cuando me abraza para darme las buenas noches en un bar lleno de gente porque mi pequeña Marta se nos cae de sueño.


A mí también me gusta estar con él, compartir a los suyos, descubrir sus rincones preferidos, robarle anécdotas, sentirlo cerca y mío. Llevaba tiempo sintiendo que las cosas no estaban igual entre nosotros, las distancias, mi pena, habían construido una muralla extraña entre los dos. A veces me preguntaba si el verme tan delgada le daba miedo, si temía encarar mi dolor o si sólo se sentía avergonzado de mi fracaso.


Estos dos días a su lado me han servido para volver a sentirlo mi pequeño, poder abrazarlo y refugiarme en su pecho grande, hacerme diminuta dentro de sus brazos de hermano mayor -cuando ese es mi papel cronológico-, colonizar su casa, brindar y recibir sus premios... Simplemente lo necesitaba.


Y el viaje culminó con una comida cerca del río, con mis tres enanos dándome baños de cariño en forma de besos, dibujos y abrazos chiquititos con sus bracitos tiernos. Los ojos de Marta brillando al sol, Pablo y Antonio como hombres con barba y mis tíos compartiendo con nosotros unos rayitos de otoño que ya había llegado, desnudando árboles amarillos, a su pueblo de montaña.


Abracé a Javier antes de escapar, hasta la próxima vez, no sé cuándo...

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